Hace tan solo unos meses, antes de que países de todo el mundo se cerraran en medio de la pandemia de coronavirus, nuestras vidas sociales se veían muy diferentes. Ahora, mientras muchos de nosotros nos quedamos en casa mientras nos aislamos y nos distanciamos socialmente, intercambiamos las reuniones en bares, tardes en cafés y noches de cine por encuentros virtuales.
Si bien es maravilloso que vivamos en una era tecnológicamente lo suficientemente avanzada como para mantenernos en contacto con nuestros seres queridos a través de un dispositivo digital, a medida que nuestro tiempo de pantalla se dispara y las invitaciones a chats en Zoom, Facetime, Whatsapp, Houseparty y Skype siguen viniendo, ¿qué pasa si encontramos que simplemente no queremos participar más?
Aunque solían ser capaces de rechazar los compromisos sociales por tiempo personal solo para proteger su salud mental, los introvertidos sociales ahora no tienen excusa. Desde el distanciamiento social, en lugar de encontrarnos con nuestros amigos y familiares en persona, ahora las personas socializan virtualmente. Sin embargo, los chats interminables en Zoom, Skype, Houseparty y Google Hangouts, pueden ser muy abrumadores y comenzar a provocar ansiedad en la mayoría.
“Todo es tan nuevo que nos obliga a reflexionar para conservar no solo nuestra salud biológica, sino nuestra salud mental, que en rigor es toda una. El distanciamiento social nos lleva a ser solidarios, porque el que se cuida cuida a los demás. Es decir, no tener una vida social como la habitual supone hacer un bien a uno y un bien a los demás. En este contexto no dar un beso, no dar un abrazo o no tener una charla presencial es una prueba de amor y cuidado”, aseveró en diálogo con este medio Elsa Wolfberg, psicoanalista y psiquiatra de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), y vicepresidente del Capítulo de Prevención Cuaternaria, Psiquiatría Preventiva y APS de la Asociación de Psiquiatras Argentinos.
Sin embargo, para la especialista también es cierto que pasados muchos días, hay personas que se estresan, y que les falta relacionarse socialmente. "Están acostumbradas a resolver en acciones y no en reflexiones. Esta coyuntura obliga a extender el quantum de reflexiones y a achicar el de acciones, por lo menos fuera de casa”, continuó.
La situación de cuarentena que imposibilita la circulación y el encuentro con otros produjo que muchos acudan a diferentes aplicaciones de mensajería y redes sociales. Para la psicoanalista Fiorella Litvinoff, en este sentido, “es llamativo que en algunas ocasiones estemos sobre saturados de comunicación, información y actividades de todo tipo (culturales, recreativas, tutoriales sobre diversas temáticas) que se realizan de forma virtual y hasta pueden llegar a producir estrés cuando uno se siente sobreexijido”.
“A veces uno puede sentirse muy demandado por los otros: por WhatsApp se puede ejercer lo que se denomina una ‘demanda infinita’: amigos y parejas que reclaman que ‘le clavamos el visto’, pretendiendo inmediatez en las respuestas a los mensajes enviados. El hecho de que no haya un contacto directo aumentó la cantidad de circulación de mensajes por la inseguridad en la estabilidad de los vínculos. Ante este escenario es importante registrar cuando necesitamos un descanso de esta aparente comunicación sin fin y poder establecer límites con los otros para no sentirnos todo el tiempo demandados”, explicó Litvinoff en diálogo con este medio.
Para las especialistas, es “absolutamente” comprensible que algunas personas se sientan estresadas por la socialización virtual. Todos nos sentimos decepcionados de no poder mantenernos al día con amigos y familiares o llevar a cabo planes y compromisos mientras nos cumplimos con el aislamiento social, por eso la mayoría se sumergió en una gran cantidad de socialización virtual. Pero eso acaba de crear un nuevo conjunto de presiones.
Las redes sociales pueden aumentar el FOMO y la presión
Los seres virtuales a menudo capturamos momentos divertidos de nuestros encuentros online y los publicamos en las redes sociales, pero para algunas personas, verlos contribuye a la sensación de que deberían estar llenando sus tardes con encuentros virtuales.
También está el hecho de que muchos de los memes y mensajes de autocuidado supuestamente útiles que aparecen en las redes sociales nos dicen que debemos ser comunicarnos virtualmente con nuestros seres queridos. Sentirnos obligados, por cualquier razón, a hacer algo que realmente no queremos hacer puede ser abrumador y estresante.
Este sentimiento de obligación puede provenir de la socialización, ya sea en persona o a través de medios virtuales como Zoom y Houseparty. La mayoría de las personas se sienten más ansiosas de lo normal en este momento, y si bien para algunas personas, charlar con amigos ayudará. Para otros, no lo hará.
Mantenerse conectado es poderoso para combatir los sentimientos de aislamiento y para alentar el bienestar mental positivo, pero si en realidad una persona no está en un espacio donde se siente capaz de relacionarse con los demás, a veces obligarse a hacerlo es contraproducente.
Si la principal forma de una persona de hacer frente a las cosas es compartir y hablar, entonces la socialización virtual probablemente sea lo que necesita. Por otro lado, si lo que necesita es estar con sus propios pensamientos, entonces la socialización virtual puede ser algo que quiera evitar.
El entusiasmo por la socialización virtual puede desvanecerse con el tiempo. Nadie sabe cuánto tiempo vamos a estar distanciados y, por lo tanto, cuánto tiempo pasará antes de que podamos ver a nuestros amigos y familiares en persona nuevamente.
Entonces, aunque hayamos saltado de cabeza a las reuniones virtuales, la novedad puede desaparecer, el entusiasmo puede disminuir y agotarse. Tenemos una oportunidad única para practicar el autocuidado, por lo que no debemos dejarnos llevar por el entusiasmo organizacional de otras personas.
Dar un paso atrás y reflexionar sobre cómo la programación de las reuniones virtuales realmente nos hace sentir es clave. Cuando comenzamos a sentirnos opresivos en lugar de divertidos al hacerlo, debemos darnos cuenta de que nos estamos estresando.
La posibilidad de decir no a la sugerencia de un amigo simplemente porque necesitamos tiempo para nosotros mismo puede ser desalentador, pero no es egoísta, y un buen amigo debería entender eso. Respetar los límites de los demás es una parte esencial de una relación saludable.
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