Hasta hace unos meses, Christian Galván (46) trasladaba estudiantes del primario a excursiones o al campo de deportes. Ahora lleva y trae pacientes sospechosos de coronavirus. “Es todo un riesgo, pero me siento feliz de estar ayudando a achatar la curva. Si alguna de estas personas llegara a tomar el transporte público para ir al hospital, y después se confirma que están infectadas, los contagios se multiplicarían”, advierte el chofer de micro.
Acostumbrado a realizar trayectos ruidosos y con voces de niños, ahora Galván hace viajes en silencio. Aunque quisiera conversar con los pasajeros, tampoco lo escucharían. En un video que comparte con Infobae, el hombre muestra cómo le acondicionaron el micro en función de los protocolos dispuestos por el Ministerio de Salud de la Nación. “Me hicieron una cabina bien sellada con un plástico que va de techo a piso y de pared a pared, para no tener contacto con los pasajeros. Estoy a cuatro metros de distancia, totalmente aislado”, explica.
Su jornada -cuenta orgulloso- arranca a las 10 AM. Media hora más tarde, estaciona sobre la Avenida Riestra, a pocos metros del Barrio 31, donde está el Centro de Salud N° 31 y donde ya se confirmaron dos casos de coronavirus. Después, con posibles pacientes de COVID-19 abordo o no, se dirige hasta el CeSAC N° 19, de la Villa 1.11.14. Su recorrido finaliza en el Hospital Piñero. Luego tiene la obligación de pasar por el lavadero de autos ubicado en San Juan y 9 de julio para desinfectar el ómnibus. Ese mismo trayecto lo repite dos veces más: a las 12.30 PM y a las 15 PM. “Hasta el momento trasladé 40 personas, es decir, entre 3 y 4 por día. La mitad estaba infectada”, cuenta.
La iniciativa se desprende de la Secretaría de Transporte y Obras públicas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que, con el objetivo de reactivar el trabajo, convocó a conductores de taxis y micros escolares para transportar personas con posibles síntomas de COVID-19 durante la cuarentena total.
Entre los requisitos, solicitaban menores de 50 años que (declaración jurada mediante), aseguraran no contar con enfermedades preexistentes ni ellos, ni las personas con las que conviven.
¿Cómo es la logística? Mientras los taxistas se encargan de trasladar pacientes sospechosos de coronavirus desde las Unidades Febriles de Urgencia (UFU) hacia los hoteles asignados para el tratamiento leve; los choferes de micros escolares, en cambio, recorren los barrios vulnerables trasladando pacientes desde los Centros de Salud (CeSAC) hacia las UFU, ubicadas en los Hospitales más cercanos.
Antes de empezar a brindar el servicio, los conductores recibieron una capacitación y los vehículos se adaptaron para asegurarles un aislamiento total. En el caso de los taxis, fueron enviados a una tapicería en la que se les realizó el “aislado” para evitar el contacto entre el conductor y el pasajero. En los micros, también se aisló totalmente al chofer, y además, se anularon más de la mitad de los asientos, de manera que quienes viajan cumplan con el distanciamiento social correspondiente.
Lo más importante: luego de cada viaje, tanto los taxis como los micros, deben pasar por un lavadero asignado para realizar una desinfección, siguiendo los protocolos del Ministerio de Salud.
Cuando lo contactaron para hacerle la propuesta, Guillermo Daniel Figueroa (45) enseguida dijo que “Sí”. “Me entusiasmó pensar que podía ayudar a partir de mi trabajo", dice el hombre, oriundo de Pompeya y padre de dos hijos. Unos días después, sin embargo, le agarró “un miedo terrible”. "‘¿Dónde me metí?’, pensaba. Tenía terror de poner en riesgo a mi familia”, se sincera.
Sus nervios se aplacaron cuando vio cómo le habían tapizado el auto y la protección de la que dispondría: guantes, barbijo, alcohol y alcohol en gel. En casi doce días de trabajo -cuenta- llevó cuatro pasajeros.
"Llegan acompañados por un médico, en mi caso del hospital Penna, y se bajan en los hoteles, donde los están esperando para que cumplan con el aislamiento. Durante el viaje trato de darles charla para que se queden tranquilos. Les digo que en el hotel los van a cuidar y hago hincapié en que así están ayudando a toda la sociedad. Porque si tienen síntomas de coronavirus y andan por ahí es un riesgo para todos”, reflexiona.
Guillermo es chofer de taxi hace veinte años. Como la Pandemia lo dejó sin trabajo, decidió sumarse a la iniciativa coordinada por la Secretaría de Transporte y Obras Públicas de la Ciudad para poder cobrar un sueldo que, en el caso de los taxistas, es de 60 mil pesos.
De San Martín, Vanessa De Lima (40) es otra de las conductoras de taxi que se vio afectada por el COVID-19. "Acepté realizar estos traslados porque me quedé sin trabajo”, apunta la mujer cuyos primeros viajes fueron desde el Hospital Rivadavia. A partir del lunes 20 de abril, le asignaron el Zubizarreta.
Hasta el momento -cuenta Vanessa- llevó una sola pasajera. Fue el sábado 18 de abril a las 16 PM. Era una médica de terapia intensiva que desde hacía dos días tenía 37,8 de fiebre. "Hablamos poco, pero la noté tranquila. Se había hecho un hisopado y tenía que esperar aislada en un hotel”, precisa Vanessa quien dejó a la doctora en el Escorial, ubicado en la calle Salta 92.
“Dentro del auto el aislamiento es total. El riesgo mayor, aunque nos dejen pasar al baño para lavarnos las manos, lo tenemos mientras esperamos a los pacientes en la puerta del hospital”, sostiene Vanessa. Guillermo Figueroa, también chofer de taxi, coincide con ella y agrega que, en su caso, el único momento en que se baja de auto es cuando lo lleva al lavadero para realizar la desinfección.
Acerca de lo que puede llegar a pasar en mayo, fecha en que se espera el pico de la pandemia, el hombre dice que prefiere no anticiparse. “Si algo vengo aprendiendo con esta enfermedad es a lidiar con lo inesperado, con el no saber”, cierra.
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