Es una noche fresca de abril y, en la intersección entre Avenida Santa Fe y Avenida Coronel Díaz, apenas circulan algunos colectivos y taxis. En la vereda, sentados sobre algún escalón o apoyados en sus bicicletas, los repartidores de Rappi esperan con la mirada clavada en las pantallas de sus celulares.
Desde que el presidente Alberto Fernández decretó la cuarentena obligatoria -que luego extendió hasta el 26 de abril- para impedir la propagación del coronavirus, las calles porteñas (y del resto del país) están casi vacías. Sin embargo, la presencia de quienes trabajan a través de las aplicaciones de delivery persiste.
Si bien el decreto presidencial los habilita a seguir circulando para brindar abastecimiento, su forma de trabajar cambió y mucho: pasaron de esquivar autos y colectivos a pedalear en calles desiertas. Además, cuadruplicaron la cantidad de pedidos que reciben por día.
A su vestimenta habitual, muchos le sumaron un barbijo y guantes de látex. Otros, la mayoría, eligen cubrirse la boca con un cuello de tela polar o un pañuelo. Los más previsores, llevan en sus mochilas un kit con alcohol en gel y algún producto de limpieza para desinfectar las cajas, luego de entregar cada pedido.
Las medidas de seguridad e higiene -explican a Infobae- las tomaron en función de las recomendaciones del Ministerio de Salud de la Nación. Las empresas para las que trabajan se las aconsejaron pero, a quienes conversaron con este medio, no les suministraron ningunos de los productos. Aquí, cuentan cómo hacen sus repartos en tiempos de pandemia.
UN ANTES Y UN DESPUÉS
El reloj marca las 20.49 horas y Dylan Abreu (31) acaba de retirar lo que, en unos minutos, será la cena de una persona. Mientras coloca el pedido en la mochila, el repartidor venezolano recibe a través de la aplicación Pedidos ya (para la cual trabaja desde hace dos años) la dirección del cliente: Avenida Córdoba al 2000.
Se sube a la bici y empieza a pedalear. Aunque por costumbre lo hace a toda velocidad, ya no es necesario. Tampoco tiene que hacer zig-zag entre los autos: la calle semi vacía le permite llegar a destino en muy pocos minutos.
Antes de tocar el timbre amaga a subirse un barbijo que, hasta hace un rato, llevaba colgado a la altura del cuello. Pero no va a hacer falta porque no va a llegar a interactuar (distancia social mediante) con su cliente. A través del chat de la app, le piden que toque el timbre, deje la bolsa en la puerta y se retire. La interacción es 100 % digital.
Alfredo Alemán (30) también es de Venezuela. Hace cinco años que llegó a la Argentina. Antes de empezar a trabajar como delivery en Rappi (hace cuatro meses) fue cocinero y encargado de una barra en un boliche. Alfredo habla con calma, mientras va activando la aplicación en su celular para comenzar a recibir los pedidos. Le espera -dice- “una noche larga”.
Desde que se estableció el confinamiento la cantidad de pedidos se disparó. “Nos pueden llegar tres o cuatro de manera inmediata. Si son traslados largos, hay que tener muchas piernas para pedalear. No es fácil arriesgarse en la calle. Con el virus hay que tomar las medidas de precaución que corresponden: mantener una distancia prudencial, cuidar al cliente y cuidarse a uno mismo”, advierte el joven, que elige no quitarse el barbijo para conversar.
Por iniciativa propia, además, se compró un desinfectante para rociar los productos (que no sean comida) antes de meterlos en la mochila y después de hacer la entrega para desinfectar la caja. También lleva consigo una botellita de alcohol en gel que usa constantemente.
En estas últimas semanas, explica Alemán, los pedidos de los clientes están teñidos por el temor a exponerse. “Ayer me pidieron que dejara el producto en el ascensor y marcara el piso del departamento para enviárselo. Después, me enviaron el dinero. En ningún momento tuve contacto con la persona. Es una medida de precaución y se entiende: hay un poco de miedo”, sostiene.
CAMBIO DE HÁBITOS
En la Argentina operan las aplicaciones Rappi, Glovo y Pedidos Ya. A partir del decreto que establece el “aislamiento social, preventivo y obligatorio” implementaron la opción “dejar en la puerta” o “entrega sin contacto” e incentivan el pago a través de medios electrónicos, ofreciendo descuentos y envíos sin cargo a los mayores de 65 años.
“Observamos un incremento en la demanda de pedidos realizados tanto en supermercados como en farmacias. En estas últimas, en comparación con el promedio habitual de venta, se cuadruplicaron las órdenes realizadas por los usuarios. Hay un claro interés de compra en productos vinculados a la higiene personal”, explican a Infobae desde Rappi Argentina.
¿Los productos más pedidos? Latas de conserva, lavandina, frutas y verduras, leche, huevos y yogurt. En los kioscos, el alcohol en gel está entre lo productos más vendidos.
Además de lo que compran, los que recurren al servicio de delivery también modificaron sus conductas a partir del coronavirus. “Están un poco paranoicos. Algunas veces, la aplicación nos exige que coloquen la firma y no quieren tocar el teléfono. Entonces tengo que escribirle al área de soporte para pedir ayuda. Antes era todo lo contrario: bajaban a buscar sus pedidos, te saludaban y, a veces, hasta te daban la mano. Con la pandemia todo eso desapareció”, asegura el repartidor de Glovo Carlos Barroso.
Carlos tiene 23 años y es venezolano. Lleva puesto un barbijo con una tela de estampa tropical que le cosió su suegra, y las manos enfundadas con guantes de látex, que se puso antes de comenzar con su jornada laboral de ocho horas.
Durante los últimos veinte días, explica, frecuenta más farmacias y supermercados que kioscos y casas de comida. “Muchos clientes nos piden que vayamos a comprarles alcohol en gel y lavandina. Sino lo conseguimos se cancela el pedido”, cuenta.
¿Qué pasa con las propinas? Los repartidores consultados por Infobae aseguran que, a pesar del miedo, los clientes les dejan buena propina. “Yo me llevo entre 600 y 700 pesos diarios”, cuenta Dixon. “Una cosa novedosa, que están implementando algunos, es que nos mandan a retirar un pedido (generalmente es comida) y después nos avisan por el chat de la aplicación que nos lo quedemos por nuestro gran trabajo”, agrega.
La noche avanza y el teléfono de Dixon Abreu vuelve a sonar. Otro pedido. Esta vez sobre la calle Pacheco de Melo. Lo retira en un kiosco sobre Avenida Santa Fe. Alguien se quedó sin cigarrillos y pidió un atado de 20. Son tiempos de pandemia pero, para algunos, la salud no es una prioridad.
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