Desde que COVID-19 se extendió por el mundo, se ha hablado mucho, y con razón, de las dificultades de las personas que se enfrentan a la agitación económica y social: cómo las parejas que conviven se están adaptando para compartir un espacio de trabajo en el hogar, cómo los padres hacen malabares con la educación de sus hijos mientras las escuelas están cerradas o como las personas no pueden visitar a sus padres o parientes mayores, incluso en sus lechos de muerte, por temor a propagar el virus.
Sin embargo, los desafíos que enfrentan los solteros, particularmente los millennials y jóvenes de la Generación Z, también han sido motivo de sentimientos de desolación, ansiedad y gran incertidumbre. “Las catástrofes nos empujan a dar el siguiente paso en la vida”, dijo a Vanity Fair Helen Fisher, antropóloga e investigadora del Instituto Kinsey. “Las personas pueden haber sido vagamente conscientes de que quieren o necesitan una pareja, pero estuvieron demasiado ocupadas en el trabajo, en sus familias, o en sus amigos. La necesidad de otra persona va a ser muy vívida para mucha gente”, agregó.
Ahora es el momento de planear un escape de esa relación que no funciona, seguir adelante con un divorcio y, para muchos, buscar una pareja. La crisis, sostiene Fisher, “te hace darte cuenta de lo que no tienes y te impulsa a llenar los vacíos en la vida”.
“Cuando esto termine habrá un deseo enorme de vivir. Todo mundo tiene deseos de vivir y eso va a prevalecer. Si no prevaleciera el instinto de vida por el de destrucción en la raza humana ya hubiéramos desaparecido”, sostuvo en diálogo con Infobae Claudia Borensztejn, presidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
Los nativos digitales, que a través de aplicaciones en línea han disfrutado de la libertad de administrar sus vidas sociales y sus enredos románticos de los que carecieron las generaciones anteriores (deslizar hacia la izquierda o derecha, curving, efecto fantasma y bombardeo de “vistos”) ahora se encuentran incapaces de ejercer esa independencia.
Dacher Keltner, un sociólogo de la Universidad de California en Berkeley, se preocupa por el impacto a largo plazo del distanciamiento social en los solteros que viven solos. Sostiene que el tejido de la sociedad se mantiene unido incluso por el contacto físico más pequeño. “El tacto es una condición social tan importante como cualquier otra cosa”, dice. “Reduce el estrés, hace que las personas confíen unas en otras y permite la cooperación. Cuando miras a las personas en confinamiento solitario que sufren de privación táctil, ves que pierden la sensación de que alguien les respalda, que son parte de una comunidad y están conectadas con otros".
Peor aún, la soledad puede afectar la salud de un individuo. Los estudios han demostrado que la soledad extrema está asociada con el aumento de la inflamación del sistema inmunitario. “En circunstancias normales, cuando te sientes solo, corres el riesgo de tener un perfil de salud estresado y comprometido”, dice Keltner. “Agregue a eso la cuarentena, y eso realmente eleva la severidad”.
Y luego está el obvio problema carnal. La Junta de Salud de la Ciudad Nueva York emitió pautas sobre el sexo en tiempos de coronavirus, alentando a los neoyorquinos a evitar las conexiones y sugiriendo que sustituyan la masturbación por las relaciones sexuales: “Usted es su pareja sexual más segura”. La advertencia del gobierno hilarantemente descarada rápidamente se hizo viral en las redes sociales, pero a medida que la realidad de la abstinencia se establece entre las personas, comienzan a preguntarse cómo su comodidad con la intimidad física puede cambiar para siempre.
Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas y miembro clave del grupo de trabajo sobre coronavirus de la Casa Blanca, ya ha dicho que "no cree que debamos estrecharnos la mano nunca más”. Keltner agrega que los solteros podrían alterar fundamentalmente la forma en que interactúan con extraños en las primeras citas: incluso una vez que haya una cura para el coronavirus o la pandemia, una generación entera lo pensará dos veces antes de abrazar a un extraño en una primera, segunda e incluso tercera cita.
Las citas, que cambiaron mucho en la última década, se han transformado una vez más. Hay incluso más riesgos a considerar y recompensas potencialmente mayores: enfermedad y muerte en un extremo, pero en el otro, la conexión humana en un momento de soledad obligatoria. ¿Las relaciones que salgan de todo esto durarán? ¿O será como el uso típico de una aplicación de citas: algunos éxitos, muchos errores, muchos mensajes groseros y perfiles cuestionables? ¿Cómo será para las parejas al otro lado de esto?
Somos criaturas sociales y, por supuesto, encontraremos formas de continuar teniendo citas, principalmente a través de Skype, FaceTime, Zoom y otras aplicaciones de videollamadas. “El amor romántico nunca morirá”, dice Fisher. Ella dice que nuestros cerebros tratan el amor romántico como una necesidad central, como la sed y el hambre. “La sed y el hambre no van a morir, y tampoco lo son los sentimientos de amor y apego que le permiten transmitir su ADN a la próxima generación”, sostiene. Además, los tiempos nuevos desencadenan la dopamina en el cerebro, y ciertamente estamos viviendo tiempos nuevos.
“Uno puede imaginar que en un primer período habrá temor y desconfianza. Quizás habrá miedo al contacto y mayor distanciamiento, pero también hay que pensar que el ser humano tiene deseos y dentro de ellos está el deseo de unirse, de amar, de formar una pareja y una familia, cosas que indudablemente van a seguir sucediendo”, añadió Borensztejn.
Según expresó el doctor Benjamin Karney, profesor de psicología social en la Universidad de California, el tipo de relación que una persona busca en este contexto puede cambiar. En tiempos de abundancia, la gente puede querer cosas como la aventura o la emoción, “pero cuando esta crisis hace que nuestros hogares sean el único lugar y compañía que frecuentamos, la necesidad de otras personas se convierte en muy importante”, dijo. Atrás quedaron las conversaciones banales, reemplazadas por la discusión sobre cómo lidiar con una crisis global.
Ahí radica una especie de expansión a las nuevas reglas. El beneficio adicional, para optimistas como Fisher, es que aquellos que están solteros tienen tiempo y medio para fomentar esas conexiones. Estamos atrapados en casa, a la vez solos, ansiosos, aburridos, curiosos, tristes, asustados y cualquier otro sentimiento que la presencia del virus haya inspirado si nosotros mismos tenemos la suerte de estar sanos. Pero desde casa, estamos hablando el uno al otro.
Recientemente, Tinder hizo su función “Pasaporte” gratuita para todos los usuarios, para que puedan hablar con otros sin importar su ubicación. ¿Qué otra opción hay realmente? Sin bares, restaurantes, fiestas en casa, asados, amigos de amigos que te presentan amigos, la única forma de conocer a otros en este momento es a través de Internet para bien o para mal.
En la estimación de Fisher, esta es una nueva versión de citas antiguas, donde la primera etapa del noviazgo es súper prolongada. “Habrá menos primeras citas porque habrá más personas que abandonen durante el proceso de evaluación de video chat inicial, pero la primera cita será más significativa”, dijo Fisher.
¿Qué deparará el futuro después de este período de retención masiva esencial? Las reglas y regulaciones COVID-19 de cada ciudad y país del mundo cambiarán y evolucionarán. Es demasiado pronto para decir cuándo las cosas volverán a ser “normales” o qué aspecto tendrán incluso entonces. Los científicos sociales ya están recopilando datos para ayudar a recordar cómo nos conectamos en este momento, pero, salvo que exista más investigación, es difícil decir si habrá cambios permanentes o cuáles serán.
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