Más que sol y playa: estas son las razones por las que los colombianos prefieren vivir en las montañas

Colombia, un país de contrastes geográficos, culturales y climáticos, presenta una distribución de población atípica cuando se observa desde una perspectiva global.

A pesar de contar con costas en dos océanos y una gran variedad de climas y ecosistemas, más de la mitad de su territorio permanece despoblado, mientras que una concentración notable de habitantes reside en áreas de alta montaña.

Ahora puede seguirnos en Facebook y en nuestro WhatsApp Channel.

En un video publicado en YouTube, los creadores de contenido de Un Mundo Inmenso desglosaron las razones detrás de este fenómeno demográfico que pone de manifiesto cómo la geografía y la historia han influido en la forma en que los colombianos se distribuyen por su territorio.

Con 53 millones de habitantes, Colombia es el segundo país de habla hispana más poblado, solo después de México; sin embargo, su distribución territorial no es homogénea: mientras algunas áreas del país concentran grandes poblaciones, otras regiones son casi deshabitadas.

En particular, el 60% del territorio colombiano, principalmente en las vastas llanuras del Oriente, tiene una densidad poblacional extremadamente baja, con menos de tres millones de personas.

Esta cifra contrasta con las grandes ciudades que se encuentran en zonas montañosas como Bogotá, Medellín y Cali, que concentran a más del 70% de la población del país.

A pesar de la variedad climática y la presencia de importantes recursos naturales, las áreas más densamente pobladas se encuentran en la región Andina, particularmente en los valles interiores de los Andes, pero ¿por qué esta concentración en las alturas?

Las zonas montañosas de Colombia, como el altiplano cundiboyacense donde se encuentra Bogotá, presentan una serie de ventajas para la vida humana que han sido aprovechadas desde tiempos precolombinos.

El clima templado de estas regiones es una de las principales razones por las que los colombianos prefieren vivir en la altura.

A diferencia de las costas del Caribe, donde las temperaturas son altas y la humedad es una constante, las ciudades ubicadas a más de 2.000 metros sobre el nivel del mar disfrutan de un clima más fresco y saludable, lo que ha favorecido su crecimiento poblacional.

La capital, Bogotá, por ejemplo, tiene una temperatura promedio anual de 14 grados, lo que la convierte en una ciudad cómoda para vivir.

Desde la época de los Muiscas, los pueblos indígenas de la región ya habían reconocido este beneficio del altiplano, además de la temperatura agradable, estas áreas cuentan con suelos fértiles y una disponibilidad adecuada de agua, lo que ha favorecido el desarrollo de la agricultura y ha impulsado la expansión de las ciudades.

La historia también ha jugado un papel clave en la configuración de la población colombiana.

Durante la época colonial, las ciudades de los Andes, como Bogotá, Medellín y Cali, se convirtieron en centros de poder y comercio, lo que consolidó aún más su desarrollo.

Estas ciudades se beneficiaron de la facilidad para acceder a los recursos naturales de las zonas aledañas, incluidos los minerales de las montañas cercanas.

Con el tiempo, la infraestructura en estas regiones mejoró, con la construcción de caminos, puentes y sistemas de comunicación que facilitaron aún más la urbanización.

En contraste, la región del Oriente colombiano, que incluye la Amazonia y la Orinoquía, ha sido históricamente menos atractiva para los asentamientos humanos.

A pesar de su vastedad y de ser una zona apta para la agricultura y la ganadería, estas regiones enfrentan desafíos climáticos severos.

En la Amazonia, por ejemplo, el calor, la humedad extrema y las precipitaciones constantes dificultan la vida humana, lo que ha limitado su desarrollo urbano.

Además, la infraestructura en estas áreas es menos desarrollada, y el acceso por carretera es limitado, lo que hace que las ciudades se concentren en zonas más accesibles, como los Andes.

Colombia, a diferencia de muchos países, tiene costas tanto en el Pacífico como en el Caribe; sin embargo, la distribución de la población en estas dos áreas es desigual.

La región caribeña, con ciudades como Barranquilla, Cartagena y Santa Marta, es mucho más densamente poblada que la zona del Pacífico.

Durante la época colonial, el Caribe fue el principal punto de contacto con Europa, lo que impulsó el desarrollo de puertos y ciudades.

Esta tendencia continuó con el auge del turismo en la región, lo que ha generado mayores oportunidades de empleo e infraestructura.

Por otro lado, la región pacífica colombiana, que incluye departamentos como Chocó, es mucho menos poblada, con menos de un millón y medio de habitantes.

Esta región enfrenta una serie de desafíos que dificultan su desarrollo, como su aislamiento geográfico, la falta de infraestructura y un clima extremadamente lluvioso.

En algunas zonas de esta región, las precipitaciones anuales alcanzan los 16.000 milímetros, lo que hace que la construcción de ciudades sea particularmente difícil.

Además, la pobreza es una constante en la región, con altos índices de pobreza en departamentos como Chocó, donde el 67% de la población vive en condiciones de pobreza.