Hace cuatro días que Laura Garibaldi (61) dejó de comer. “No me quedó opción, esta es una medida de fuerza mayor, no lo hago por placer. Necesito volver a mi casa”, le pide desesperadamente a Infobae desde Bali, Indonesia.
La historia de Laura Garibaldi, es una entre la extensa lista de argentinos que aún no pueden retornar al país. Según el canciller Felipe Solá, hay 24.501 argentinos que quieren regresar, un “universo que se expande constantemente” entre aquellos que estaban de viaje por vacaciones y los sorprendió la pandemia y aquellos que instalados en el exterior hoy perdieron sus trabajos. Así, todos los días llegan a las embajadas y consulados del país cientos de cartas o mails con reclamos por ayuda económica. Gente sin hospedaje, algunos que viven en las calles, otros que son sustentados por los hogares del lugar en donde están varados, otros que se quedaron sin trabajo y muchos que no tienen siquiera los medicamentos necesarios para subsistir.
“Viajé a Bali el 5 de marzo para visitar a mi hijo que está estudiando Ciencias Orientales en Indonesia, gracias a un beca que le fue otorgada", relata. El 24 de marzo era la fecha original de retorno, " ya pensaba que estaría subida al avión de Ethiopian rumbo a Buenos Aires y de allí a Valeria del Mar".
Ya pasaron casi dos meses y la médica psiquiatra y psicoanalista, sigue en la misma incertidumbre. “Me comunico a diario con la embajada argentina y con Cancillería, me contestan rápido pero no saben darme precisión de fechas de retorno. Ahora me enteré que el 6 de mayo salió un avión con un grupo de buzos, fueron 16 argentinos en un vuelo de Qatar... Y todavía somos 100 en esta región. Hay mujeres embarazadas, pacientes en tratamientos oncológicos, y yo que pertenezco a la población de riesgo. No entiendo por qué aún me niegan la posibilidad de volver”.
Angustiada por la situación, Garibaldi optó por tomar una medida drástica. "Ya no tengo ni hambre, así que no voy a comer más. Solo voy a mantenerme con una dieta líquida”.
En todos sus intentos frustrados Laura pasó 3 noches en el Aeropuerto de Yakarta, capital de Indonesia con la esperanza de volver al país. Allí compró 5 tickets aéreos con distintos trayectos, todos sin éxito. “Las distintas aerolíneas me los suspendieron justificando que no pueden aterrizar en la Argentina. Tampoco me dieron un reembolso, algo que necesito en este momento porque ya no cuento con más ahorros”.
Hoy, la médica ya no cuenta con los medios económicos para pagar un posible vuelo de repatriación: “Ya le pedí a mis colegas en Argentina que hicieran una vaquita para poder acceder a uno y así regresar”.
Como su estadía se extendió no tuvo otra opción que buscar hospedaje en un residencia para personas mayores en el centro de Bali. “Soy la más joven del lugar, hay otros varados extranjeros. Tengo mi habitación con baño privado, no salgo a las zonas comunes. Es lo más económico que conseguí... y no me la pago yo, sino los compañeros de la universidad de mi hijo. A esto tuve que llegar”.
Laura también se enfermó. “Tuve una fuerte infección urinaria, por suerte contaba contaba con antibióticos específicos, porque en este país no se consigue cualquier medicación. Hace semanas que ya no cuento con mi seguro médico al viajero, si llego a contagiarme no sé que me pasará".
Hasta el momento el país asiático tiene 14.265 casos reportados y 991 muertos. Recién el 10 de abril, el presidente el presidente Joko Widodo declaró la cuarentena obligatoria. Las autoridades locales son estrictas con quienes infringen el confinamiento preventivo, a tal punto que una funcionaria decidió dar una lección a aquellos que ignoren estas medidas encerrándoles en una “casa embrujada". “Solo podemos salir a hacer compras hasta cierta hora de la tarde. Después está prohibido, por lo que me comentaron algunos residentes la policía sale a buscar los que rompen las recomendaciones de las autoridades locales”.
Como profesional de la salud, Laura, dejó sin asistencia psicológica a sus pacientes tanto en Pinamar como en Bernal, provincia de Buenos. “Es cuando más precisan de mi contención y acompañamiento, desde acá no puedo ayudarlos. Varias veces me han llamado y les tengo que explicar que no puedo asistirlos. Los termino derivando con otros especialistas”.
Por otra parte, manifiesta que como profesional de la salud podría estar colaborando con la comunidad. “En este contexto de pandemia puedo ser muy útil, me ofrezco a trabajar gratis en el municipio de Pinamar".
“Quiero volver, necesito ver a mi hija, y a mis nietos. Vine el 8 de marzo, y ya es hora de regresar. Si no me mata el coronavirus, voy a morir por el abandono", dice angustiada.
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