La Corporación Autónoma de Cundinamarca (CAR) encendió las alarmas tras confirmar un grave caso de tala ilegal en el bosque seco tropical del predio San Marino, ubicado en el centro poblado de Cambao, municipio de San Juan de Rioseco. Este ecosistema, considerado uno de los más amenazados del país, fue escenario de un acto que pone en evidencia la creciente presión sobre los recursos naturales de la región.
El caso salió a la luz gracias a un compendio de denuncias enviadas por la comunidad a la CAR. Las cartas documentaban la tala indiscriminada de árboles nativos sin contar con las licencias requeridas, una actividad que, según los informes, estaba ligada a la expansión de terrenos agrícolas.
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Un equipo técnico de la CAR inspeccionó la zona afectada y confirmó la tala de 21 árboles, ocho de ellos dentro del Distrito Regional de Manejo Integrado (Drmi) de bosque seco tropical, un área destinada a la conservación. Este acto constituye una violación directa a la normativa ambiental, agravada por el hecho de que el Drmi tiene un rol clave en la protección de especies de flora y fauna únicas en el país.
El informe señaló que el impacto ambiental es significativo. La intervención abarcó ocho hectáreas de bosque, alterando el equilibrio del ecosistema y disminuyendo la capacidad de la zona para cumplir funciones esenciales como la regulación hídrica y la conservación de la biodiversidad.
Ante la gravedad de los hechos, la CAR inició un proceso sancionatorio contra los responsables, que incluye sanciones económicas y posibles acciones penales. Asimismo, reiteró su llamado a las comunidades para reportar cualquier actividad similar que atente contra los ecosistemas protegidos, destacando la importancia de la vigilancia ciudadana en la preservación del medio ambiente.
Los impactos de la deforestación
La tala indiscriminada y la deforestación generan profundas consecuencias en Colombia, un país reconocido por su riqueza ambiental y biodiversidad. Este fenómeno, aunque reciente en algunos contextos, ha afectado al país durante décadas, comprometiendo ecosistemas esenciales como los bosques secos tropicales y las selvas amazónicas.
Los bosques, que actúan como pulmones del planeta, desempeñan un papel crucial en la regulación del clima, la protección del suelo y la conservación de especies. La eliminación masiva de árboles, ya sea por actividades agrícolas, minería ilegal o ganadería extensiva, contribuye a la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y la alteración de los recursos hídricos.
En términos de biodiversidad, la tala amenaza a cientos de especies que dependen de estos ecosistemas para sobrevivir. Colombia, como segundo país más biodiverso del mundo, enfrenta el riesgo de perder especies endémicas que no pueden adaptarse a la rápida destrucción de sus hábitats. El cambio climático es otro impacto significativo. Los bosques son sumideros de carbono que capturan dióxido de carbono (CO₂) y ayudan a regular la temperatura global. Su destrucción libera grandes cantidades de CO₂ almacenado, agravando el calentamiento global.
Adicionalmente, la deforestación afecta los ciclos hídricos. La pérdida de cobertura forestal reduce la capacidad de los ecosistemas para retener agua, causando sequías en algunas regiones e inundaciones en otras. Esto afecta no solo a la naturaleza, también a las comunidades que dependen de los recursos hídricos para su sustento.
En Colombia, el impacto socioeconómico es evidente: miles de familias que dependen de los bosques para la agricultura, la pesca o la recolección de frutos se ven perjudicadas. Este círculo vicioso entre pobreza y deforestación refuerza la necesidad de soluciones sostenibles.
Proteger los bosques implica esfuerzos colectivos. Desde la aplicación estricta de leyes ambientales hasta la promoción de prácticas agrícolas sostenibles y la reforestación activa, cada acción cuenta. Colombia tiene una oportunidad única para liderar en la conservación de su patrimonio natural y garantizar un futuro en equilibrio entre desarrollo humano y protección ambiental.