En el barrio de Caballito, en Buenos Aires, muchos vecinos deben recordarlo. Es “el chinito” que atendía los fines de semana en el autoservicio de la calle Guayaquil 375, casi esquina Beauchef.
Sólo los fines de semana, sí. Porque durante la semana Quan Yao Chen, rebautizado Oscar en Argentina, estudiaba Administración de Empresas en la Universidad de Buenos Aires. De lunes a viernes, al frente del negocio estaba su mamá, Hanna, que se convirtió en un personaje muy popular entre los clientes:
- Mi mamá ahora está jubilada y vive cerca, aquí en Taichung, a una hora y media… está muy activa, pinta y toma clases de canto… Hasta el día de hoy recibe mensajes y saludos de clientes de aquella época…
Desde su casa en la capital taiwanesa, Oscar me habla por teleconferencia vía Skype. Lo veo y lo escucho a 18.939 kilómetros y de repente oigo una melodía pegadiza, casi como de espectáculo circense:
- Te explico de qué se trata… Es el camión de recolección de residuos… Todos los días pasa y se anuncia con una música, para que los vecinos sepan que tienen que sacar la basura… Es una vieja costumbre taiwanesa…
A Oscar lo conocí gracias a la radio. Fiel oyente por internet, empezó a mandarme mails en el 2011, a mis programas nocturnos en Radio El Mundo. La diferencia horaria -era la mañana, para él- favorecía esos contactos. Y cuando empezamos a hacer videollamadas por WhatsApp, en 2016, fue frecuente visitante de nuestro programa. Fue entonces cuando nos contó que había comenzado a exportar preservativos desde Taiwan a Sudamérica:
- ¡Ah, sí… ja jaja!… Yo tenía una socia china, exportábamos medicamentos genéricos, que aquí son muy buenos y baratos… Pero hubo problemas con un laboratorio de Panamá y tuvimos que suspender el proceso… Un día ella me preguntó qué se podía vender fácilmente para América Latina… Y yo le contesté que vendiésemos preservativos, porque a los latinos les gusta mucho tener relaciones sexuales… El latino es más amoroso, la frecuencia de las relaciones sexuales es mayor que en Oriente… Las primeras partidas no tuvieron mucho éxito… Hasta que descubrimos que estábamos enviando medidas muy chicas para el standard de los varones latinoamericanos…
La familia de Oscar había llegado a la Argentina en la década del 80. El señor Cheng Fa, su papá, decidió que la familia tenía que vivir en un lugar geográficamente más amplio, menos contaminado y con otras oportunidades. No fue el único caso, como bien señala la investigadora Laura Bogado Bordazar:
- Los chinos provenientes de la isla de Taiwan emigraban en familias y en su mayoría traían un capital propio que les permitió desarrollarse casi inmediatamente en la actividad comercial. Asimismo, Taipei en esa época experimentaba un desarrollo explosivo, mostrando índices muy altos de densidad de población. Por lo tanto, estos motivos se combinaron para influir en la voluntad de emigrar de las familias enteras, que generalmente elegían aquellos países donde hubiera algún familiar.
- Mi papá era un poco aventurero… Quería vivir en un lugar más grande, con más posibilidades, aprender otro idioma… Y para él, el continente americano era como una fantasía, un mundo por descubrir… Hablaba de viejas civilizaciones, de las ruinas… Primero íbamos a ir a Bolivia… Hasta que un tío, que ya vivía en la Argentina, le dijo que el mejor lugar era Buenos Aires… Lindos paisajes, buen clima y poca gente…
Por eso, en 1985, la familia -papá, mamá y tres hijos- ya estaba instalada en el barrio de Palermo. Oscar tenía 15 años y apenas hablaba castellano:
-Antes de salir para Argentina yo había ido a un instituto en Taiwan, donde aprendí lo más básico… El abecedario, los números, cómo saludar…
A las pocas semanas abrieron un autoservicio en la calle Uriarte. Pero a los pocos años sucedió lo que nadie había previsto, ni los académicos ni el tío:
-En 1989 se desató una hiperinflación galopante… Era algo terrible… ¡Dos veces por día teníamos que cambiar los precios de la mercadería en las góndolas!…
El papá se volvió a Taiwan, donde empezó a trabajar y a enviar dinero para la familia. Poco después también regreso la mamá. Oscar y sus dos hermanos se quedaron solos, al cuidado de sus tíos.
Pero la aventura apenas había comenzado.
