La idea de que la pandemia de coronavirus podría tener algunas ventajas que puedan ayudarnos a vivir una vida mejor parece casi desagradable frente a la destrucción y muerte que ha causado hasta ahora. La violencia doméstica ha aumentado, los trabajadores mal pagados están durmiendo en las calles y las familias pobres están experimentando un empeoramiento de la inseguridad alimentaria.
Incluso para las personas con ingresos estables, la gestión del cuidado de los niños, la educación en el hogar, las tareas domésticas y el trabajo desde el hogar puede ser abrumador. Y todavía es temprano. Todavía tenemos que ver cuál será el alcance total de las consecuencias de esta pandemia en nuestra salud mental, particularmente para las personas más vulnerables. Como dijo la académica, escritora y profesora feminista norteamericana Cynthia Enloe: “No estamos todos juntos en esto. Estamos en los mismos mares agitados, pero estamos en botes muy diferentes. Algunos de esos barcos tienen muchas fugas, otros nunca recibieron remos y otros tienen motores de alta potencia. No todos estamos en el mismo bote”.
Sin embargo, en toda la oscuridad ha habido algunos cambios esperanzadores reales. Para algunos de los afortunados que tienen un entorno hogareño seguro desde el cual pueden trabajar, el aislamiento ha tenido algunos efectos inesperados. Factores simples, desde tener más tiempo para dormir, a pesar, quizás, de tener sueños más extraños, más tiempo con mascotas y seres queridos, cocinar en casa y no tener que lidiar con la sobreestimulación de la vida en el mundo exterior, han llevado a una mayor sensación de bienestar general.
Daisy Fancourt lidera un equipo en el University College de Londres en un estudio en curso para analizar el impacto psicológico y social de la pandemia de coronavirus. Hasta ahora, los resultados de las encuestas de más de 74.000 personas han demostrado que, a pesar de una disminución inicial de la felicidad antes del inicio del cierre, el bienestar ha aumentado en las últimas semanas y los niveles de ansiedad han disminuido tanto para las personas con y sin trastornos de salud mental existentes.
El “alivio de encierro” ha sido especialmente pronunciado en personas que tienen altos niveles de presión interna. Pareciera que se alegran del apocalipsis, que hay algo en la tragedia que los rodea, que les ha venido bien, de alguna manera, por doméstica y banal que sea. Las personas motivadas por mantener las apariencias, la productividad, presentarse a todo, lograr mucho, ser visibles y estar allí para todos se han relajado, aterrizando en una sensación de alivio. Debido a que se les ha dado permiso para hacer lo que quieren hacer su relación consigo mismos es mucho más auténtica y orgánica como resultado de no tener una audiencia.
“Si bien las medidas tomadas por esta pandemia han significado en varias personas ciertos afectos negativos y una restricción a la libertad, en muchos otros implicó el ahorro de realizar actividades que les implica un gran esfuerzo y que muchas veces quedan asociadas a un conflicto o dificultad. Entonces, en estos momentos uno se toma una especie de licencia evitando enfrentar parte de la realidad que resultaba angustiante o exigente”, explicó en diálogo con Infobae la psicoanalista Fiorella Litvinoff.
La rumia ansiosa puede verse eclipsada por eventos serios del mundo real que expulsan esos pensamientos y ofrecen un sentido de perspectiva. El FOMO (Fear Of Missing Out), o el miedo a perderse las cosas, ha perdido parte de su poder ahora que el alcance de las actividades que inducen la envidia se ha reducido. Todos somos muy conscientes de nuestra propia vulnerabilidad humana y está bien no estar bien y decirlo.
Para Nora Koremblit de Vinacur, ex secretaria del Departamento de Niños de la Asociación Psicoanalítica Argentina y coautora del libro Parentalidades, “la gente se va acomodando a esta forma de vida y los que pueden descubren ciertas ventajas: hacer las rutinas entre todos, compartir actividades y para los niños la felicidad de tener a sus padres con ellos mucho más tiempo que si trabajaran afuera o fueran al colegio”.
“De todas maneras, todos tienen en mente que nada es permanente y que en algún momento se volverá a la ‘normalidad’. ¿Culpa? No sé. ¿Bienestar? Tampoco. Son estados de ánimo por cambios que algunos resultan muy buenos y temen perderse”, advirtió consultada por este medio la especialista.
