El Almanaque de Bristol es una publicación que ha acompañado a varias generaciones en América Latina, y tiene una historia que se remonta a finales del siglo XIX.
Este pequeño libro, conocido por su diseño sencillo (que resalta por su tono de color naranja) y su contenido práctico, se ha convertido en un referente cultural y una herramienta indispensable en muchos hogares.
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Este librillo fue creado originalmente como una estrategia de marketing (mercadeo) para promocionar los productos de un laboratorio farmacéutico en Estados Unidos, pero con el tiempo adquirió un significado mucho más amplio.
El Almanaque de Bristol se publicó por primera vez en 1832 por el laboratorio John I. L. Bristol, con sede en Nueva York. Su propósito inicial era distribuir información sobre los medicamentos que producía la compañía, pero también incluía datos útiles para la vida cotidiana, como predicciones meteorológicas, consejos agrícolas y recetas caseras, destacó El Tiempo.
Este enfoque práctico y accesible permitió que el almanaque ganara popularidad en poco tiempo, y en especial, en comunidades rurales donde el acceso a información era limitado. De ahí que en varios pueblos y/o municipios de zonas alejadas de Colombia este cuadernillo aún conserva una vigencia digna de resaltar en medio de una era en el que el exceso de información es abismal.
En América Latina, el almanaque encontró un público fiel, sobre todo en Colombia, donde se convirtió en un elemento común en cacharrerías, tiendas de barrio y mercados locales.
El contenido del Almanaque de Bristol ha evolucionado con el tiempo, pero ha mantenido su esencia práctica. Además de las predicciones meteorológicas y los consejos agrícolas, incluye secciones dedicadas a la salud, la astrología y las fases lunares.
Estos detalles lo han convertido en una herramienta valiosa para agricultores, comerciantes y familias que buscan orientación en su vida diaria. Su formato compacto y su precio accesible también han contribuido a su popularidad, permitiendo que llegue a una amplia variedad de públicos.
“Muchas tiendas siguen dando el Almanaque de Bristol como un calendario, es muy tradicional desde el siglo XIX y, en ese sentido, lo que más permite que sea tan conocido y famoso en el campo colombiano es esa tradición, y, sobre todo, que es un pequeño libro o catálogo que es sumamente fácil de leer”, le comentó a La Repúblia Wilson Pabón, doctor en historia.
En Colombia, el almanaque se distribuye principalmente en tiendas pequeñas y mercados locales, donde su presencia es casi una tradición. El éxito de este librillo radica en su capacidad para adaptarse a las necesidades de sus lectores.
El tradicional muñeco de año viejo tampoco es originario de Colombia
Aunque muchos colombianos consideran que esta tradición es originaria de su país, en realidad tiene sus raíces en Ecuador, donde surgió como una forma de despedir el año viejo y purificar las energías para el nuevo ciclo. En Colombia, esta práctica ha evolucionado hasta convertirse en una expresión cultural que mezcla humor, crítica social y creatividad.
Además de los líderes políticos, otros muñecos que han ganado popularidad en Cali representan a agentes de tránsito. Uno de estos maniquíes fue avistado en las calles del municipio de Guacarí, en el departamento del Valle del Cauca, y su imagen se viralizó en redes sociales. Este fenómeno refleja cómo los ciudadanos también utilizan esta tradición para expresar sus opiniones sobre figuras o instituciones que han marcado el año.
La quema de muñecos de ‘año viejo’ no solo es una actividad simbólica, sino también un motor económico para los comerciantes locales. Los vendedores aprovechan la temporada para ofrecer una amplia variedad de figuras, desde personajes de la política hasta figuras de la cultura popular, adaptándose a las demandas de los compradores.
La tendencia de incluir a figuras políticas como Petro, Márquez, Uribe y Trump en esta tradición parece consolidarse como una constante en las celebraciones de fin de año.
En este contexto, la elección de los personajes refleja, en gran medida, el sentir de la ciudadanía frente a los eventos que marcaron el año.