El Servicio Geológico Colombiano no reportó mayores incidentes en la mañana del miércoles 8 de enero de 2025.
La predicción de sismos sigue siendo un desafío para la ciencia, aunque se han hecho avances significativos en el monitoreo y la comprensión de la actividad sísmica, los expertos coinciden en que no es posible prever con exactitud cuándo y dónde ocurrirá un terremoto.
Un sismo ocurre cuando se libera energía acumulada en las placas tectónicas. Este proceso, aunque estudiado en laboratorios, es impredecible debido a la complejidad de las fuerzas involucradas.
En países como Japón y Estados Unidos, se han desarrollado sistemas de alerta temprana que detectan ondas sísmicas y emiten advertencias segundos antes de que se sientan.
Sin embargo, estos sistemas no predicen sismos; solo mitigan su impacto al alertar con anticipación.
En Colombia, el enfoque está en identificar zonas de alto riesgo mediante estudios geológicos y sismológicos.
Estas investigaciones permiten mapear fallas activas y entender los patrones históricos de sismos, lo que ayuda en la planificación urbana y la educación preventiva.
Colombia, además de ser una región sísmica, cuenta con una significativa actividad volcánica. Esta conexión se debe a la interacción entre las placas tectónicas de Nazca y Suramérica, que genera tensiones en la corteza terrestre, activando fallas geológicas y provocando movimientos sísmicos en las cercanías de los volcanes.
Volcanes como el Galeras, el Nevado del Ruiz y el Chiles-Cerro Negro son ejemplos de esta relación. En estas zonas, los sismos pueden ser indicativos de un ascenso de magma hacia la superficie, una señal de posible erupción. Por ejemplo, en 1985, semanas antes de la tragedia de Armero, el Nevado del Ruiz presentó actividad sísmica que sirvió como advertencia de la inminente erupción.
Sin embargo, no todos los sismos en áreas volcánicas están asociados a erupciones. Muchos son consecuencia de ajustes tectónicos en la región, por lo que los expertos analizan patrones y características específicas para diferenciar ambos casos.
El monitoreo constante de sismos en zonas volcánicas es esencial para anticipar fenómenos y proteger a las comunidades cercanas. Instituciones como el Servicio Geológico Colombiano trabajan en esta vigilancia, integrando tecnología avanzada y equipos especializados.
Los sismos no solo dejan daños materiales, también secuelas psicológicas en quienes los experimentan.
El miedo, la ansiedad y el estrés postraumático son comunes, especialmente en las zonas más afectadas o entre quienes han vivido terremotos de gran magnitud, como el de Armenia en 1999.
Tras un evento sísmico, las personas pueden desarrollar un estado de hipervigilancia, sintiendo temor constante ante posibles réplicas.
En algunos casos, este temor evoluciona a un trastorno de estrés postraumático, que incluye pesadillas, recuerdos intrusivos y miedo a permanecer en interiores.
Los niños, por su vulnerabilidad emocional, son especialmente afectados, mostrando señales de ansiedad como insomnio, dependencia de los padres o miedo a separarse de ellos.
En tanto, los adultos mayores pueden enfrentar cuadros de depresión al lidiar con la pérdida de su hogar o la interrupción de su rutina.
Para mitigar el impacto psicológico, es crucial implementar estrategias de acompañamiento.
Las autoridades deben incluir equipos de psicólogos en las respuestas a desastres, mientras que campañas educativas pueden ayudar a la población a manejar el miedo.
La preparación y los simulacros también juegan un papel importante, ya que brindan una sensación de control ante eventos inevitables.
El SGC reportó un evento sísmico en el océano Pacífico con magnitud de 2,7 y una profundidad superficial.
En medio de un sismo, las redes sociales se convierten en una herramienta clave para informar y comunicar, pero también son un terreno fértil para la desinformación.
En Colombia, es común que, tras un evento sísmico, circulen rumores sobre posibles réplicas inminentes, magnitudes falsas o supuestas predicciones.
Esta desinformación genera pánico innecesario y puede dificultar las labores de las autoridades.
Por ejemplo, mensajes sin fundamento que advierten sobre “réplicas mayores” suelen confundirse con alertas oficiales, causando alarma entre la población.
Por ello, es fundamental que los ciudadanos consulten únicamente fuentes confiables como el Servicio Geológico Colombiano, que proporciona información oficial y precisa en tiempo real.
En un país como Colombia, donde los sismos son frecuentes, las normas de construcción sismo-resistentes son esenciales para proteger vidas.
Estas regulaciones, establecidas en el Reglamento Colombiano de Construcción Sismo Resistente (NSR-10), exigen que las edificaciones sean diseñadas para soportar las vibraciones de un terremoto, especialmente en zonas de alto riesgo.
Sin embargo, en muchas ciudades y municipios, estas normas no siempre se cumplen. Edificaciones antiguas, construidas antes de la implementación del NSR-10, presentan mayores riesgos, especialmente en áreas como Bogotá, Armenia y Popayán.
Además, en barrios informales y zonas rurales, la falta de recursos económicos lleva a construcciones precarias que no cumplen con los estándares requeridos.
Las autoridades han señalado la necesidad de realizar inspecciones periódicas a edificaciones públicas y privadas, especialmente a escuelas, hospitales y oficinas gubernamentales. También se promueve la capacitación de ingenieros y arquitectos en diseño sismo-resistente.
La preparación para sismos en las ciudades colombianas es clave, especialmente en zonas de alta vulnerabilidad como Bogotá, Medellín, Cali y el Eje Cafetero.
A través de los organismos de gestión del riesgo, como la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (Ungrd), se implementan planes de emergencia diseñados para mitigar los efectos de un terremoto.
Estos planes incluyen simulacros regulares que buscan entrenar a la población en evacuación y respuesta inmediata.
También se han creado protocolos de emergencia para hospitales, escuelas y edificios públicos, que establecen rutas de evacuación y puntos de encuentro seguros.
Sin embargo, aún persisten desafíos, pues muchas edificaciones, especialmente en zonas rurales o barrios informales, no cumplen con las normas de construcción sismo-resistentes, aumentando su vulnerabilidad.
El SGC reportó un evento sísmico en Cepitá, Santander, que se registró a las 3:52 p. m. de magnitud 2,1.
En Colombia, cada día se registran decenas de sismos, pero la mayoría pasan desapercibidos para la población.
Esto se debe a que muchos de estos movimientos tienen una magnitud baja, generalmente inferior a 3,0, u ocurren a grandes profundidades.
La percepción de un sismo depende de diversos factores:
En primer lugar, la magnitud del evento determina la cantidad de energía liberada: cuanto menor sea, menor será su impacto.
En segundo lugar, la profundidad del foco sísmico juega un papel importante: los sismos profundos (más de 70 km) tienden a perder energía antes de llegar a la superficie, lo que los hace prácticamente imperceptibles.
Otro factor es la distancia al epicentro: las áreas cercanas suelen experimentar mayores vibraciones, mientras que en lugares alejados el movimiento es imperceptible.
Finalmente, las características del terreno influyen, ya que zonas con suelos más blandos amplifican las ondas sísmicas.
Aunque no se sienten, estos pequeños movimientos son importantes para los científicos, ya que proporcionan información sobre la actividad tectónica en el país y ayudan a identificar patrones que podrían preceder a un sismo de mayor magnitud.
A las 9:00 a. m. el SGC reportó un evento sísmico en Los Santos, Santander, con una magnitud de 3,8 y profundidad de 150 kilómetros.