Desde la psicología, el acto de cerrar la puerta de la habitación antes de dormir puede ser analizado desde distintas perspectivas, dependiendo del contexto y las circunstancias personales de cada individuo.
Aunque este comportamiento parece sencillo y práctico, en realidad puede ser un reflejo de complejas necesidades emocionales y psicológicas, que van desde la búsqueda de seguridad hasta la necesidad de establecer límites o ejercer control sobre el entorno.
Para algunos, cerrar la puerta representa un ritual de protección, mientras que para otros puede ser una respuesta a sentimientos de vulnerabilidad, ansiedad o la necesidad de desconectar del mundo exterior.
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Una de las interpretaciones más comunes desde la psicología es que cerrar la puerta está relacionado con la necesidad de seguridad.
El dormitorio es uno de los espacios más íntimos de la casa, y para muchas personas, dormir representa una de las actividades más vulnerables, pues implica un estado de relajación profunda y desconexión del entorno.
En este sentido, cerrar la puerta puede interpretarse como una medida para crear una barrera simbólica que proteja al individuo de intrusiones físicas o emocionales.
La sensación de seguridad es un pilar fundamental del bienestar psicológico. Según la teoría de Maslow sobre la jerarquía de necesidades, la seguridad ocupa un lugar central, justo después de las necesidades fisiológicas básicas.
Dormir con la puerta cerrada puede ser una forma de satisfacer esa necesidad primordial de protección. Para algunos, el acto de cerrar la puerta les ayuda a sentirse más resguardados, minimizando la percepción de peligros potenciales, aunque estos no estén necesariamente presentes.
Cerrar la puerta también puede estar vinculado con la necesidad de control. En un mundo que a menudo parece caótico, algunas personas recurren al control de su entorno inmediato como un mecanismo para sentirse más estables y equilibradas.
La puerta cerrada actúa como una forma de limitar el acceso de otras personas o factores externos que puedan alterar el proceso de descanso. Este comportamiento puede ser especialmente relevante para aquellos que experimentan altos niveles de ansiedad o estrés, ya que la sensación de control sobre el espacio en el que duermen puede aportarles una cierta calma.
Otro aspecto crucial relacionado con el cierre de la puerta es la búsqueda de privacidad. El dormitorio, como espacio personal, está vinculado no solo al descanso físico, sino también al descanso mental y emocional. Cerrar la puerta simboliza el deseo de aislarse del resto del mundo, especialmente si se percibe que la interacción constante con otras personas puede interferir con el bienestar emocional. Para muchos, la habitación es un refugio donde pueden ser ellos mismos, sin presiones externas.
Para algunas personas, cerrar la puerta puede ser una respuesta a una sensación de vulnerabilidad. El momento previo al sueño es un periodo en el que las defensas psicológicas suelen disminuir, lo que deja a las personas más expuestas a sus pensamientos y emociones. La puerta cerrada, en este caso, puede funcionar como un acto simbólico de defensa ante cualquier amenaza percibida, ya sea interna (miedos, preocupaciones) o externa (personas u objetos).
La cantidad de sueño recomendada varía según la edad y las necesidades individuales. Los recién nacidos requieren entre 14 y 17 horas diarias, mientras que los adultos suelen necesitar entre 7 y 9 horas. Los niños y adolescentes tienen necesidades mayores, con rangos que van de 10 a 15 horas dependiendo de la edad.
¿Cómo conciliar el sueño más rápido?
1. Establecer una rutina de sueño: es decir, irse a la cama y levantarte a la misma hora todos los días e incluso los fines de semana, puede ayudar a regular su reloj biológico.
2. Evitar la cafeína y el alcohol: la cafeína, presente en el café, té, refrescos y algunas bebidas energéticas, puede interferir con su capacidad para conciliar el sueño. Intente evitarlas al menos 6 horas antes de acostarse.
3. Practicar técnicas de relajación: la meditación o la respiración profunda son técnicas efectivas para reducir la ansiedad y relajar el cuerpo antes de acostarse.
4. Reducir la exposición a pantallas: la luz azul que emiten los dispositivos electrónicos (teléfonos, tabletas, computadoras, televisores) interfiere con la producción de melatonina, la hormona que regula el sueño. Evite el uso de pantallas al menos 30-60 minutos antes de dormir.