El duro testimonio de un psicólogo argentino que atiende pacientes con coronavirus: “Me preguntan si van a morir y no tengo respuesta”

Mario Dupont trabaja en los equipos que el ministerio de Salud porteño destinó para contener a enfermos de Covid-19 y a quienes son contactos estrechos y están sospechados de haberse infectado. Qué miedos tienen y cómo es el sufrimiento de quienes están aislados. Y las herramientas que usa para que enfrenten mejor el dolor de estar en el peor lugar de la pandemia

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El licenciado en Psicología Mario
El licenciado en Psicología Mario Dupont.

“Todo esto estresa demasiado”, reconoce el licenciado en Psicología de la UBA Mario Alberto Dupont (54), uno de los profesionales de la salud que está en la primera línea del combate contra el Covid-19. Con una maestría de Neurosis Traumáticas y Catástrofes Colectivas en la UCES, cuenta que lleva “quince años dándole el resultado de positividad a pacientes con VIH y atendiéndolos luego. Trato a algunos que están en un estado de estabilidad y he acompañado a otros hasta su muerte. En este momento, estamos en lo agudo de la situación del coronavirus. Y como en cualquier situación de desastre, en esta pandemia hay distintos niveles de afectación, pero el temor a la muerte es una de las cosas más recurrentes que aparecen”.

Dupont integra el Equipo de Salud Mental VIH/Sida del Hospital Durand, y por estos días ocupa uno de los turnos de la línea 107 del SAME y está abocado a la atención y contención de contactos estrechos y pacientes infectados en la Dirección General de Salud Mental del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Su puesto de batalla está ubicado en el Centro Operativo de Emergencias (COE) del Ministerio de Salud GCBA.

“Con los primeros que empecé a trabajar fue con los contactos estrechos de los infectados, que están aislados. Muchas veces no solo requieren de un par de llamados al día para ver cuanta fiebre tienen, sino de una contención donde puedan hablar sobre lo que sienten. Hay un temor en los asintomáticos, que es desarrollar el síntoma, y eso los pone híper alertas. Es esperable dentro de un evento crítico, de desastre. Incluso, ese temor alcanza a cómo enfrentar la salida de la cuarentena. Están asustados y angustiados”, relata.

El psicólogo Dupont junto al
El psicólogo Dupont junto al Centro Operativo de Emergencias (COE) del Ministerio de Salud GCBA

“Con las personas infectadas trabajamos telefónicamente. Nosotros tenemos los números de cada uno, y los llamamos. Si alguien detecta que la persona está asustada, me avisan y me comunico. O me pueden llamar ellos al celular. Con cada uno acordamos con qué frecuencia desea que lo llame, para no ser invasivo, e incluso si quiere, o no, que nos comuniquemos.

-¿Hasta qué nivel de la enfermedad tienen los pacientes con los que hablan?

-Con quienes están en terapia intensiva no me he comunicado. Están con respiradores, sin posibilidad de hablar. Sí tuve diálogo con personas que están en estado crítico y en eso también hay que tener mucho cuidado. A una persona que no puede respirar bien no la podés obligar a hablar mucho. Tenés que ser escueto, con intervenciones cortas, apuntar a su necesidad. Por ejemplo, me tocó intervenir con una madre internada que tenía niños pequeños, y sin nadie que se pueda ocupar de ellos. Tenía mucho miedo de dos cosas: que sus hijos pudieran estar infectados y porque los familiares que podían estar disponibles temían por su propia integridad. Se generan situaciones de máxima vulnerabilidad que están relacionadas con la familia y la historia de cada persona. Entonces, el informar a esa persona con algo que pueda tranquilizarla ya hace válida la intervención. Por supuesto, siempre con la verdad. Cuando les decimos “pudimos conseguir que alguien se haga cargo de sus hijos”, “se los testeó y son negativos”, esa mamá está tranquila en ese sentido. Por supuesto, siempre diciéndoles la verdad. Así disminuye la angustia de esa persona, aunque no el temor a morir.

-¿Ese es el mayor miedo?

-Cualquier diagnóstico que pueda tener riesgo de muerte asusta. El temor que hoy atraviesa a toda la sociedad es infectarse con Covid-19 y morir. Y no depende de rangos etarios. Hablé con jóvenes que están infectados, y el miedo existe igual. Pero cada caso es singular, no hay fórmulas. El sufrimiento está presente siempre, desde el aislamiento, el temor a morirse o sentirse culpable por la posibilidad de infectar a un familiar. Hay que ver que red de apoyo tiene, su salud física y orgánica previa. Me contactó una chica que nació con VIH, que tiene las defensas muy bajitas y está muy temerosa. A mi me es difícil separar el sufrimiento de los infectados de los que tienen miedo a infectarse y tienen una patología previa. A veces te puede trasmitir un sufrimiento más fuerte quien no está infectado y tiene temor. Son distintos niveles de afectación. Inclusive los que estamos atendiendo también tenemos miedo y nos angustiamos. Hay que tener en cuenta todo el contexto.

Un miembro del personal médico,
Un miembro del personal médico, junto a un paciente que padece la enfermedad por coronavirus (COVID-19) en la unidad de cuidados intensivos del hospital Circolo en Varese, Italia. 9 de abril de 2020. REUTERS/Flavio Lo Scalzo

-¿Qué es lo más fuerte que le escuchó decir a los enfermos con que habló?

