En términos de la pandemia de coronavirus la casa es un lugar de protección, no sólo propia sino una forma de cuidar a los demás. El mensaje -con el que todos acordamos- es claro: “Quedate en casa”. Quedate, no salgas, tomá distancia del resto, porque el aislamiento es hoy la única forma de evitar un pico de contagios. Sin embargo, para muchas niñas, niños y adolescentes la casa no es precisamente un refugio. La razón es lo que ya se sabía y ahora se ve agravado por el aislamiento obligatorio: la enorme mayoría de los abusos sexuales contra la infancia suceden en casa y a manos de familiares, especialmente de padres y padrastros.
“Todas las estadísticas nos muestran que la gran mayoría de los abusos sexuales contra niñas, niños y adolescentes no suceden en ámbitos públicos sino en el ámbito privado. Es decir, no son delitos perpetrados en la calle y por desconocidos sino por familiares directos y dentro de alguna casa”, arranca Nora Pulido, coordinadora del Colectivo de Derechos de Infancia y Adolescencia y docente en la UBA.
Las estadísticas del Programa “Las víctimas contra las violencias” lo muestran: el 80% de los abusos suceden en la casa de la víctima, en la casa del agresor o en la casa de otro familiar. Los agresores no son el “cuco” ni el “hombre de la bolsa”, figuras monstruosas que acechan a los niños puertas afuera: en el 75% de los casos los abusadores son familiares, en 9 de cada 10 casos, hombres: padres, padrastros, cuñados, tíos, primos, abuelos.
“Otro dato de investigación histórica señala que el delito se puede ocultar más cuanto más aislada esté la familia. El aislamiento es una práctica propia de los abusadores: atemorizan a los chicos, los amenazan y les cortan la comunicación con la familia ampliada para sostener el secreto. Entonces la escuela, por lo general a través de las clases de Educación Sexual Integral, suele ser el canal de comunicación para que puedan contar lo que les pasa y pedir ayuda. Es por eso que, encerrados y sin clases, el peligro de abuso y malos tratos se agrava”, sigue Pulido.
El valor que tiene la escuela también está probado. A principio de año un estudio del Ministerio Público Tutelar de la Ciudad de Buenos Aires mostró que casi el 80% de los niños, niñas y adolescentes relevados pudieron comprender que fueron abusados después de recibir clases de Educación Sexual Integral en el colegio. Así, mientras mucha gente todavía cree que Educación Sexual es enseñarles a los chicos a ser gays o a tener relaciones sexuales tempranamente, la ESI termina siendo la llave para romper el silencio.
La preocupación, sostienen las expertas consultadas por Infobae, es porque en esta situación hay muchos más obstáculos que antes para pedir ayuda: “Ya es un delito oculto y muy difícil de develar, un hábito patriarcal arraigado milenariamente junto a sus prácticas de ocultamiento. Ahora se suman más obstáculos: más aislamiento, un número para pedir ayuda que no está del todo extendido en el país, la falta de la escuela y de ámbitos recreativos donde suelen contar lo que les pasa y una madre que también está encerrada con el abusador, por lo que su libertad de acción está limitada”, agrega.
El número para llamar y pedir ayuda es el 102, pero sólo funciona en 17 provincias. No todos saben a dónde llamar si viven en un lugar en el que el 102 no funciona, y no todos pueden marcar un número y hablar en voz alta cuando el agresor está dentro de la misma casa. En la Ciudad de Buenos Aires también se puede llamar al 137 y al 144 desde todo el país.
¿Cualquiera puede llamar? “No sólo puede llamar cualquiera: debe llamar cualquiera”, dice a Infobae Marisa Graham, flamante Defensora de Niñas, Niños y Adolescentes. Todavía no hay estadísticas para medir si los abusos sexuales contra la infancia subieron o no: hay menos llamados pero tal vez no sea una buena noticia sino la consecuencia, precisamente, de la dificultad para pedir ayuda con el agresor sin moverse de casa.
