Mientras las fronteras del mundo se cerraban y nos confinábamos en nuestras casas para amesetar contagios, el tema Covid-19 dio pie a una “suelta” inédita de contenidos culturales. Libros, obras de teatro, películas, recitales: el único tráfico libre de virus permitido para hacer más llevadero el eterno día de la marmota que vivimos en cuarentena. La pornografía no podía (ni quiso) quedar fuera de esta tendencia de cooperación planetaria… y entonces el consumo de las mujeres se disparó.
“Me estoy masturbando como nunca y a full con porno. Consumo más porque es un momento de conexión con mi cuerpo, con sensaciones, y como vivo sola estoy tranquila en casa. Así como algunos hacen yoga o gimnasia con tutoriales, yo miro porno, me conecto conmigo misma y me desconecto de las preocupaciones laborales”. Sofía es personal de sanidad. El coronavirus la estresa, le da miedo, la preocupa. El porno la lleva lejos del hospital público sin recursos donde cumple sus obligaciones. “Lo tomo como un juego, como un estímulo externo que abre la posibilidad a cosas nuevas que quizás no sabía que me podían calentar”.
“Quedate en casa y ayudá a achatar la curva!”, propuso en Twitter Pornhub, el sitio pornográfico más visitado del globo, para anunciar el acceso gratuito a su contenido premium como gesto sanitario contra el tedio social. Solo 48 horas después la empresa registraba un 24,4% más de visualizaciones hot, sin distinción de sexos. Italia, México y Francia, las zonas con mayor aumento de usuarias femeninas.
“Creció considerablemente la demanda. Desde siempre recomiendo ciertas producciones de porno, pero en estas semanas me contactaron un montón de mujeres que participaron hace rato de las charlas que doy para que les recuerde qué conviene mirar. Noto muchísimo interés por parte de las mujeres”, cuenta Tati Español, la ideóloga de “Todo sobre tu vulva”, un seminario intensivo de aprendizaje colectivo sobre el placer sexual de las mujeres y de las personas con vulva (varones trans).
Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa
No todo es lo mismo, y la pornografía en reclusión no se limita a una cuestión de cantidades. Los tiempos de pandemia parecen haber habilitado también las reflexiones sobre los contenidos sexuales que queremos ver.
Laura Milano es becaria del Conicet y autora del libro “Usina Posporno”. Los primeros días de aislamiento preventivo y obligatorio, un poco en serio y otro poco en chiste, empezó a usar sus redes para sugerir proyectos porno transfeministas, queer, posporno, éticos y autogestivos. La idea explotó y enseguida dio forma a “Porno, quiero revolcarme con vos”, un curso virtual de dos horas que cruza pornografía, arte y feminismos.
En diálogo con Infobae, Milano comparte la experiencia: “Son muchas las mujeres, lesbianas, trans y personas no binarias que se acercan al curso. Hay un deseo activo por conocer propuestas de porno independientes/disidentes/feministas que realmente puedan representar sus deseos y conquistarlas. No es tanto una preocupación, sino una ocupación. Están con más ganas de encontrarse con esos materiales que a veces no circulan con facilidad en internet. Pero también hay una fuerte intención de discutir cómo nos interpela la pornografía desde estas subjetividades, y qué podemos construir alrededor de eso”.
Erika Lust es directora, guionista y productora de películas XXX. La “Queen” del porno feminista. Su equipo de trabajo está formado principalmente por mujeres -directora de fotografía, de arte, vestuario, maquillaje, asistente de dirección- y las historias que cuenta se suelen basar en confesiones que le envían sus espectadoras/es. Con el confinamiento puesto en marcha, todas las plataformas de Erika Lust -XConfessions, LustCinema y EroticFilms- registraron un aumento del 30% en las horas de visualización. Muchos de estos contenidos están ahora disponibles gratis. Entre otros, el documental Sex & Love in the Time of Quarantine, que nos invita a las casas de seis performers para ser parte de una andanza sexual.