-En realidad, me dicen lo más fuerte que puede sentir una persona, y no solo en este caso de Covid-19. La pregunta que me hacen, y para la que no tengo una respuesta es “¿me voy a morir?”. Nos confronta con esa posibilidad, que habitualmente negamos porque tenemos proyectos. Hoy la realidad nos pone en la cara nuestra propia finitud.

-¿Cómo manejan, en ese contexto que menciona, el tema de la soledad, sea de quien está aislado por ser sospechoso, como quien ya tiene la enfermedad?

-Son personas en situación de mucha vulnerabilidad. Gente que está sola y que, además, hoy debe estar sola. El único contacto que tienen con el mundo es a través de una pantalla. Y hay mucha información dando vueltas en la que sienten que les dicen “te vas a morir solo y nadie te va a ver”. Esto genera un impacto en la cabeza muy fuerte. Eso vale tanto para el infectado que está aislado en una habitación, como para el familiar que teme por su vida. Atendí personas en esa situación, hasta profesionales, y el nivel de dolor que manifestaban era por no poder ver a sus hijos, a su familia, por no saber cuántos días más iba a estar ahí.

-¿De qué manera manifiestan ese dolor?

-En el mejor de los casos, a través del llanto. Pero aparece mucho el enojo frente a la frustración de la incertidumbre, del desconocimiento, de no saber qué va a pasar. También veo discursos catárticos, gente que necesita hablar, hablar y hablar. Y en algunos casos un estado de apatía, como diciendo “no me pasa nada, estoy bien”, una anestesia emocional. Es parte de lo esperable en el contexto general. Siempre, insisto, estamos atendiendo personas dentro de un evento crítico. Hay cosas que esperamos que sucedan, tenemos una lista de reacciones esperables en los protocolos internacionales con que trabajamos, en este caso el que confeccionó el IASC (Inter Agency Standing Comittee, que depende de la OMS). Una de las profesionales que aporta material para esas guías fue una de mis formadoras, la doctora Silvia Bentolila.

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A resident walks with a stick at the La Weiss retirement home (EHPAD - Housing Establishment for Dependant Elderly People) in Kaysersberg, as the spread of the coronavirus disease (COVID-19) continues in France, April 16, 2020. REUTERS/Christian Hartmann

-¿En qué consiste esa lista?

-Por ejemplo, en lo individual se ve una tendencia a la hiperactividad, a estar hiperalertas, una identificación con la experiencia traumática del otro, y temor de que lo mismo me pase a mí, trastornos somáticos, aumento en la frecuencia cardíaca, tensión arterial, impotencia, rabia, miedo, aumento de la violencia, menor tolerancia, trastornos del sueño. Me han llamado a la una de la mañana diciéndome que no pueden dejar de pensar en lo que les pasa, que no pueden dormir, que tiemblan… Lo que nunca puedo hacer es descontextualizar cada caso del marco que estamos viviendo.

-¿Cuál sería ese marco?

-A nivel pandémico, esto no terminó. No es como si se cayera un edificio, donde debemos trabajar con los sobrevivientes, pero no se va a volver a caer. Estamos en un momento agudo en forma permanente Y con un nivel de incertidumbre que desconcierta a todos. No hay vacuna, no hay claridad en los tratamientos, no es algo que hayamos vivido en otro momento. Actuamos con las herramientas que tenemos, vamos paso a paso con todos los cambios que hay en los protocolos. Pero debemos ayudar a la gente a mantener el control y el encuadre de sus vidas. No es un tratamiento psicoterapéutico común. Es otro modo de abordaje.

-Antes mencionaba la identificación con la experiencia traumática del otro. ¿Eso le sucede solamente al contacto estrecho con respecto al infectado?

-No necesariamente. En la gente en general, el estar expuesta permanentemente a las noticias puede generar demasiado estrés. Por supuesto, en el caso de personas que están infectadas, impacta muy fuertemente que su amigo o amiga haya fallecido. Hay que trabajar para que sepan diferenciarse del otro. Que no son la misma persona. Por supuesto, telefónicamente estamos muy limitados para intervenir. Pero hay ejercicios que tienen que ver con la relajación, con la respiración, que la persona sepa que estás del otro lado y que frente a cualquier situación de temor, angustia o crisis, vas a responder.

-¿Qué sucede con las familias de los infectados?

-Hay muchos padecimiento. Temen que sus familiares se mueran. Mientras más grande es el enfermo el temor es más fuerte. Me tocó estar con personas que han perdido un padre o un abuelo, adultos mayores que han fallecido en un geriátrico, y en su entorno, sean familia o personas que trabajaban en el lugar, aparecen sentimientos de culpa: “yo podría hacer hecho otra cosa”. Y en realidad no podrían haber hecho nada. Se ven estados de mucha ansiedad.

-¿Quienes se enfermaron o tienen sospechas de estar infectados por coronavirus sienten una estigmatización?

-Para mi, Covid-19 es algo nuevo, pero VIH no, y hay muchas cosas en común. Personas que están infectadas y no quieren contarlo porque tienen miedo que le prendan fuego la casa, porque viven en lugares de máxima vulnerabilidad. Es todo un tema el estigma: “Si yo tengo Covid-19 y lo cuento, me siento peligroso para otro, y el otro me tiene miedo”. Al principio de esto hubo racismo con los chinos… “no nos acerquemos a ellos”. Hoy, en algunos edificios de donde los médicos son expulsados por su comunidad. Pero ya te digo, son cosas esperables, que figuran en los protocolos con que trabajamos.

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