“El salario mínimo en Colombia actúa más como un obstáculo que como una herramienta de protección para los trabajadores”. La contundente frase, que se conoce a unos días del inicio de las negociaciones entre Gobierno, empresarios y trabajadores para el aumento de 2025, la dijo el director ejecutivo de Libertank, Camilo Guzmán.
La escribió en una columna de opinión para La República, en la que sostiene que esta política “excluye precisamente a quienes más lo necesitan”, por lo que afecta a millones de colombianos, en especial, a los jóvenes más pobres.
Ahora puede seguirnos en Facebook y en nuestro WhatsApp Channel.
En el análisis, el experto destacó que “el salario mínimo hace que sea ilegal que los trabajadores de menor productividad ofrezcan su trabajo al precio que el mercado está dispuesto a pagar”, y al hacerlo, contribuye al desempleo y la informalidad.
Asimismo, resaltó que Colombia enfrenta un panorama laboral complicado, donde más del 58% de los trabajadores son informales y el desempleo juvenil supera el 16%. Para él, imponer un salario mínimo en un país con una economía mayoritariamente informal y de subsistencia es problemático, porque “muchos beneficios no pueden cubrir el costo del salario mínimo”. Además, la mayoría de las empresas son micro y extremadamente vulnerables, y esto las limita aún más.
Exclusión de los “indeseables”
El origen del salario también mínimo es examinado por Guzmán en su columna. Señaló que esta política no fue creada con la intención de proteger a los más pobres. Recordó que, según la economista Deirdre McCloskey, el salario mínimo fue concebido a principios del siglo XX como un medio para excluir a ciertos grupos considerados “indeseables”.
Guzmán citó a progresistas de esa época, como Sidney Webb y Henry Rogers Seager, que apoyaron el salario mínimo para restringir la participación de mujeres, inmigrantes y afrodescendientes en el mercado laboral. En palabras de Webb, “permitir que los inferiores compitan sin restricciones como asalariados es lo más ruinoso para la sociedad”, lo que demuestra un propósito discriminatorio desde su origen.
En la agenda política
Dentro de la crítica, Guzmán subrayó que, a pesar de su oscuro origen, el salario mínimo sigue popular en la agenda política, en parte porque “apela a las emociones” y se convirtió en símbolo de justicia social. Cada diciembre, los aumentos de salario mínimo protagonizan las promesas populistas de los políticos. Sin embargo, estas discusiones “ignoran su verdadero impacto”, lo que deja fuera a los desempleados y trabajadores informales, que constituyen una mayoría y “hoy nadie defiende”, según él.
Asimismo, el director ejecutivo de Libertank también sugirió que al menos debería considerarse un salario mínimo diferenciado por regiones, dado que “no tiene sentido imponer la misma cifra en Bogotá que en zonas rurales donde las economías son mucho menos productivas”.
Esto podría facilitar un mayor acceso al empleo formal en áreas donde los costos de vida y los niveles de productividad económica varían significativamente. Sin embargo, enfatizó en que el problema radica no solo en las cifras, sino en la misma naturaleza de la política de salario mínimo.
Soluciones
Por su parte, en cuanto a soluciones, Camilo Guzmán propone que “si de verdad queremos mejorar las condiciones de vida de los más pobres, debemos enfocarnos en políticas que impulsen la productividad, la educación y la formalización”.
Recomendó que el trabajo no debería estar condicionado por decisiones burocráticas consideradas como “justas”, sino que debe abrirse a alternativas que realmente beneficien a los sectores más vulnerables de la población.
De esta manera, Guzmán desafió la percepción idealizada del salario mínimo y llama a una reevaluación de su papel y efectividad en la sociedad colombiana moderna. En palabras del experto, “es hora de dejar de idealizar una política que históricamente nació para discriminar y que hoy perpetúa la pobreza”. Esta crítica invita a los lectores a reflexionar sobre las implicaciones reales de una política que, aunque bien intencionada, puede estar contribuyendo a mantener la pobreza en lugar de erradicarla.