Para la actriz Margalida Castro, que falleció el 19 de diciembre debido a un cáncer que padecía y que no fue detectado a tiempo, representar decenas de personajes ante las cámaras de televisión fue todo un reto. Crear a mujeres como Gertrudis, en El Secretario, o a Úrsula Eloísa Lacouture Infante de Cabrales en Chepe Fortuna, implicó todo un trabajo actoral que terminó siendo todo un éxito.
Sin embargo, los retos fueron más allá en su vida. Enfrentó graves problemas de salud física y mental que necesariamente afectaron su vida personal y su entorno familiar. Pues, luego de un accidente, tuvo un trauma craneal severo. Aunque el panorama de su recuperación era desalentador, logró salir adelante, pero empezó a tener dificultades para dormir, por lo que tuvo que recurrir a un tratamiento psiquiátrico.
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“La falta de sueño te vuelve loco. Yo fui a dar a todos los manicomios de Bogotá, me volví una loca (...). Esos sitios son demasiado terribles. Nadie se alcanza a imaginar, por ejemplo, en un sitio que era de caridad y que ya está abandonado, tenían esos enfermitos loquitos que encuentran en la calle y cuando necesitaban las camas para otros, entonces los mataban”, contó en una entrevista con Marcos Robayo para el pódcast Senderos de Éxito.
“Las habría matado”
El proceso no solo fue difícil por tener que asumir una realidad compleja y violenta en los psiquiátricos en los que estuvo, sino por la separación de sus hijas, Gina Paola y Carla. Según relató en una entrevista con La Red, de Caracol Televisión, sus problemas de salud mental llegaron a ser tan graves, que el hecho de que estuviera cerca de sus hijas implicaba un riesgo para ellas.
“Donde no hubieran estado mis hijas fuera de mí, yo de pronto las habría matado”, aseveró en la entrevista.
Para sustentar su afirmación puso como ejemplo una anécdota que involucró a una empleada que la acompañaba en sus crisis. La mujer, llamada Cecilia, solía apoyar a la actriz cuando, por falta de sueño, empezaba a actuar de manera confusa y extraña. No la reprochaba o atacaba, sino que trataba de seguirle “la cuerda” para disuadirla de cualquier cosa peligrosa que quisiera hacer.
“Una vez que yo la agarré a ella, a mis dos hijas y a la hijita de ella, que vivían acá en el apartamento en el piso 11, les dije: ‘Vamos volando a donde mi mamá'. Yo pensé que estábamos en el año 9.221 y podíamos volar. Mi mamá vivía en La Soledad”, contó.
Entonces, Cecilia, en vez de alarmarse, continuó la conversación asegurando que, debido a la oscuridad de la noche, no sería adecuado volar, puesto que podían chocar con los árboles del Park Way. Propuso entonces que salieran en la mañana. “Me convencía”, precisó.
El estado en el que se encontraba ya era crítico: “Me tenían que hospitalizar, porque ya estaba yo fuera de mis cabales y podía hacerle daño a mis hijas. Entonces eso fue muy importante para ellos, que no hubieran visto mis crisis”, aseguró.
Cuando Margalida pudo salir de esos hospitales psiquiátricos, retomó la relación con sus hijas. Se dedicó a ser una madre completamente entregada a ellas, buscando restaurar 10 años de separación entre ellas. “Por eso se fueron para Chile, les compré apartamentos, carros, todo, a mis nietos”, sostuvo.
Después de un largo proceso de reparación y de unión entre la familia, sus lazos se fortalecieron, tanto así, que sus hijas pasaron a ser las responsables de ella. De acuerdo con su relato, estuvieron pendientes de la actriz todo el tiempo, llamándola y preguntando sobre su bienestar.
De igual manera, ella entregó todo de sí para gozar del tiempo que pasaba junto a sus hijas, priorizando la calidad y el amor. “Nunca fui una mamá regañona, no, al contrario, yo las aprovechaba, como me quedaba mucho tiempo sin ellas, entonces aprovechaba de ellas esa frescura, ese amor, esos abrazos, esas caricias”.