La Cárcel y Penitenciaría con Alta y Media Seguridad de Valledupar (Cpams), conocida como La Tramacúa, es uno de los penales de máxima seguridad más emblemáticos de Colombia.
Inaugurada en abril de 2000, este centro penitenciario alberga a algunos de los reclusos más peligrosos del país, incluidos violadores y abusadores sexuales de niños.
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Su apodo, “La Tramacúa”, proviene de un término de la cultura vallenata que hace referencia a algo de gran tamaño.
En este contexto, en entrevista para el videopódcast Conducta Delictiva, conducido por Michell Rodríguez y Kevin Pinzón, Carlos Andrés Consuegra, alias El Lobo, un interno condenado a 60 años de prisión por homicidio, reveló detalles sobre el trato que reciben los agresores sexuales en este penal.
“Aquí los violadores son apartados”
Consuegra explicó que, históricamente, los reclusos condenados por crímenes sexuales enfrentaban un trato duro dentro de la cárcel.
Según él, en el pasado eran obligados a desfilar por los patios vestidos con ropa interior femenina y frecuentemente eran golpeados por otros internos; sin embargo, aseguró que la situación ha cambiado con el tiempo.
Actualmente, los presos considerados de “alta peligrosidad” y condenados por crímenes sexuales graves, como Rafael Uribe Noguera o los autores de abusos y asesinatos de menores, permanecen aislados: “A esos no les dan patio, los mantienen en tratamiento, completamente apartados”.
El cambio en el manejo de estos internos, según Consuegra, responde a la búsqueda de una convivencia pacífica dentro del penal: “Aquí se está haciendo la paz, hay una mesa de resocialización, ya no se puede tomar justicia por mano propia porque eso trae problemas legales para uno”.
Este esfuerzo por pacificar los penales contrasta con las duras condiciones de reclusión que persisten en La Tramacúa, como el hacinamiento y las denuncias de violaciones a los derechos humanos.
El asesinato de “El Monstruo del Mercado”
Durante la entrevista, Consuegra justificó su condena y relató cómo tomó justicia por mano propia al asesinar a Luis Eduardo, conocido en su barrio como “El Monstruo del Mercado”.
Según él, este hombre había abusado de varios menores y era conocido por sus métodos para atraer a las víctimas, ofreciéndoles dulces, ropa y alcohol.
“Los niños son sagrados, son de Dios”, afirmó Consuegra, que añadió que su decisión estuvo motivada por la indignación al descubrir las acciones de Luis Eduardo.
De acuerdo con el relato, Consuegra esperó a su víctima cerca del estadio de Valledupar, en un lugar aislado, dado que Luis Eduardo había seguido cometiendo abusos, a pesar de las advertencias: “Sin mediar palabra, lo apuñalé. Ya estaba decidido”.
Consuegra también afirmó que varios residentes del barrio lo agradecieron, aunque no ofreció pruebas concretas para respaldar las acusaciones contra su víctima, las cuales tampoco fueron corroboradas en el proceso judicial que lo llevó a prisión.
El peso de una vida delictiva
Carlos Consuegra describió su vida antes de su encarcelamiento como una marcada por la violencia y las malas decisiones.
Proveniente de un hogar roto y con un padre ausente, comenzó su carrera delictiva a los 15 años, involucrándose en robos, saqueos y sicariato en Valledupar. Según contó, trabajó para bandas locales y su vida estuvo rodeada de armas, drogas y violencia.
“En la calle, uno piensa que no va a caer, pero la vida del crimen siempre termina mal”, reflexionó durante la entrevista.
A pesar de no arrepentirse del asesinato de Luis Eduardo, dijo estar enfocado en la resocialización y en construir una nueva vida fuera de la prisión cuando cumpla su condena: “Ya no maquino lo malo. Quiero cuidar a mis hijos y no volver a este lugar”.