Sin embargo, más allá de las características de cada uno, las personas están entrando en otra etapa en la vivencia de permanecer en casa, las rutinas que se habían armado hasta el momento están llegando al límite y pareciera necesario reinventarse.
“Es que en este tiempo las personas están sintiendo un límite, incluso quienes venían llevando la cuarentena más relajados, están expresando un cansancio por la situación de encierro, angustia por la incertidumbre acerca de cómo se sale de esta cuarentena y la pregunta por cuándo esta termina se instala fuerte”, indicó Agustina Fernández, psicoanalista, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
Y agregó: “Sin duda no se tratan de épocas más felices. Muchos no están pudiendo trabajar y atraviesan serias dificultades económicas, otros permanecen con chicos en la casa, llenos de actividades escolares, sin ayuda doméstica y con bastante trabajo en línea, los adolescentes sin salidas, los adultos mayores se sienten atormentados por la soledad y ni hablar de los papás separados que pasaron bastante tiempo sin compartir con sus hijos”.
Claudia Bregman, psicoterapeuta miembro de la Comisión Directiva de la Fundación Aiglé, sostiene que frente a lo que nos toca vivir, lo primero que se hace presente en la conciencia de las personas es la incontrolabilidad de la situación. "El contexto adverso obliga a todas las personas por igual a estar aisladas, es angustiante y causante de ansiedad y depresión”, expresó en diálogo por este medio.
La mayoría de las personas llevamos vidas ocupadas y la pandemia nos ha llevado a un estilo de vida más lento y minimalista. Joshua Fields Millburn, uno de los fundadores de The Minimalists, cree que finalmente entendemos que “el enemigo no es solo el consumismo ahora; es una indulgencia excesiva, tanto material como no material". Para él, los seres humanos volvimos a preguntarnos qué es lo esencial. “No desperdiciemos esta oportunidad de reevaluar todo, dejar ir, comenzar de nuevo. El mejor momento para simplificar fue durante la última década. El segundo mejor momento es ahora”, asegura.
Estar atrapados en casa nos permite una ventana de tiempo única para reflexionar sobre las cosas que realmente importan. Esa es la esperanza del profesor de la Escuela de Negocios de Harvard Arthur C. Brooks, quien imparte un curso sobre felicidad que acaba de traducir en una nueva columna para The Atlantic.
“En nuestro mundo go-go-go, rara vez tenemos la oportunidad de detenernos y considerar los grandes impulsores de nuestra felicidad y nuestro sentido de propósito”, explica, por lo que su objetivo al ejecutar la serie durante la pandemia de coronavirus es "ayudar aprovechas una mentalidad contemplativa mientras tienes tiempo para pensar en lo que más te importa”.
Brooks luego explora diferentes ecuaciones de felicidad, una de las cuales es especialmente pertinente durante el cierre. Todo tiene que ver con los elementos que equilibran el llamado “portafolio de felicidad”, basado en años de investigación longitudinal.
“La cuarentena tiene varias aristas para distintas personas. Creo que aquellas que tienen más seguridad interna previa, y tienen además un sustento más o menos seguro, encuentran provecho en este contexto. Trabajan desde sus hogares, pasan más tiempo junto a sus hijos y sienten que pueden por fin ordenar y dedicarle tiempo a esas cosas que siempre dejaron para después. Si bien son conscientes de la incertidumbre y la aflicción acerca de cómo seguirá el mundo, esto no invalida lo anterior. Para ellos la cuarentena se establece como una base segura para afrontar las inseguridades de este tiempo incierto. No debieran sentirse culpables porque no ignoran la desfavorable coyuntura, solo tratan de afrontarla con sus mejores recursos”, aseveró en diálogo con este medio Elsa Wolfberg, psicoanalista y psiquiatra de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), y vicepresidente del Capítulo de Prevención Cuaternaria, Psiquiatría Preventiva y APS de la Asociación de Psiquiatras Argentinos.
Las amargas divisiones políticas que nos enfrentaron en los últimos años han retrocedido ante una amenaza colectiva, al menos por ahora. Las personas tenemos una oportunidad de pensar en las formas en que la vida “normal” puede hacer que nos sintamos ansiosos y enfermos. Si podemos cambiar la disposición del mundo pospandémico para priorizar la compasión, pagar a las personas decentemente, valorar a los trabajadores esenciales y financiar nuestros servicios públicos adecuadamente, tal vez podamos aferrarnos a este lado positivo.
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