“Estamos hablando del placer femenino y del clítoris en medio de la ola feminista. Esto nos pilla en buen momento porque, al menos, la cuarentena nos encuentra con juguetes sexuales en casa para poder disfrutar en estos días. Por eso estamos haciendo muchas bromas con que vamos a agotar las baterías de nuestros Satisfyer o que no va a haber red que aguante nuestros juguetes enchufados y los mensajes sugerentes con los amantes con los que no podemos estar”, cuenta a Infobae, desde la cuarentena, la periodista Ana Requena, editora de género en Eldiario.es de España.
Requena posteó una foto con unas flores, un libro y un vermuth como exorcismos a la soledad en red en la que el aire es tierra arrasada. También postea que extraña hasta ver titilar los semáforos en verde o pararse por el rojo y escuchar los ruidos de los autos como un tiempo en el que el apuro daba la sensación de ir hacia algún lugar.
El 8 de marzo la manifestación encontró en las calles a las mujeres peleando por sus derechos. Ahora amucharse no solo es subversivo, es una forma de no cuidarse y por eso la posibilidad de multiplicarse se vuelve nostalgia. Pero un título premonitorio en el portal fue “El Satisfyer, protagonista inesperado del 8M” en el que se mostraba una pancarta que decía: “Mi Satisfyer y yo no necesitamos a nadie” en cartulina violeta.
Tal vez después de la pandemia podamos ver que nos necesitamos, deseamos y encontrar maneras para que la autonomía no prive de lazos afectivos y sexuales. Pero saber cómo pasarla bien un rato sí que es mejor en medio de la necesidad de recurrir a la vida interior como nunca antes en el Siglo XXI.
El 17 de noviembre del 2019 Requena escribió la nota: “Satisfyer, el juguete sexual que ha roto el tabú de la masturbación para una generación de mujeres que quiere más orgasmos”. En la nota ella contaba: “El Satisfyer, un juguete centrado en el clítoris y sin forma fálica ni opción de penetrar ha puesto sobre la mesa el placer femenino y ha hecho que miles de mujeres hablen públicamente de la masturbación”.
En enero, quienes no sabían qué era el Satisfyer, se enteraron cuando una mujer española robó 40 vibradores de una tienda y se los regaló a sus vecinas. “Las chica Robin Hood”, la llamaron en algunos medios.
La autoexploración femenina salió del closet con su narrativa –y el libro vibrante que está preparando en medio de la reclusión- y el de otras escritoras feministas en Europa y América Latina. Es más transgresor hablar de masturbación que de sexo en pareja, poliamor o grupo. Pero gracias a las que se animaron la autoexploración llega con un poco menos de prejuicios a una sociedad en que la distancia está prescripta por los médicos. Y no queda otra que entender el riesgo frente a una pandemia.
Un antecedente precursor es el libro “El dedo”, de la escritora española Luna Miguel, de Editorial Swing (que fue censurado por Facebook en el 2006). Una apologista de la paja como forma de goce y descubrimiento es el libro de la colombiana residente en Argentina María del Mar Ramon “Coger y comer sin culpa. El placer es feminista”, editado este verano en Argentina por Editorial Paidós, que en enero habló del tema en Infobae.
Ahora, en medio de una cuarentena, en la que muchas mujeres se encuentran entre cuatro paredes, es una forma de placer, distensión, autoconocimiento y salvavidas en un cuadro de riesgo y angustia colectiva.
“No es apología del aislamiento porque la gente lo que más dice es que tiene ganas de un abrazo y tener contacto humano”, aclara Requena. Ya se sabe, en la historia, mejor no hacer de una necesidad una virtud. Pero sí una virtud de la independencia sexual en medio de la caída de los mercados y de las citas.
“De esta crisis vamos a salir con las dos vías reforzadas. Con mucho tiempo para reforzar lo importante que es el autoconocimiento y el autoplacer, pero también lo importante que es ese calorcito humano que es irreemplazable. Da igual que tengas un Satisfyer estupendo en tu casa. Ahora estamos echando en falta los afectos y los placeres compartidos con otras personas”, recalca Requena.