La primera en regresar fue Doña Hanna, su mamá. Venía con un proyecto y algunos ahorros para concretarlo. Por eso, de inmediato, se instalaron en Caballito, en la calle Guayaquil casi Beauchef:
- Allí pusimos un autoservicio que fue muy popular en el barrio… Mi mamá estaba al frente… mañana, tarde y noche. Tenía muy buen trato y los clientes la apreciaban mucho…
A los pocos meses también volvió el papá y toda la familia empezó una nueva etapa. Oscar, por su parte, ya había comenzado a jugar al béisbol:
- Vos sabés que el béisbol es el deporte nacional en Taiwan… Yo jugaba desde muy chico en mi país. Y al llegar a Argentina un amigo que era paisano, de la comunidad, llamado Pablo, me invitó a jugar en el Club Comunicaciones… Allí llegué a ser titular y salimos campeones. Tuve a un entrenador muy famoso, llamado Fernando Garrido, al que llamaban “el Gallego”… Él fue quien me bautizó Oscar, porque para los compañeros era muy difícil decir Quan Yao Chen, mi nombre en chino, cuando hacíamos una jugada en pleno partido… Y me quedó Oscar… Ja ja, como es un nombre de otra generación, cuando iba a cualquier lugar pensaban que yo era mayor, la gente que no me conocía personalmente pensaba que yo era más viejo…
La superación personal y el esfuerzo eran consignas muy claras en la familia:
-Mi papá siempre nos decía que había que estudiar… Yo hice el bachillerato en el Nacional No. 10 de la calle Quito. Y después terminé la carrera de Administración de Empresas en la UBA.
Es probable que al leer esta crónica haya ex compañeros de Oscar que lo recuerden. Lo mismo que Pablo, que en realidad se llama Chi Ming y hoy es profesor de idioma español en la Universidad de Taiwan.
Y quizás también alguno de los taiwaneses que llegaron en la década del 80 recuerde aquel romance que nació en la Iglesia Presbiteriana de la calle Mendoza.
Fue allí que Oscar conoció a Mei Choun, a quien todos llamaba Cecilia.
Durante varios meses fueron simplemente amigos, y por fin se dieron cuenta de que estaban enamorados.
Se casaron. Fueron de luna de miel a San Martín de los Andes. Y tiempo después, en el barrio de Caballito nació Rebeca, su primera hija.
Hasta que en el 2001 los tres se fueron a Taiwan. Un poco por la crisis de ese año en la Argentina y otro poco porque le ofrecieron un trabajo. Acaso animado por el mismo espíritu aventurero de su papá, Oscar fue sucesivamente directivo del incipiente fútbol taiwanés, entrenador de béisbol y también periodista en el popularísimo portal digital ET Today. Viajó mucho y pasó largas temporadas en Honduras, en Cuba, en Panamá, en Guatemala… Y fue exportador de mercaderías muy diversas: de pescado, de autopartes, de medicamentos genéricos, de memorias para cámaras fotográficas. Y como queda dicho, de preservativos.
Este último dato despierta su costado porteño, que aparece a través de la distancia:
-Sí, de forros… Ja ja…
Seguimos comunicados por Skype. El reflejo del sol ya comienza a entrar por las ventanas de mi casa, mientras que anochece en Taipei.
Mientras tanto, el Coronavirus azota a todo el mundo. Las noticias del día dicen que en Argentina la cuarentena habrá de prolongarse. Las estadísticas de Europa y Estados Unidos son escalofriantes.
Pero Taiwan es una excepción:
-Julio, aquí hemos tenido 426 casos… Y hasta ahora, sólo hubo 6 muertes… Y somos una población de 23 millones de personas.
