El sábado pasado un vuelo de repatriados, proveniente de Miami, trasladó el cuerpo embalsamado de un empresario que murió en Nueva York sin haber declarado que tuvo coronavirus. Se abrió una causa judicial y el cadáver, guardado en un féretro herméticamicamente sellado, quedó aislado en los depósitos del aeropuerto de Ezeiza. Está descartada cualquier posible propagación del virus durante el vuelo, y ahora en el depósito del aeropuerto internacional, según aseguraron en el Ministerio de Salud de la Nación.
Eso mismo confirmó a Infobae, Daniel Carunchio, el primer experto en tanatopraxia del país y sobrino del reconocido Alfredo Péculo, fundador de Cocherías Paraná, una de las empresas funerarias más importantes de la Argentina. “El traslado del cuerpo embalsamado en la bodega del avión no produjo ninguna posibilidad de propagación del virus entre la tripulación del avión. El cuerpo está dentro de una bolsa plástica con cierre hermético colocado en un cajón metálico sellado, que va dentro de un ataúd de madera y éste a su vez en un embalaje de madera”.
La tanatopraxia, o el arte de la preservación de los cuerpos, es una práctica que viene creciendo en la Argentina desde 1982 cuando se comenzó a sumar como un servicio en las empresas funerarias del país. Carunchio es un precursor en la materia. Lo llaman el “embalsamador de los presidentes” porque acondicionó los restos de Arturo Frondizi, Juan Domingo Perón y también de figuras conocidas como Amalia Fortabat, Leonardo Favio y Carlitos Menem, entre otros. Apoyado en esa vasta experiencia, el especialista brindó detalles acerca de la relación del nuevo coronavirus y el proceso de embalsamamiento en referencia a la aplicación de métodos para la higiene, la conservación y el cuidado estético del cadáver.
¿El proceso de embalsamamiento elimina el virus que causa la enfermedad COVID-19? “Este procedimiento elimina el 95% de los virus, aunque en el caso del nuevo coronavirus creería que sí pero no puedo garantizar que sea en ese porcentaje. Esto es todo muy nuevo. Ya hay varias universidades de Estados Unidos, como la de Cincinnati, que lo están estudiando”, respondió el gerente general de la cochería Carunchio-Péculo servicios funerarios, ubicada en la localidad de Boulogne en la zona norte del Gran Buenos Aires. Carunchio preside la Asociación Argentina de Tanatopraxia, entidad desde la cual dicta cursos sobre esta práctica.
“Nosotros preparamos el cuerpo para que pueda presentarse a sus seres queridos y lo puedan despedir casi como era en vida, sin ningún riesgo microbiológico, porque cuando una persona fallece muchos microorganismos mueren, pero otros continúan viables por un tiempo”, explicó Carunchio. Y amplió: “En el procedimiento de embalsamamiento inyectamos bactericidas, germicidas y conservantes, que varían según el tipo de muerte, es decir la enfermedad que la ha causado. En líneas generales, con nuestra técnica se mata el 95% de los gérmenes, pero en el caso del nuevo coronavirus no podría garantizarlo en este momento. Estamos ante un virus desconocido hasta fines del año pasado; esperamos los resultados de las investigaciones que se están llevando a cabo”, insistió.
Cómo se embalsama un cuerpo
Infobae consultó también a Guillermo Mangione, otro experimentado tanatopráctico que se formó con Carunchio. Es dueño de la Cochería de La Merced, ubicada en la localidad de Maipú, en la provincia de Mendoza, y en 2001 fundó la Cámara Argentina de Tanatopraxia. Los dos especialistas explicaron paso a paso cómo es el procedimiento de conservación cadavérica que, en general, puede demorar entre 45 y 60 minutos y es realizado por 1 ó 2 tanatoprácticos vestidos con equipo de bioseguridad de alta protección. Los principales pasos del trabajo son:
Autopsia clínica. En primer lugar, se desinfecta externamente el cuerpo y se procede a realizar una revisión general del mismo, lo que se llama “autopsia clínica”, para detectar las condiciones en las que se encuentra el cadáver. En esta etapa se libera al cuerpo de la rigidez cadavérica o rigor mortis y se determina el punto de acceso de los fluidos que se inyectarán, que puede ser cualquier arteria, la más utilizada es la carótida, ubicada en el cuello.
