Para Marcelo Occhi (55) y José María Cambiasso (61) la odisea interminable de volver llegó a su fin. Tuvieron que esperar casi tres meses -superar el encierro, una internación por coronavirus, un vuelo sanitario y otra vez el aislamiento- para finalmente poder reencontrarse en su hogar. “Por fin tuvimos un final feliz”.
El 20 de febrero, estos compañeros de viaje llegaron a Miami con el plan de embarcarse en el Costa Luminosa y unir el continente americano con el europeo. La última parada sería Venecia, y desde allí volverían a Buenos Aires. En altamar se desató la pandemia, y ya nada salió como lo planeado. El 7 de marzo, dos días después de haber embarcado, el crucero hizo una parada en San Juan de Puerto Rico, donde pasaron el día.
Cuando volvieron al buque para continuar con el viaje, se enteraron que uno de los pasajeros que se había bajado estaba infectado con coronavirus. “Ahí arrancó nuestra pesadilla. El barco, que llevaba 1500 pasajeros a bordo, empezó a saltarse las paradas. No podíamos bajar ni volver a nuestras casa. Cruzamos el Atlántico en cinco días y, después de pasar por Islas Canarias, decidieron suspender todas las actividades: cerraron el restaurante y nos obligaron a quedarnos 10 días dentro de nuestros camarotes”, recuerda como el inicio de un periplo desesperante.
Finalmente -“después de tenernos navegando de acá para allá”-, el 23 de marzo, los 17 argentinos que iban a bordo del buque pudieron descender en el Puerto de Savona (Italia). “Enseguida nos subieron a un autobús. Luego de varias horas de ruta, llegaron al Hotel IH Z 23 ROMA (a 12 kilómetros del centro de Roma), donde debieron cumplir con el programa Obligatorio de Cuarentena del Gobierno y Autoridades Sanitarias Italianas". Iban a ser apenas 15 días, que se transformaron en 38.
Todo se complicó cuando en el hotel surgieron 10 casos positivos de coronavirus. Entre ellos 3 argentinos, incluyendo a José María, que por un complicación en su cuadro estuvo 20 días internado en el Hospital Spallanzani de Roma. “Fueron los días más duros. Encerrado entre cuatro paredes llegué a pensar lo peor porque a veces pasaba mucho tiempo sin recibir el parte médico de mi compañero”, reconoce Marcelo.
La mejor noticia
Una tarde soleada, custodiado por la policía italiana José María, fue dado de alta y pudo retornar al hotel. Desde los balcones de las habitaciones del hotel de Roma, lo saludaban sus compañeros de crucero. “Siempre que llegaban los recuperados los recibimos con una bienvenida, eran los momentos de felicidad total y sobre todo de esperanza”.
Camino a casa
El 28 de abril embarcaron en el vuelo de Alitalia, Roma-Buenos Aires. “Nos avisaron 48 horas antes del viaje, no lo podíamos creer. Aterrizamos en Ezeiza el 29 en el primer vuelo denominado humanitario, con otros 140 pasajeros".
“El vuelo transcurrió bien, con todos los nuevos protocolos que Alitalia tiene para el COVID-19 y que es totalmente diferente a lo que conocemos: es obligatorio llevar barbijo y guantes, además de estar sentados en hileras diferentes para dejar espacio entre pasajeros”.
En suelo argentino
Aún faltaba el último tramo, pero ya se sentían seguros. “No trasladaron desde Ezeiza a un autobús al Apart Hotel Argenta Tower. Había un médico a disposición las 24 horas que tomaba contacto permanente. Todo el caudal humano del equipo dentro del hotel en la Ciudad fue muy bueno y digno de elogiar”.
Con dos hisopados negativos, les dieron el alta para seguir a cuarentena obligatoria en sus casas. “Hasta hoy, nos siguen monitoreando por teléfono para ver si presentamos algún tipo de síntoma, pero estamos muy bien”.
Llegar a casa
Encontrarse frente a la fachada del edificio, que no veían desde el 20 de febrero, los hizo emocionar. Pero lo mejor estaba detrás la de puerta de su departamento. “Abrimos y estaba todo decorado con globos, carteles y comida. Nuestra sobrina nos había hecho una fiesta de bienvenida. Ahí nos quebramos. Es una locura ver todo lo que pasó”.
Esta odisea tuvo su final feliz, y ellos solo agradecen estar bien de salud. Rescatan todo el apoyo de amigos e incluso desconocidos, tampoco se olvidan de toda la asistencia médica que recibieron. “Nos gustaría un agradecimiento a Universal Assistance, al Hospital Spallanzani de Roma y la Cruz Roja Italiana, porque sin ellos nada de esto hubiera sido posible".
Mirando hacia atrás no lo dudan: “Esta fue la peor pesadilla de nuestra vida. Y se podría haber evitado si la empresa de de crucero hubiese suspendido el viaje al arribar al Puerto Rico, en lugar de priorizar sus intereses económicos. Tal vez hoy habría menos muertes que lamentar”.
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