En uno de los hechos más controversiales de las últimas semanas en el territorio nacional, Fabio Ochoa, que supo ser uno de los jefes del Cartel de Medellín, llegó al país luego de permanecer recluido más de 20 años en una cárcel de Estados Unidos.
El exnarcotraficante, que incluso fue uno de los hombres más cercanos a Pablo Escobar a finales de los años 80, llegó en condición de deportado al aeropuerto El Dorado de Bogotá el lunes 23 de diciembre de 2024 ante un centenar de personas que aguardaban por su llegada.
Ahora puede seguirnos en Facebook y en nuestro WhatsApp Channel.
Y es que desde que el avión en el que venía Ochoa aterrizó en la capital de la República, la atención se centró netamente en el momento en el que el excapo se encontraría con su familia y seres queridos en la puerta de salida de llegadas internacionales de la terminal aérea bogotana.
Tal situación generó incomodidad en miles de colombianos, teniendo en cuenta el pasado criminal del antioqueño que ya había cumplido con una pena en el territorio nacional.
Por ejemplo, uno de los miembros más ilustres de la Policía Nacional en los últimos años aseguró que la llegada de Ochoa emuló a la de un “rockstar”, haciendo referencia además a los miles de crímenes que cometió el Cartel de Medellín en pleno auge del narcotráfico.
Fue el general (r) Jorge Luis Vargas, que fue director de la Policía Nacional años atrás, que aseguró además que el exnarcotraficante fue recibido como si fuera a jugar un partido de fútbol en la capital colombiana.
“Ayer parecía como si estuviera un rockstar o una persona que iba a no sé, a jugar un partido de fútbol acá y lo que causó el Cartel de Medellín, el clan Ochoa, el Cartel de la Costa, el Cartel de Cali fue horrible”, explicó el uniformado en una entrevista con Caracol Radio.
Vargas, que participó de la “Operación Milenio”, en la que fue capturado Ochoa a finales de los años 90 recordó que “fue una de las páginas más oscuras de la historia del país en términos de corrupción, de muertes y violencia”.
“Bueno, estamos viviendo precisamente ese legado horroroso del narcotráfico producto de estos carteles y el clan Ochoa fue parte de eso, para que hoy desafortunadamente no podemos decir Colombia, es un país hermoso y bello producto de las acciones de ellos en ese momento”, concluyó el también excandidato a la Alcaldía de Bogotá.
Fabio Ochoa, uno de los líderes del Cartel de Medellín
Fabio Ochoa Vásquez, nacido el 2 de mayo de 1957 en Medellín, creció en el seno de una familia acomodada de Antioquia, vinculada al sector agropecuario. Sin embargo, su destino cambió radicalmente al asociarse con Pablo Escobar y sus propios hermanos, Jorge Luis y Juan David Ochoa Vásquez, con quienes fundó el Cartel de Medellín, una de las organizaciones criminales más poderosas y temidas de la historia del narcotráfico.
Uno de los episodios más oscuros en la trayectoria de Ochoa Vásquez se registró en febrero de 1986, cuando fue implicado en el asesinato de Barry Seal, un ex piloto del Cartel de Medellín que se había convertido en informante de la DEA. Este crimen, que tuvo lugar en los Estados Unidos, evidenció la capacidad del cartel para operar más allá de las fronteras colombianas y eliminar a quienes consideraban una amenaza para sus actividades ilícitas.
Además, Fabio Ochoa fue acusado de liderar una operación de contrabando que introducía aproximadamente 30 toneladas de cocaína al mes en territorio estadounidense entre 1997 y 1999.
En los años 2000, las autoridades mexicanas también identificaron vínculos entre Fabio Ochoa y el Cartel del Milenio, una organización criminal que operaba en México.
El declive de la carrera criminal de Fabio Ochoa comenzó en 1990, cuando el entonces presidente colombiano César Gaviria Trujillo promulgó el decreto 2.047, una medida que ofrecía beneficios legales a los narcotraficantes que decidieran entregarse a las autoridades y reintegrarse a la sociedad.
Finalmente, en octubre de 1999, Fabio Ochoa fue capturado por las autoridades colombianas, marcando el inicio de su proceso judicial. Dos años después, el 28 de agosto de 2001, el presidente Andrés Pastrana aprobó su extradición a los Estados Unidos, donde enfrentó cargos por conspiración, tráfico de drogas y otros delitos relacionados. La extradición se concretó el 8 de septiembre de ese mismo año, y en 2003, un tribunal estadounidense lo sentenció a 30 años de prisión, poniendo fin a su participación en el narcotráfico.