En 2015, Victoria y Julien Hurault (42) dejaron su vida en Argentina para radicarse junto a sus dos hijos, Mateo (10) y Benjamín (13), en Francia. Al sur del país, en la ciudad de Clermont L’Hérault, construyeron el hostel Mas de Font Chaude, donde reciben viajeros de todo el mundo. Este año, sin embargo, no va a ser posible. Al menos no de la forma a la que estaban acostumbrados. "Todas las reservas que se habían hecho para el mes de abril quedaron suspendidas”, cuenta Victoria.
En Europa, quiénes se dedican a la hotelería y al turismo, suelen trabajar de abril a noviembre. “Son los ocho meses que dura la temporada alta", explica la argentina que, para esta temporada, tenía planeado inaugurar un restaurante. "Empezamos a construirlo hace cuatro meses. Todavía estábamos en obra. Nos faltaba terminar los baños para discapacitados pero, por la cuarentena, ya nos anticiparon que la entrega de los cerámicos no se va a realizar”, lamenta en diálogo con Infobae.
Aunque Victoria prefiere no anticiparse, la realidad es que el hostel es el único ingreso de la familia Hurault. Tampoco tienen ahorros, porque todo lo que tenían lo invirtieron en la construcción del restaurante. “Por el momento pensamos que vamos a poder retomar las actividades. Quizá los primeros meses de la temporada sean un poco más duros y, en lugar de empezar a recibir huéspedes en abril lo hagamos más adelante. Por otro lado, el Gobierno anunció la suspensión del pago de todos los servicios: luz, gas y agua. Si bien no significa que no haya que pagarlo, tenemos la tranquilidad de que no hay que hacerlo ahora”, dice.
EN CUARENTENA, SIN TRABAJO NI AHORROS
Adriana P. (N. de la R. prefiere no dar su apellido) es fotógrafa escénica y, hasta el año pasado, vivía en la provincia de Mendoza. De ascendencia catalana, luego de tramitar la ciudadanía española, vendió su auto y sus pertenencias, renunció a su trabajo en una librería y se instaló en Barcelona donde estaban sus hijas y su nieto. “Quería estar cerca de mi familia”, explica a Infobae sobre su decisión de migrar hacia Europa en mayo de 2019.
Tres meses después de su llegada, Adriana comenzó a evaluar la posibilidad de gestionar un emprendimiento. ¿Su idea? Desarrollar un espacio multidisciplinario, que ofreciera clases de yoga, danza, charlas y talleres para las mujeres. Además de buscar un lugar que estuviera ubicado en una zona accesible, la mendocina hizo “un trabajo enorme de networking”, es decir, se puso en contacto con diferentes personas que podían llegar a estar interesadas en dar clases en dicho espacio y les mostró el piso que había alquilado en el barrio de L’Eixample.
Finalmente, en septiembre de 2019, Adriana inauguró el espacio. Con mucho esfuerzo y, a veces, poniendo dinero de su bolsillo para llegar a costear el alquiler, el emprendimiento empezó a funcionar. “Para marzo ya tenía la agenda completa y, en abril, se iban a dictar nueve talleres diferentes. Estaba feliz, hasta que de un día para el otro se me cayó todo”, cuenta angustiada.
Aunque no reniega de hacer la cuarentena, la mendocina está muy preocupada acerca de su futuro. “Tengo 54 años y, si bien tengo una ciudadanía, no dejo de ser una migrante con papeles. Invertí 15 mil euros, los ahorros de toda mi vida, en un proyecto y ahora estoy sin dinero y sin trabajo. No quiero convertirme en una carga para mis hijas”, expresa.
DE CURSADA PRESENCIAL A CURSADA VIRTUAL
Hasta el año pasado, Camil Badur (25) vivía en Recoleta y trabajaba en un reconocido Banco porteño. Antes de graduarse como Licenciada en Economía en la Universidad de Buenos Aires (UBA), la joven empezó a barajar la posibilidad de cursar un Máster en Finanzas el exterior. Mientras evaluaba opciones, se dedicó a ahorrar dinero y, para octubre de 2019, se instaló en Barcelona. Alquiló un departamento en el barrio L’Eixample y comenzó a cursar en la EAE Business School. “Estaba feliz. Era un sueño hecho realidad”, asegura a este medio.