Oscar tiene muy fresca la historia de esta tragedia:
-Vos sabés que en diciembre unos médicos de Wuhan descubrieron que un grupo de trabajadores de un mercado de mariscos estaba enfermo con un tipo desconocido de neumonía… Y cuando el médico Li Weng Liang se lo comunicó a un grupo de colegas suyos, las autoridades lo acusaron de propagar rumores falsos y lo obligaron a disculparse… Pero él se contagió y murió el 7 de febrero… Muy rápidamente empezaron a infectarse muchas personas… Nosotros supimos todo eso inmediatamente porque en Wuhan hay fábricas de empresarios taiwaneses…
Recordemos que Taiwan es una isla separada de China continental, a unos 180 kilómetros. Tiene una superficie de 35.980 kilómetros cuadrados. Comparando con nuestra geografía: la provincia de Jujuy mide 53.219. Como sabemos, es una isla que antes se llamaba Formosa y desde 1949 es independiente de China continental. Y pese al histórico enfrentamiento político, hay relaciones comerciales muy intensas:
-Una de las empresas taiwanesas en China comunista es Foxconn, que en nuestro idioma es Hónghâi… Produce una gran cantidad de elementos para el iPhone. Otra es Presidente, una empresa de productos lácteos…
El relato de Oscar se detiene en un hecho significativo:
-Lo peor de todo sucedió en el banquete comunitario del 18 de enero… Es una tradición, de la que participan 40 mil familias… Todas hacen una ofrenda de alimentos y llevan sus comidas favoritas para compartir… Allí empezó un contagio gigantesco y el virus se propagó… Entonces llegó el mensaje y los directivos aquí supieron que muchos de sus empleados dejaban de trabajar porque tenían que ir al hospital… Le avisaron inmediatamente al gobierno, que de inmediato suspendió los vuelos… Nosotros tenemos mucho contacto con Wuhan, tres vuelos diarios directos…
La presidenta de Taiwan, Tsai Ing-wen, tomó otras medidas. Ya el 20 de enero se exigió que los hospitales hicieran los exámenes obligatorios a todas las personas sospechosas de tener el virus. Y si bien la mascarilla es muy común en el país y los ciudadanos la utilizan voluntariamente cuando están resfriados, el uso fue obligatorio. Se controlaron las fronteras y se estableció la prohibición de viajar a China, Hong Kong y Macao. Y desde el mes de febrero se impusieron cuarentenas a los viajeros que llegaban desde el exterior:
-El que llega del exterior no puede tomar transporte público. Sólo taxis, en los que hay una lámina que divide el espacio entre el pasajero y el conductor… Además, el pasajero tiene que hacer una declaración jurada, sincera, sin mentir… Tiene que dar los antecedentes del viaje, su domicilio, su celular, los datos familiares… Y es internado en un centro sanitario, con un seguimiento permanente de su estado de salud, para hacer la cuarentena.
Ante esa palabra, “cuarentena” le comento a Oscar que nosotros llevamos varias semanas recluidos en nuestras casas. Y me dice algo que me sorprende:
-Aquí en Taiwan no hacemos cuarentena, no nos quedamos en casa… Salimos normalmente de las casas… Todos tenemos que llevar nuestra tarjeta NHI, la tarjeta del Seguro Nacional de Salud, que tiene un chip con toda nuestra historia sanitaria… La mayoría usa mascarilla, aunque no es obligatorio… Salvo en lugares públicos como los bancos, por ejemplo… En ese caso, si no tenés la mascarilla te hacen una multa de 500 dólares. Pero aquí la idea es que todos mantengamos la autodisciplina…
Y me da un ejemplo:
- Esta mañana mi hija Rebeca fue a escuela de manejo porque ella está aprendiendo a manejar… Y no tenía que ponerse el barbijo.
La suma de datos invita a recapitular.
Sólo 6 muertos hasta ahora, en un país de 23 millones de habitantes. Una serie de medidas que comenzaron en enero. Sin duda, se tomaron las decisiones adecuadas rápidamente. Pero hay algo más profundo.
Cuando se desató la epidemia del SARS Taiwán creó un Comando Central para el Control de Epidemias (CECC). Eso fue en 2003. Nunca lo desactivaron, al contrario. Ha estado investigando y haciendo ejercicios experimentales desde entonces. Por eso ahora el ministro de Salud y Bienestar, Chen Shih-chung, sólo tuvo que activar su funcionamiento. Y en pocas horas se puso en acción, tomando las medidas que tenía perfectamente establecidas y ensayadas.
Es decir, Taiwan parece tener una política de estado permanente que le ha dado estos llamativos resultados. Y al mismo tiempo, una población fuertemente cohesionada acompaña las medidas de gobierno. Oscar no oculta su orgullo cuando lo detalla:
- Hoy en Taiwan se fabrican 13 millones de mascarillas por día… Pero hasta hace pocas semanas el país producía muchísimas menos… Sólo había dos fábricas y muy poquitas máquinas… A partir del 24 de enero se prohibió la exportación de barbijos, para asegurar la provisión a los taiwaneses… Se formó una comisión nacional para crear máquinas herramientas para las líneas de producción, hubo que capacitar a los profesionales, se empezó a trabajar contra reloj alrededor del 20 de enero, sólo se interrumpió por el Año Nuevo Lunar , que aquí es sagrado, el 25 de enero… Horas después ya se estaban armando las nuevas líneas de producción, las máquinas, fue algo increíble… En un mes se armaron 60 máquinas, en 92 líneas de producción. Ahora, todos los que participaron de ese esfuerzo son reconocidos por el gobierno como “Equipo nacional de producción de mascarillas”, como si hubieran ganado un campeonato de fútbol…
Lo interrumpo para preguntarle para qué semejante producción. Me da la sensación de que 13 millones de mascarillas por día para una población de 23 millones de personas es excesiva. Pero Oscar me corrige:
-Pensá que las mascarillas son descartables… Vos las usas una vez y las tenés que tirar… Se consumen muchísimas… Y además, donamos a muchos países…
- Ah, las exportan…
-No, las enviamos pero no las vendemos… Las donamos… A la Unión Europea, a Estados Unidos… Y otros países, como Guatemala, Honduras y Paraguay… Tenemos una frase: “Taiwan esta ayudando”.
