En un comunicado difundido a última hora de ayer jueves, el Ministerio de Salud informó que se ampliaba la definición de caso sospechoso de COVID-19 y que la nueva “incluye a toda persona que presente fiebre de 37.5 grados o más, y uno o más de los siguientes síntomas: tos, dolor de garganta, dificultad respiratoria, falta de olfato o gusto (anosmia/disgeusia) sin otra enfermedad que explique completamente el cuadro clínico”.
La decisión de ampliar el criterio de caso sospechoso está relacionada con la llegada del frío y todo lo que el otoño y el invierno traen aparejados en cuanto a enfermedades estacionales. De esta manera, si en esta época del año aumentan los casos de resfriados, gripes comunes y otras patologías, es necesario relajar el criterio para analizar si una persona padece COVID-19 para que el sistema de salud detecte a la mayor cantidad de personas con coronavirus y así tener estadísticas acertadas.
En total, Salud determinó cuatro criterios para definir si una persona debe ser testeada. El primero es para todo aquel que tenga tos, dolor de garganta, dificultad para respirar y pérdida de olfato y gusto. El segundo criterio contempla a “todo paciente con diagnóstico clínico y radiológico de neumonía y sin otra etiología que explique el cuadro clínico”. El tercero abarca a los pacientes con pérdida del olfato y gusto. El cuarto es para el personal de la salud: si presentan fiebre o al menos dos de los demás síntomas serán testeados.
La anosmia es la falta de olfato. Y dado que se demostró que en el COVID-19 la falta de olfato aparece de manera abrupta, entonces es importante enfatizar en la pesquisa de este síntoma.
El olfato, además, da el 80% del sabor, por lo que el paciente puede referir también que tiene alterada la percepción del sabor de las comidas o las bebidas.
Lo que ocurre en la anosmia es que se altera el receptor que está en la célula olfatoria, que también se llama célula bipolar o nerviosa, y es la única neurona que está fuera del cerebro.
En el gusto lo que se altera son las células que forman las papilas gustativas, que también tienen receptores, por lo que al entrar el alimento a la boca (que puede ser dulce, salado, ácido o amargo) no se realiza correctamente el envío de la información acerca del sabor al cerebro. Este envío se hace a través de nervios (el vago, glosofaríngeo, maxilar inferior y facial) y dado que ese receptor de las papilas gustativas está dañado por el coronavirus, la información del sabor no llega al cerebro y la persona no logra distinguir si lo que ingirió es dulce, salado, ácido o amargo.
En síntesis, lo que se altera es el receptor de las células olfatorias y de esa manera no se “lleva” el estímulo -que son las partículas odoríferas- para que el cerebro pueda interpretar los olores. Y de esta manera se altera también el sabor, que da lugar a la ageusia, que es la falta de gusto, que se manifiesta porque se alteran los receptores que están en las papilas gustativas encargados de detectar el dulce, salado, ácido y amargo. Estos receptores están distribuidos en distintas partes de la lengua: el dulce está en la punta, el salado en los costados laterales anteriores, el ácido en los laterales posteriores y el amargo atrás. En el centro de la lengua se capta el umami, o también llamado el quinto sabor.
Entonces, anosmia y ageusia son dos síntomas que no deben dejar de ser tenidos en cuenta.
Cabe aclarar que la gran mayoría de los pacientes recuperan después estos sentidos, aunque algunos de ellos deberán seguir luego un tratamiento con especialistas en olfato, que consiste en una rehabilitación y la indicación de una medicación neuroprotectora. A diferencia de la pérdida de olfato que produce el virus de la gripe, que generalmente en adultos mayores deja como secuela una “anosmia post viral”, dado que a partir de los 65 el epitelio olfatorio comienza a perderse y organismo atraviesa un mecanismo que recibe el nombre de presbiosmia, que es la disminución del olfato de manera fisiológica.
* Stella M. Cuevas, médica otorrinolaringóloga (MN 81701). Especialista en olfato y alergista. Ex presidente de la Asociación de Otorrinolaringología de la Ciudad de Buenos Aires (AOCBA)
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