“Dábamos por descontado pequeños gestos, de amor y amistad, cariñosos, que ahora no tenemos. Lo veo como un momento para reorganizar los afectos. A cada una la pilla en un momento de su vida: conociendo a alguien, conociendo a muchas personas a la vez y no sabían que hacer, solas o separadas. Pero a cada una la angustia. En este aislamiento nos vamos a dar cuenta a quien echamos de menos y qué nos apetece hacer. A lo mejor es una oportunidad”, destaca Requena.
Eso sí: no es “a coger que se acaba el mundo”, porque el aislamiento llegó de una manera virulenta. Pero el post virus se prevé como una explosión orgásmica. “Todo el mundo va a salir con ganas de sexo”, adivina Requena. No es igual, pero se puede comparar con el destape, post franquismo en España o post dictadura militar en Argentina. “Cuando salgamos de esta la gente va a quedar con muchas ganas”, enfatiza Requena.
La vuelta del coqueteo
La otra opción en crecimiento es el chat hot. Pero eso trae sus problemas. Y la comediante Vero Lorca hizo un video en donde cuenta el trastorno de poner el teléfono en una posición que favorezca y las dudas a la hora de gemir o expresar el deseo y las interrupciones por los cortes de llamada que no son como el coitus interruptus pero sí hacen del wifi una necesidad de supervivencia.
Los mensajes sugestivos, las nudes para gustar, la calentura a distancia no son novedades. Pero son elementos que se refuerzan con la cuarentena obligatoria. El sexo ya no es solo penetración. Aunque, ojalá, si vuelva a tener más piel y calor.
Pero el deseo no se apagó, sino que es un gran bálsamo contra el miedo. “La sensación de aislamiento de esta cuarentena ya se ve expresada en redes sociales. Hay picos históricos en el intercambio de datos desde que se intensificó el aislamiento. Se busca información, hay más vivos de instagram, más mensajes vía inbox. La idea de prohibición siempre estimula. Los clásicos mensajes de propuestas pícaras se vieron potenciados por la situación de aislamiento”, contextualiza el psicoanalista Iván Chausovsky.
“Hay cierta desinhibición”, observa el psicoanalista. Y remarca: “La gente coquetea más”. “En tiempos de vínculos frágiles y fugaces, la sensación de peligro invita a coger que se acaba el mundo. Se likean, se charlan, se stalkean, pero no se tocan. Profilaxis física y sobreestímulo imaginario. Lo que más se lee entre frases provocativas y graciosas son los mensajes sobre no llamar al ex. No caer en la tentación. El aislamiento parece provocar la sensación de falta, y a su vez sincrónicamente, de deseo”, subraya.
“El sexting es una práctica maravillosa para la verbalización del deseo. La posibilidad de erotizar las palabras hace que la ridícula idea de que el sexo o es silencioso o no es bueno caduque a gran velocidad. Este contexto de distanciamiento social es la oportunidad perfecta para sextear”, escribe María del Mar Ramón en la nota “Porno, masturbación y sexting en tiempos de coronavirus. Una guía para lidiar con la calentura si debes pasar la cuarentena en soledad”, de Vice.
“¿Qué debemos tener en cuenta? Que la otra persona quiera tener esa clase de conversaciones. Es importante que haya reciprocidad en las respuestas. Si nos responden monosílabos a destiempo, no nos responden, o se cambia el tema, acatemos la falta de voluntad y no sigamos”, propone María del Mar Ramón.
No es cuestión de romantizar el aislamiento, ni de disminuir el dolor del peligro a enfermarse, los velorios sin cuerpo ni llanto por la pandemia, el peligro de mayor violencia para mujeres expuestas al encierro con sus maltratadores, el recargo de cuidados para madres e hijas y la catástrofe económica para las y los trabajadores más frágiles. Pero el efecto coronavirus tal vez pueda redundar en más afecto no para negar los problemas, sino como forma de remar con otros brazos y abrazos.
Chausovsky rescata: “El impacto en la subjetividad es fuerte porque intensifica lo que ya estaba sucediendo. La sensación de aislamiento sanciona la velocidad a la que vivimos. A algunos les impacta en plan ‘aprovechemos el tiempo’, pero algo invita más al disfrute que a la producción. La responsabilidad es con el aislamiento y el cuidado entre todos. Desde el plano individual hay un aire de libertad que pide placer; comer, coger y dormir”.
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