El brote del coronavirus se transformó en un “mancha venenosa” alrededor del mundo. Los planes, las relaciones, los proyectos, los viajes se vieron interrumpidos abruptamente a partir de la llegada del Covid-19. De tal manera se dan situaciones inmanejables. Como la que viven los pasajeros del crucero “Costa Pacífica”, de la empresa Costa Cruceros. El barco partió el 3 de marzo pasado desde el puerto de Buenos Aires hacia Génova, Italia, una de las zonas más afectadas por la pandemia. El viaje viró del disfrute de unas placenteras vacaciones a un estado de pánico e incertidumbre constante. Los pasajeros aún se encuentran varados en medio del mar y nadie les comunica donde desembarcarán.
La fatídica trama comenzó el 8 de marzo pasado. “El lunes a la noche bajamos en la ciudad de Maceió, en Brasil, y estábamos muy mal informados. Cuando regresamos al barco, me enteré que algunos argentinos se quedaron allí porque la situación en Europa ya se estaba pudriendo. El capitán nunca contó la realidad de Italia. Y de ahí para adelante fue todo un caos”, relató a Infobae Ricardo Martinengo, de 64 años, que se encuentra a bordo del crucero que actualmente navega por la costas de la ciudad de Dakar, en Senegal, en dirección a Marsella, en Francia.
Cuando el crucero embarcó con destino a Italia, la situación con el coronavirus aún no era tan crítica en Europa. Simplemente había algunos rumores, decían que había que tener cuidado, pero no mucho más. Mientras, los días pasaban dentro de la embarcación sin demasiado reparo de lo que se estaba empezando a vivir afuera.
El primer destino fue Río de Janeiro. Las costas cariocas recibieron a los turistas para un buen baño de mar y después caminar por la “Cidade maravilhosa”. Al otro día llegó el turno de conocer la ciudad de Bahía. Misma lógica: turismo, playa y disfrute. Vacaciones.
Después de Bahía, la embarcación de 300 metros de largo se dirigió a Maceió, donde todo cambió. Según la página web dueña del crucero, el Costa Pacifica tiene capacidad para 3780 pasajeros más 1110 empleados de tripulación.
“Un poco después de regresar al barco nos cortaron todas la señales de televisión argentina que teníamos. Según dijeron porque el satélite estaba complicado. Después cortaron la RAI y la teve española. Internet es muy caro dentro del barco, la mayoría nos informábamos por ahí. Entonces muchos quedamos sin saber cuál era la situación real que se vivía en el lugar adonde estábamos yendo y el capitán seguía sin decir nada. Aunque los rumores dentro del barco habían comenzado a correr”, contó Martinengo.
“Ante la falta de información, el clima se fue poniendo bastante espeso”, dijo. La idea original era seguir camino hacia las costas africanas, después Málaga, Marsella, Barcelona y terminar el 19 de marzo en Génova, pero la crisis sanitaria que produjo el coronavirus a nivel mundial alteró todo las planes en alta mar.
Y siguió: "Cuando nos dimos cuenta que Italia estaba ‘kaput’ repensamos la opción de ir, y cambiamos para bajar en España. Después nos enteramos que España se había transformado en Italia, y a partir de allí hicimos todas las elucubraciones posibles: bajar en Dinamarca, Portugal, donde sea. Y a todo esto, desde la tripulación no nos brindaban ningún tipo de información”, relató preocupado Martinengo. “Las vacaciones hace rato que no existen más para nadie acá”, relató.
Según contó Ricardo, recién hoy anunciaron por altoparlante que el barco hará una parada en Marsella y que llegaran en cinco días. Aunque nadie les aseguró que los dejaran descender allí. “Hay gente que no quiere bajar en Francia, la mayoría quiere que los regresen a Buenos Aires. Encima el capitán no aparece. Hay grupos de gente por todos lados viendo que hacer, discutiendo. Los rumores van de acá para allá, desde ‘el presidente nos va venir a buscar’ hasta nos van dejar en Italia. Hay versiones de todo tipo, mucha angustia, mucha ansiedad, hasta hace un rato no sabíamos adónde íbamos”, dijo Martinengo.
En tanto, relató Ricardo, anoche en el crucero se realizó una reunión en el teatro del barco con la tripulación donde -supuestamente- iban a dar mayores precisiones de los posibles pasos a seguir. Pero todo terminó mal. Gritos, insultos, desorganización, falta de respuestas y todo terminó sin ninguna noticia. “Esta mañana, las oficinas donde se realizan los reclamos estaban protegidas por un vidrio de seguridad, el clima se tensó mucho”, dijo.
En el crucero, contó Martinengo, lo que empezaron a hacer es un revelamiento de la situaciones puntuales de cada pasajero. “Toman los datos de cada uno para saber en que estado se encuentra, pero se va complicando. Recién hubo otro reunión con las autoridades de la embarcación y tuvieron que llamar a la seguridad para que no se les vaya de las manos. Todo esto porque no nos pueden asegurar que el puerto de Marsella esté abierto", explicó.
“Todo el día estamos hablando de lo mismo. De ‘a dónde vamos a ir parar’, que ‘el consulado’... Lo concreto es que estamos en el medio del mar, somos todos grandes, se nos van a acabar los remedios, es una situación de mierda”, graficó Martinengo de cómo se vive dentro de la embarcación. Además, sumado a la crítica situación, se le agrega la última disposición presidencial con respecto a las personas que vuelven de Europa: con la suspensión por 30 días de los vuelos provenientes de Estados Unidos, Europa y China.
“Hay mucha personas mayores, algunas con discapacidad. Gracias a Dios no hay contagiados. Lo único que ves es agua acá. Estamos en el medio en el océano, desolados, con mucha incertidumbre. Al menos si el capitán hubiera dicho algo, ya sabríamos, pero estuvimos cinco días sin noticias. La respuesta por los altoparlantes fue categórica: llegamos el 19 de marzo a Marsella. Pero personal de la compañía me manifestó que hoy vamos a Marsella, pero que todo puede cambiar en el camino,. Hasta que no estemos en tierra la incertidumbre no se va a ir”, concluyó Martinengo.
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