Como señaló el ex secretario de Salud, Adolfo Rubinstein en una entrevista con Infobae, que “ningún país, por más sistema de salud avanzado que tenga, puede enfrentar una epidemia de grandes proporciones”. En medio de la llegada al país de Coronavirus Covid-19 (que ya infectó a 79 personas y mató a 2), según su cálculo, “el 80 por ciento de los contagiados va a tener síntomas leves y no se van a complicar. Pero un 15 por ciento va a requerir cuidados especiales por complicaciones pulmonares y se va a tener que internar, un cinco por ciento que va a tener que internarse en una unidad de cuidados intensivos, y la mitad de esos van a necesitar un respirador”.
De acuerdo al sistema integrado de información sanitaria del Ministerio de Salud de la Nación (del 2018), Argentina tiene 4,5 camas de internación por cada mil habitantes. La mayor cantidad de plazas están en la Capital Federal (7,1 por mil) y las provincias de Córdoba (5,9) y Buenos Aires (5). Menos que las 8 a 10 por habitante que recomienda la OMS.
La pregunta es, entonces, cuántos recursos posee el sistema de salud argentino para los casos más graves. Según le contó a Infobae la doctora Rosa Reina, presidenta de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI), para llegar a esa instancia deberían presentar “dificultad para respirar, hipoxia (disminución del oxígeno en la sangre), hipotensión arterial y cianosis, entre otros síntomas”.
Reina enumera aproximadamente 950 unidades de terapia intensiva en nuestro país. Las camas disponibles son entre 3 y 4,5 cada mil habitantes, es decir, unas 160 mil. “La diferencia -explica- radica en la cantidad de personal de salud disponible, especialmente en enfermería, que provoca una reducción de camas activas”.
“La especialidad de Enfermería en Terapia Intensiva es relativamente nueva, la SATI tiene un curso de posgrado bianual, con 400 a 500 alumnos por cohorte bianual; la 1º camada se recibió en 2015”, añade.
Los médicos intensivistas, por su parte, son alrededor de 1350. Con la alarma mundial que creó la pandemia y la facilidad de contagio, Reina está en permanente contacto con quienes deben trabajar en la emergencia: “Buscamos educar a todos los trabajadores de la salud en las medidas de bioseguridad, cómo utilizar los insumos de protección o control de infecciones, entrenamiento en triage -definir qué pacientes van a consultorio de Insuficiencia respiratoria para descartar infección por coronavirus-, y qué pacientes van a los otros consultorios por otras patologías; entrenamiento en la toma de las muestras de laboratorio; detección temprana del paciente que requiere internación y que está con insuficiencia respiratoria e hipotensión, y necesidad de oxígeno urgente”.
Algo inquietante es que la presidenta de SATI señala que la ocupación de las camas es “prácticamente del 90 por ciento durante todo el año”. Esto significa que quedaría sólo un diez por ciento para nuevos infectados por coronavirus, que además deberían estar aislados para no contagiar a otros enfermos de terapia. Sin embargo, la doctora Reina explica que “Ante esta situación del COVID-19 se están adecuando áreas críticas en diferentes hospitales, especialmente aquellos de alta complejidad, aumentando el número de camas de Terapia intensiva, para hacer frente a la pandemia. Como lo han estado y siguen haciendo en Italia y España, utilizando camas de salas comunes -como cirugía, clínica, traumatología, etcétera-, agregando oxígeno y respirador. Nosotros estamos en permanente contacto con los diferentes Ministerios de Salud para colaborar en la reorganización de estas áreas críticas”.
En nuestro país se espera que el pico de la pandemia llegue en abril. En algunos hospitales porteños, como el Penna, ya se están acondicionando salas comunes para aislar pacientes. Y aquellas operaciones que no sean de vida o muerte están siendo suspendidas hasta nuevo aviso.
No sólo en Capital Federal se preparan. En las ciudades más pequeñas también. En el hospital de El Bolsón, en Chubut, dejaron de lado todos los servicios no urgentes (como kinesiología, por ejemplo), ampliaron la capacidad de terapia intermedia e intensiva, construyen tabiques “anti gotas” para aislar a los pacientes, y a esa unidad de enfermedades respiratorias comenzarán a trabajar de 7 a 20 horas. Todos los médicos disponibles empezaron prácticas de manejo de respiradores. Por el momento tienen solo uno, y esperan otro.
Asimismo, el presidente Alberto Fernández prometió la construcción de ocho hospitales de emergencia para hacer frente a la crisis sanitaria que se podría desatar si no funcionan las medidas de contención.
Un día de cama en terapia intensiva cuesta, según Reina, 48 mil pesos. “Y es posible que este costo se incremente con el COVID-19”, admite Reina.
Es una unidad de tamaña complejidad debe tener algunos elementos indispensables.: cama tecnológica, colchón con presión continua de aire, ventilador mecánico, bombas de infusión, oxigenoterapia, sistema de aspiración, monitor, powerbar (generador eléctrico) y desfibrilador.
Para enfrentar esta pandemia, la SATI recomendó tener en cuenta dos elementos fundamentales en cada terapia: un respirador artificial microprocesado, con sistema de calentamiento de humidificación activa incorporado y una serie de productos descartables para el mismo: circuito de mangueras con rama inspiratoria y espiratoria, conectores o boquillas en Y, para conectar el tubo orotraqueal o traqueostomía a las mangueras. Filtros virales/bacterianos tipo HEPA (High Efficiency Particulate Air) para protección bacteriana y viral, papel hidrofóbico especial y sistema de humidificación activa.
Los otros elementos que destaca la SATI son los descartables para el paciente conectado al respirador: Sistema de humidificación pasiva (“nariz artificial”): Intercambiador de calor y humedad con poder de filtrado (HMEF), de 15 cm de largo aproximadamente; cámara espaciadora para entrega de aerosoles (con conexión a rama inspiratoria), sistema de aspiración cerrada para tubo orotraqueal de 45 milímetros de largo.
Con respecto a la disponibilidad de esos elementos, nadie arriesga una cifra. Sin embargo, en la Capital Federal, en el año 2016 se licitó la limpieza y reemplazo de piezas para 80 respiradores Neumovent en 19 hospitales públicos. Y se calcula que en la provincia de Buenos Aires, los mismos respiradores son alrededor de 400. Es cierto que, en caso de necesidad, todos estos insumos se pueden comprar en el mercado. En una conocida página de compra-venta, por ejemplo, un respirador Neumovent se alquila por 18 mil pesos por semana.
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