Desde Barcelona, Lust conversó con Infobae: “Si queremos que la pornografía cambie, las mujeres tenemos que liderar ese cambio. Siempre hemos sido las estrellas en la industria porno pero en manos de los hombres. Cuando quieras ofrecer una visión diferente detrás de la cámara y limpiar los valores de la pornografía seguramente encuentres hombres que se rían de ti ‘explicándote’ que lo estás haciendo mal. Me han criticado, y no solo en España, más por mi visión feminista en el porno que por ser una cineasta erótica. Pero las cosas están cambiando muy lentamente. Se habla de sexo más abiertamente, hay una consciencia mayor de los estereotipos de género. Las identidades y maneras diferentes de vivir las relaciones están emergiendo cada vez más, así que la perspectiva interseccional se está abriendo camino al porno mainstream“.
Todo orgasmo es político
Chabacán, de mal gusto, sucio. El porno está instalado como un discurso con “d” (minúscula) que circula -y vaya si circula- en un magma de discursos con “D” (mayúscula), que son los que “en serio” incluyen valores, normas y creencias que delinean relaciones de poder. La posta, sin embargo, es que la pornografía representa no solo un discurso más sobre sexo, sino que en muchos casos constituye “EL Discurso”. En especial entre los y las jóvenes que, a falta de ESI, se educan más con pornografía mainstream (accesible con un click) que en las escuelas o en sus hogares.
“Ignorar el alcance de la pornografía es un error que pagarán las nuevas generaciones con falta de información, porque lo que reciben quienes ven porno tradicional es, como mínimo, que el hombre debe ser una máquina fálica y la mujer debe estar a su servicio. El mejor antídoto es la producción de representaciones alternativas de la sexualidad y del placer, hechas desde miradas divergentes de lo normativo, que se acerquen a la realidad y muestren vínculos socio-afectivos diversos, equitativos y realistas”. Quien se explaya largo y tendido es la antropóloga e investigadora Agustina Kupsch, representante de Panóptico de género.
Y sigue: “No hablamos de porno soft, light o rosa, como quieren plantearlo sus objetores. Es contenido en el que se ven escenas de sexo explícito y en el que conceptos tan básicos como consentimiento y placer se abrazan. El porno feminista juega con las luces, las tomas, y recrea escenarios de fantasías que no excluyen por género o sexo. No se centra únicamente en el coitocentrismo, y representa una variedad de personas, cuerpos y realidades que hacen muy difícil no excitarse. Es una respuesta revolucionaria, porque muestra a la mujer reconociéndose como sujeto sexual pleno (y no como mero objeto de un deseo masculino hegemónico) y porque nos propone otra manera de relacionarnos con el sexo. Una mucho más positiva y sana”.
Otros cuerpos y recorridos para dar placer. Todo eso espera Sabrina, abogada de CABA, cuando busca en la web experiencias que por fin le permitan disfrutar: “El porno tradicional es una forma de erotismo y de sexualidad que siempre me costó, porque siempre me pareció falocéntrico pero también muy fantasioso e idealizado, y yo me daba cuenta de que mi sexualidad no se condecía con lo que veía. Sentía que el porno no estaba pensado para mí. Pero investigando en redes feministas me encontré con una propuesta diferente, y lo que más me atrae es la presencia de cuerpos `no perfectos´, alternativos al gran culo y las grandes tetas. Y por otro lado que este porno no se centra en el pito y en la penetración y ahí termina la historia”.
Lejos de ser un género de poca monta, la triple equis para adultos representa una manifestación cultural de la sexualidad: el reservorio de estereotipos, de deseos, goces y experiencias íntimas que moldean nuestras formas de asumir y practicar la llegada al orgasmo. Las eternas horas de encierro a las que nos somete el coronavirus pueden ser una grandísima oportunidad para dar con lo que nos excita.
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