“¿Por qué estamos preocupados? Porque hay factores de protección en relación al abuso que en este momento no están, por ejemplo, la escuela. Y hay factores de riesgo que siempre existieron y ahora se profundizan. El aislamiento es el modus operandi del violento, tanto del abusador como del femicida. Por eso es posible inferir que pueden estar aumentando”, agrega Graham.
“Por eso necesitamos apelar a lo comunitario”, sigue. Y hace un llamado a quienes viven en zonas urbanas y también a quienes viven en zonas rurales, donde el aislamiento favorece la impunidad de las violaciones. “Les pedimos a los vecinos de edificios, ahora que escuchamos más, que llamen al 102. Es necesario que haya solidaridad, sororidad y empatía”. El pedido, en las zonas rurales, se extiende a "las y los maestros que recorren parajes aislados llevando tareas. También a quienes están llevando alimentos y medicamentos y están autorizados a salir les pedimos que por favor estén atentos”.
El pedido de “mirar más allá” es también para las y los pediatras que siguen haciendo consultas online y para las organizaciones sociales que están trabajando en territorio, como comedores comunitarios, que mantienen el contacto con los chicos. También para los organismos de protección, para que presten especial atención a las familias en las que ha habido situaciones o denuncias previas de maltrato o abuso sexual.
“Hay dos situaciones para prestar atención. El maltrato, que sí se escucha, y el abuso sexual, que es silencioso”, distingue Yael Bendel, titular del Ministerio Público tutelar de la Ciudad de Buenos Aires, el órgano del poder judicial que defiende los derechos de niños, niñas y adolescentes.
“El maltrato conlleva insultos, gritos, llanto. No estoy hablando de niños que lloran por retos habituales sino de llantos desgarradores e insultos que se escuchan de casa a casa”. En ese caso se puede llamar -incluso de manera anónima- para que un órgano de protección de la infancia pueda ahondar más en la situación, ver si se puede reparar o si hay violencia extrema y hace falta tomar medidas urgentes.
“El abuso, en cambio, es silencioso. Así como los vecinos son un pilar para detectar maltrato, los docentes son un pilar para detectar abuso. Los deberes son importantes pero tal vez la charla con sus docentes mientras estudian es el único contacto con el exterior que tienen. Es una oportunidad para preguntarles cómo están, mirarlos”, sigue Bendel. Para Pulido, además, sería clave que el ministerio de Educación no sólo contemple deberes sino preguntas sobre su bienestar psicofísico. También, y ya que en muchas casas está encendido “Paka Paka”, aprovechar esos canales para brindar información que podría ayudar en “el despertar”.
Estar en casa y con tiempo disponible también puede ser una oportunidad para mirar lo que el ruido, el exceso de tareas y la negación suelen ocultar. “Puede ser una oportunidad para abrir una escucha atenta. Preguntarles cómo se sienten, qué les duele, que les molesta. De esa escucha puede surgir una situación de abuso pero también otros malestares profundos”, concluye Pulido. No es interrogar: es preguntarles qué dibujó, por qué tiene cara de malo el hombre que dibujó, prestar atención a los diálogos que tienen cuando juegan, y a qué juegan.
También es importante poner un ojo extra en los adolescentes, que en muchos casos se encierran en sus cuartos y arman un aislamiento dentro del otro. “No están solos. Con la tecnología pueden estar relacionándose con millones de personas, por lo que en este contexto están mucho más vulnerables al grooming”, cierre Bendel.
El grooming es cuando un adulto -mintiendo o no sobre su identidad y edad- engaña a un chico y genera un vínculo para obtener algo a cambio. No un encuentro en este caso, porque no se puede salir, pero sí, por ejemplo, fotos que luego usan para entrar a las redes de la mal llamada “pornografía infantil”. Mal llamada porque, explica la especialista, “no hay porno cuando hay niños, lo que hay es abuso".
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