Perfusión. Consiste en el reemplazo de la sangre por un total de entre 8 y 9 litros de fluidos que se introducen al sistema vascular del cuerpo. Se inyectan bactericidas, desinfectantes, germicidas, conservantes, como alcohol metílico, borato de sodio, formol, glicerina y amonio cuaternario, un derivado del amoníaco, entre otros. Así se va recuperando el color natural de la piel y a medida que el producto acuoso va llegando a las extremidades, la piel se vuelve más permeable y los tejidos toman más elasticidad. La solución reemplaza la sangre y “lava” todo el sistema arterial y celular. Como los virus no pueden vivir por sí solos, sin células vivas no tiene más posibilidades de sobrevivir y reproducirse.
Aspiración de líquidos y gases. A continuación, se extraen todos los líquidos y gases que están alojados en la cavidad torácica y abdominal, y se colocan otros fluidos que actúan como conservantes de los órganos y eliminan todos los microorganismos que quedan en ellos. Luego se aspira nariz y boca, se tapan las fosas nasales y la tráquea y se cierran la boca y los ojos. Se aplica colodión elástico, similar al botox, para realzar las facciones naturales de la cara. Se procede luego a lavar y desinfectar todo el cuerpo y se sutura la incisión de unos 2 centímetros realizada en la arteria utilizada para inyectar los líquidos.
Cosmética. Siguiendo las indicaciones de los familiares se arregla el pelo, se afeita o empareja bigote o barba, se emprolijan las uñas y se maquilla, por ejemplo, para realzar labios, cejas, pestañas. Se viste el cuerpo y/o se coloca la mortaja, en base a la elección de los familiares, y se coloca en el ataúd.
“Con nuestro trabajo se eliminan todas las facciones moradas de tono azulado (cianótico) por falta de oxígeno sanguíneo, el estado de descomposición y la emanación de olores. Se logra un cuerpo que descansa, que duerme en un estado natural, lo que permite a sus seres queridos hacer una buena elaboración del duelo”, apuntó Carunchio.
El costo de este procedimiento arranca en los 6.000 y 8.000 pesos y puede elevarse hasta 30.000 y 50.000 pesos si se trata de un cuerpo que ha sido sometido a una autopsia o que ha sufrido un tipo de muerte violenta, situaciones en las cuales el cadáver requiere un mayor trabajo de recomposición y acondicionamiento. En las casas funerarias que brindan este tipo de trabajo señalan que cada vez se elige más y que alcanza casi la mitad del total de los servicios.
Argentina sin velatorios ni cuerpos embalsamados
En estos tiempos de pandemia por la COVID-19, el protocolo de Argentina establece la prohibición de realizar velatorios -debido a la aglomeración de personas-, embalsamamientos y acondicionamiento de cadáveres.
El Ministerio de Salud de la Nación publicó en marzo el documento Procedimiento para el manejo de cadáveres de casos de COVID-19 en el que sugiere aplicar lo contemplado en las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicadas en 2014 sobre Prevención y Control de las infecciones respiratorias agudas con tendencia epidémica y pandémica.
“Si la persona falleció a causa de coronavirus -explicó Carunchio-, el cuerpo debe ser introducido en una bolsa plástica de alta densidad, impermeable y con cierre hermético, debidamente identificada como material infectocontagioso especial, se debe rociar con lavandina, se coloca en una segunda bolsa, luego en un cajón metálico sellado y finalmente en el ataúd de madera. Como destino final se aconseja la cremación”.
En Estados Unidos no siguen las recomendaciones de la OMS sobre el manejo de cadáveres en pandemia. Allí se continúa con el protocolo normal y se están realizando los procedimientos de conservación cadavérica de los cuerpos hayan fallecido por coronavirus o no, tal como sucedió con el cuerpo del empresario de 91 años que murió en Nueva York.
En este sentido, Carunchio remarcó a Infobae que “durante la pandemia, en todo el mundo, en ningún caso un cadáver puede ser trasladado de un país o otro y mucho menos si murió como consecuencia de una enfermedad infectocontagiosa”.
“En tiempos sin pandemia -agregó Carunchio- para trasladar un cuerpo embalsamado se requieren tres certificados: el de defunción, otro que certifique que no murió a causa de una enfermedad infectocontagiosa y un tercero que informe que fue sometido a prácticas de tanatopraxia”.
SEGUÍ LEYENDO: