La liberación de Fabio Ochoa, exmiembro del cartel de Medellín, tras completar su proceso de deportación con Migración Colombia, provocó fuertes reacciones en el ámbito político del país. El exnarcotraficante, que fue condenado a 25 años de prisión en Estados Unidos por delitos relacionados con el narcotráfico, dio sus primeras declaraciones públicas tras su regreso a Colombia, en las que se declaró inocente de los cargos que le fueron imputados.
En un contacto con los medios, el excapo aseguró que la condena que recibió en suelo estadounidense fue el resultado de un “montaje”. “No, porque yo no lo hice pensando en hacer el mal. Por este caso (no hice) nada, por este caso no soy culpable, me lo montaron. Yo en el pasado me sometí a la justicia y confesé mis delitos. Un engaño creado”, afirmó Ochoa, que también dejó claro que no se siente arrepentido de sus acciones pasadas.
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Estas declaraciones no tardaron en despertar la indignación de varios sectores políticos, especialmente en Bogotá, donde el alcalde Carlos Fernando Galán expresó su malestar en redes sociales. El mandatario de la capital, que vivió de cerca la violencia del narcotráfico a raíz del asesinato de su padre, el líder liberal Luis Carlos Galán, a manos del cartel de Medellín, en cabeza de Pablo Escobar, mostró su descontento ante la situación. A través de su cuenta en X, el mandatario local calificó la liberación de Ochoa como “inaceptable”.
“Impunidad. Que un miembro del grupo delincuencial conocido como ‘los extraditables’, con toda la violencia y terror que generaron en los años 80 y 90, no tenga ningún requerimiento de la justicia es inaceptable”, expresó el alcalde, refiriéndose a la falta de acciones legales contra Ochoa en Colombia, a pesar de su vinculación con uno de los grupos criminales más violentos en la historia del país.
La respuesta de Galán resaltó las tensiones entre el Estado y las figuras asociadas al narcotráfico de décadas pasadas, particularmente aquellos que, como Ochoa, tuvieron un rol central en los carteles que aterrorizaban a la nación en los años 80 y 90. A pesar de que el excapo cumplió su condena en el extranjero y no tiene pendiente ninguna solicitud de captura en Colombia, su vínculo con el narcotráfico sigue siendo una sombra en su retorno al país.
Su mensaje generó una gran cantidad de reacciones en redes sociales, con usuarios expresando su descontento por la situación de Ochoa, pero algunos cuestionaron la necesidad de mantenerlo preso después de haber cumplido su condena. Entre los comentarios más destacados se encuentran: “No deberían dar tanta difusión a la llegada de un delincuente”; “El presidente que ustedes designaron los indultó, así que @CarlosFGalan y hermanos, asuman esa responsabilidad, que esa impunidad es de cuenta suya”; “Tan blandito Galán que cerró los comentarios”.
El ascenso y la caída del excapo del cartel de Medellín
Fabio Ochoa Vásquez, nacido el 2 de mayo de 1957 en Medellín y el menor de los Ochoa, fue uno de los principales responsables del auge del narcotráfico en Colombia durante las décadas de los 80 y 90. Miembro del infame cartel de Medellín y socio cercano de Pablo Escobar, se consolidó como una de las figuras clave en la organización criminal que sembró terror en el país.
A lo largo de su historia, Ochoa se encargó de trazar rutas de tráfico de cocaína hacia Estados Unidos y de implementar sofisticados esquemas de lavado de dinero. Aunque no tuvo tanto protagonismo como Escobar o sus hermanos mayores (Juan David y Jorge Luis), su inteligencia y habilidades estratégicas lo convirtieron en una figura fuerte dentro del cartel.
La violencia del cartel de Medellín, que incluyó atentados, secuestros y asesinatos, dejó miles de víctimas y enfrentó a la organización con el cartel de Cali.
La primera captura de Ochoa ocurrió en 1991, cuando se entregó a las autoridades colombianas tras el decreto que ofrecía beneficios a quienes se entregaran a la justicia; sin embargo, su tiempo en prisión fue breve, ya que fue liberado en 1996 gracias a la política de reducción de penas. No obstante, en 1999 fue nuevamente arrestado en la Operación Milenio, y poco después fue extraditado a Estados Unidos.
En 2001, Ochoa fue condenado en EE. UU. a 30 años de prisión por conspiración para exportar cocaína, pero obtuvo una reducción de pena; después de cumplir su condena, fue liberado y deportado a Colombia, lo que provocó incertidumbre sobre su futuro en el país.