Inevitablemente, le pregunto si también envían barbijos a la Argentina. Y la respuesta me recuerda un dato de la realidad:
-Con Argentina no hay relaciones diplomáticas…
Muchos lectores de Infobae recordarán la excelente nota de Martín Dinatale, publicada el sábado 18 de abril. En ella se reveló que el encargado de la Oficina Comercial y Cultural de Taipei en la Argentina, Antonio Hsieh, se reunió en los primeros días de febrero con una epidemióloga del Ministerio de Salud. El virtual embajador -de hecho cumple esas funciones, a falta de relaciones diplomáticas- deseaba transmitirle a la funcionaria la experiencia que Taiwan había adquirido en estas últimas semanas.
Según parece, los alineamientos políticos impidieron que Argentina aprovechara esa magnífica información.
Algo similar ocurre con la actitud de Tedros Adhanom, director de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Oscar, el “argenchino” que nos habla por Skype desde Taiwan, lo dice sin vueltas:
-Nosotros estamos muy apenados porque Taiwan intentó avisar a principios de enero, cuando apenas nos habíamos enterado de lo que pasaba en China… Pero la OMS no lo quiere reconocer… Ahora admite que hubo una carta, pero dice que no mencionaba la gravedad de la situación… Es una lástima, porque el primer caso fue el 27 de diciembre… ¡Cuántas personas murieron desde entonces por ese incumplimiento de la OMS!… El director Adhanom nos acusó de discriminarlo por su color de piel… ¡En Taiwan no discriminamos a nadie! Nosotros nos sentimos discriminados, porque no somos reconocidos por la OMS y ni siquiera podemos participar de la Asamblea Mundial de la Salud, la WHO… Ni como oyentes… Buscando un ejemplo futbolístico, no somos jugadores pero ni siquiera espectadores…
Probablemente, la actitud del subdirector de la OMS, Bruce Aylward, acentuó el enojo de los taiwaneses, que Oscar expresa airadamente:
-¡Todo el mundo vio a ese señor, haciendo que no oía a la periodista de Hong Kong que le preguntaba si la OMS rechazaba a Taiwan por las presiones de China! Colgó la videollamada y cuando se reconectó dijo “de China ya hemos hablado, pasemos a otro tema”…
Cecilia aparece en cámara. Me saluda y me promete que va a enviarme unas fotos que sacó en una estación de subterráneos.
Les pregunto si funcionan normalmente, si la vida de todos los días se ha alterado. Oscar me responde:
- Aquí todo está funcionando. Algunos rubros como la hotelería o las cadenas internacionales de restaurantes están en crisis, porque no tienen la cantidad suficiente de clientes extranjeros. Pensá que aquí en el 2018 entraron 14 millones de turistas extranjeros… Normalmente tenemos cinco exposiciones internacionales por mes… Y eso ahora se ha modificado. Pero los negocios están abiertos, para mí no hay nada diferente…
Tampoco es distinta la organización hogareña en la casa de la familia Chen, porque con la noche de Taiwan llegó la hora de cenar. Aparece Rebeca, la hija que nació en Argentina hace 20 años. Y Yo-yo, la taiwanesa de 16 años. Sin dudas, la teleconferencia ha concluido.
Una pincelada de emoción tiñe la comunicación digital cuando Oscar se despide:
- Cuando esta pandemia se termine, voy a viajar a la Argentina con toda mi familia… Quiero volver a San Martín de los Andes, donde Cecilia y yo pasamos la luna de miel, pero esta vez los cuatro juntos…
Y antes del click final, se conmueve:
-Saludos para todos… Pase lo que pase, yo quiero a mis paisanos argentinos…
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