Antes de que se decretara la cuarentena para prevenir la propagación del coronavirus, Camil asistía a clases de lunes a viernes de 16 a 21 horas. A partir del viernes 13 de marzo, tuvo que poner en pausa su vida y sus estudios, como el resto del mundo. “La situación es caótica. Si bien podemos continuar la cursada a través de un campus virtual, todavía no sabemos si la plataforma va a funcionar bien porque no está preparada para que se conecte tanta gente”, explica.
En el grupo de WhatsApp que comparte con sus compañeros de curso (Italianos, españoles y latinoamericanos, entre otros), las especulaciones acerca de cómo puede llegar a funcionar el campus virtual están a flor de piel. “Algunos están enojados porque sienten que perdieron dinero: cursar un máster online cuesta más barato que hacerlo de manera presencial", dice.
Con la pandemia en curso, explica la joven, estudiar online sería lo de menos. Su mayor preocupación es económica. "Tenía pensado conseguir un trabajo para costear mi estancia en Europa, pero ahora todas las empresas frenaron las contrataciones y obligaron a sus empleados a hacer home office. Por otro lado, también está la posibilidad de que la cursada virtual no funcione y el máster se extienda. En ese caso necesitaría quedarme unos meses más, lo cual implicaría un gasto que no había contemplado”, explica.
Según Camil, el aislamiento en Barcelona es “super estricto”. “Solo abren las farmacias y los supermercados. Si salís de tu casa sin motivo, te hacen una multa. Tampoco podés ir a hacer las compras cuando vos querés: hay franja horaria estipulada. El día que fui a stockearme, la gente se peleaba por los productos. La crisis saca lo peor de todos”, reflexiona.
DEJARON TODO Y AHORA NO PUEDEN VIAJAR
Hace un año, Micaela Araujo Magni (29) y su novio Elvis Finol (28) empezaron a fantasear con la idea de irse a vivir a Madrid. Ella de Mendoza; él de Venezuela. Ella abogada; él Ingeniero electrónico. Motivados por la ilusión de una mejor calidad de vida, ganar en euros y vivir en un país con más seguridad y estabilidad económica, en octubre de 2019 sacaron los pasajes que pagaron en seis cuotas. Su fecha de viaje estaba prevista para el próximo 28 de abril.
Con el plan en marcha, Micaela y Elvis vendieron casi todos los muebles y electrodomésticos del departamento que alquilaban en Colegiales (N. de la R.: solo les queda lo básico: cama y la heladera). El 11 de marzo, cuando la OMS declaró el coronavirus como pandemia, los dos ya habían mandado los telegramas de renuncia a sus respectivos trabajos y se preparaban para hacer entrega de la llave a los dueños del departamento a fin de mes.
“Cuando arrancó todo esto pensamos que iba a dudar quince días. ‘El virus se muere a más de 27°, no va a llegar a la Argentina’, decíamos. Al final sucedió todo lo contrario”, dice Micaela a Infobae.
La cosa no termina ahí. Una vez entregado el departamento, la pareja tenía previsto a viajar a Mendoza para pasar unos días con la familia de Micaela. Justamente por eso, su vuelo a Madrid salía desde Chile y no desde el aeropuerto de Ezeiza. Sin embargo, esta semana, el Gobernador de dicha provincia anunció aislamiento por catorce días tanto para extranjeros como para argentinos que lleguen “por cualquier medio de transporte y por cualquier paso limítrofe”.
Como dice el refrán: Sobre llovido, mojado. “Cuando lleguemos a Mendoza vamos atener que alquilar un lugar para estar en cuarentena, porque no podemos ir a la casa de mis padres”, dice Micaela con resignación. “Estamos tratando de tomarlo con calma. Es una situación de fuerza mayor. Aunque nuestros planes se hayan frustrado, agradezco las medidas que se están tomando acá y en el resto del mundo. La salud es una prioridad”, agrega.
¿Qué piensan hacer? Por el momento quedarse en Argentina. “Si bien la aerolínea no nos canceló el vuelo, tampoco sé si me animaría a viajar a un país que está totalmente parado. Prefiero cuidar los ahorros y viajar más adelante cuando la pandemia esté controlada y el panorama sea más claro”, concluye.
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