En la influyente publicación The New York Review of Books, un historiador de la medicina dice que el nuevo virus podría infectar hasta el 80% de la humanidad, con una tasa de mortalidad similar a la que tuvo la pandemia de hace un siglo
La más estrecha comparación con experiencias del pasado que se puede hacer del SARS-CoV-2, denominación científica de la variedad altamente contagiosa de la familia de coronavirus que provoca la enfermedad Covid-19, es la “gripe española” de 1918/19, dice el artículo.
La gripe española fue una de las más mortales pandemias de la historia de la humanidad, pero dejó una memoria histórica relativamente pobre, escribe el autor, Mark Honigsbaum, historiador de la medicina, autor de varios libros, profesor de periodismo en la Universidad de Londres y colaborador regular de la revista The Lancet, una de las más prestigiosas publicaciones médicas del mundo.
Aunque se trate de un virus diferente, pues no pertenece a la familiqa de los virus de “influenza”, dice Honigsbaum, la enfermedad que provoca, el Covid-19 tiene inquietantes similitudes con la gripe española. Al respecto, cita a un experto del Francis Crick Institute, el centro líder en investigación biomédica de Gran Bretaña, que en un mail advirtió a un colega: “Esto no es lo habitual. Esto será diferente de lo que cualquiera persona viva ha jamás experimentado. La más estrecha comparación es la influenza de 1918”.
Más conocida como “gripe española”, por ser el país en que el primer gran brote fue reportado (en Madrid, en mayo de 1918) aquella pandemia mató a unas 50 millones de personas en todo el mundo. “Desde Boston a Ciudad del Cabo, desde Londres a Bombay, el virus se esparció como fuego por ciudades y comunidades, grandes o pequeñas”, dice un pasaje del artículo, que recuerda además que la segunda oleada del virus, en el otoño (boreal) de 1918, fue la más mortífera y sólo en Londres, en el pico de octubre del mismo año, mataba 4.500 personas por semana.
Diferencias y parecidos
“Cuán mortífera será Covid-19 (la enfermedad), nadie lo puede decir –dice un pasaje del artículo- pero los ecos de 1918 resuenan más fuertes a cada hora”, dice otro pasaje.
Un par de datos alejan al nuevo virus del que provocó la gripe española, a saber:
-El virus actual es un patógeno muy diferente de la influenza: ambos ingresan por pequeñas gotas a través de las vías respiratorias por vía de tos y estornudos. El SARS-CoV-2 parece no ser un riesgo si uno toma algo menos de dos metros (seis pies) de distancia, pero su principal modo de transmisión se verifica con el prolongado contacto social, como el que ocurre en grupos familiares.
-La gripe española tuvo una notable mortalidad entre adultos de 20 y 40 años y el actual virus es un riesgo principalmente para los adultos mayores de 60 y para gente con enfermedades previas. No hay evidencia firme de que los niños sean un vector significativo de infección, como sí ocurría con la gripe de 1918, que también enfermaba a los no adultos.
Sin embargo, esas diferencias son pobre consuelo, si se tienen en cuenta otros datos:
-Hay cada vez más evidencia de enfermos asintomáticos que transmiten el nuevo virus. Para peor, el número de personas que en promedio contagia un infectado con SARS-CoV-2 es de 2,2 personas, 22% más alto que en el caso de la gripe española, que fue de 1,8 personas.
-En 1918 casi todos habían estado expuestos antes a alguna forma de influenza o gripe, lo que significaba que la mayoría tenía cierto grado de inmunidad. Y la gripe española infectó a un tercio de la humanidad. Por el contrario, alerta Honigsbaum, nadie tiene inmunidad contra el nuevo coronavirus, por lo que se estima que puede llegar a contagiar al 80% de la humanidad cuando la pandemia haya corrido todo su curso.
-Finalmente, el mayor motivo para preocuparse es que el nuevo virus parece matar a 2% de los casos confirmados, una mortalidad similar a la que tuvo la gripe española.
Honigsbaum busca ahuyentar el pánico advirtiendo que en la pandemia de 1918 las ciudades que actuaron decididamente para contener el virus -prohibiendo las reuniones masivas, cerrando las escuelas y aislando a los enfermos y a los casos sospechosos- tuvieron resultados muy diferentes de aquellas que no tomaron medidas a tiempo o no las sostuvieron durante suficiente tiempo.
Esas acciones de prevención y contención son tremendamene disruptivas para la economías, lo que explica que las autoridades sean reacias a adoptarlas, salvo como última instancia, reconoce el autor. Por suerte, concluye, el presidente norteamericano Donald Trump cambió de posición, reconoció la evidencia, declaró la emergencia nacional y su gobierno contempla acciones aún más decisivas, como llamar al Cuerpo de Ingenieros del Ejército a construir refugios médicos temporarios para lidiar con el flujo de enfermos, algo que no sucedió en la mortal pandemia de 1918 incluso dentro de las propias instalaciones del Ejército.