La Copa Libertadores, fundada en 1960, es el torneo de clubes más prestigioso de América del Sur y uno de los más importantes del mundo. Reúne a los mejores equipos del continente, los cuales luchan por el codiciado trofeo en una competencia que no solo ofrece gloria deportiva, sino también visibilidad internacional y reconocimiento.
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Entre la historia del torneo, la hazaña del Once Caldas en 2004 destaca como uno de los episodios más memorables. El equipo colombiano, dirigido por Luis Fernando Montoya, superó todas las expectativas al coronarse campeón ante rivales de gran envergadura.
El camino de Once Caldas hacia la gloria comenzó con cierta incredulidad. Pocos fuera de Manizales daban al equipo muchas posibilidades en una competencia dominada históricamente por gigantes como Boca Juniors, River Plate y São Paulo. Sin embargo, el conjunto dirigido por Luis Fernando Montoya, con una mezcla de disciplina táctica y un espíritu indomable, comenzó a tejer su sueño en la fase de grupos, dejando atrás a equipos como Vélez Sarsfield, de Argentina, y Fénix, de Uruguay.
El sabor de la sorpresa
La verdadera magia del Once Caldas se reveló en las fases eliminatorias. Primero, dejaron en el camino a Barcelona, de Guayaquil, un equipo repleto de jóvenes promesas. Luego, el turno fue para el Santos de Brasil, en una serie donde los manizalitas demostraron que no temían a nadie al enfrentarse a uno de los clubes con mayor tradición copera del continente.
Pero fue en semifinales donde el Blanco Blanco cimentó su leyenda, enfrentando al São Paulo, uno de los favoritos al título. Tras un empate en Brasil, el estadio Palogrande se convirtió en una caldera. En un partido épico que terminó 2-1, el Once Caldas selló su pase a la final, desatando una celebración sin precedentes en las calles de Manizales.
El último paso a la gloria
La final de la Copa Libertadores de 2004 enfrentó al Once Caldas con el poderoso Boca Juniors, de Argentina, equipo con una rica historia en la competición y jugadores de la talla de Carlos Tévez, bajo la dirección del reconocido estratega Carlos Bianchi.
El partido de ida, disputado en La Bombonera, finalizó con un empate 0-0, dejando la serie abierta pero con una ligera ventaja para los colombianos. En el partido de vuelta, jugado el 1 de julio del 2004, el encuentro terminó 1-1. El golazo de Viáfara no fue suficiente para asegurar la victoria, pero fue entonces cuando Juan Carlos Henao tuvo su momento para brillar.
La leyenda de Henao en los penales
El primero en lanzar fue Once Caldas. Arnulfo Valentierra, uno de los pilares del equipo durante todo el torneo, se paró frente al arquero argentino Abbondanzieri. En un tiro tenso, ‘El Pato’ Abbondanzieri adivinó la intención y atajó el disparo. La tensión aumentaba en el Palogrande. Boca Juniors tuvo la oportunidad de tomar ventaja con Schiavi, pero el defensor argentino, con la presión del momento, mandó la pelota por encima del travesaño. El marcador seguía en tablas y la esperanza volvía a los corazones manizaleños.
El siguiente en patear fue Elkin Soto, quien con una calma envidiable envió el balón al fondo de la red, desatando la alegría en las tribunas. Boca Juniors respondió con Raúl Cascini, pero el destino tenía otros planes. Juan Carlos Henao, el guardián del arco caldense, se lanzó a su derecha y atajó el disparo, manteniendo la ventaja para el equipo colombiano.
Wilmer Ortegón, con la oportunidad de ampliar la ventaja, fue el siguiente para Once Caldas. Sin embargo, Abbondanzieri se lució nuevamente y detuvo el tiro. La tensión era palpable, los corazones latían al unísono en Manizales.
Boca Juniors tenía una nueva oportunidad con Burdisso. El defensor argentino disparó con fuerza, pero la pelota rebotó en el poste. La suerte parecía sonreírle al Once Caldas. La ventaja seguía siendo mínima, pero crucial.
Jorge Agudelo, con la responsabilidad de acercar aún más al equipo colombiano a la gloria, se encaminó al punto penal. Con una ejecución precisa, anotó, y el Palogrande estalló en júbilo. El marcador se ponía 3-1 a favor de Once Caldas.
El último en intentar revertir la situación para Boca Juniors fue Franco Cangele. Se enfrentó a Henao, que hasta ese momento había sido una muralla impenetrable. Cangele disparó, pero Henao, con reflejos felinos, detuvo el balón. La hazaña se hacía realidad: no era necesario ejecutar la quinta tanda de penales.
El marcador final, 3-1 en los penales y 1-1 en el tiempo reglamentario, selló una de las gestas más increíbles del fútbol sudamericano. Once Caldas, el modesto equipo de Manizales, se coronaba campeón de la Copa Libertadores 2004, desatando una celebración que se extendió por toda la ciudad y el país.
La victoria del Once Caldas en la tanda de penales fue un testamento de su valentía, esfuerzo y determinación. El equipo dirigido por Luis Fernando Montoya desafió todas las probabilidades y venció a uno de los gigantes del continente.