En los últimos años, los medicamentos biosimilares ganaron protagonismo como una solución accesible y eficaz para enfrentar algunas de las enfermedades más costosas y mortales a nivel global, incluido el cáncer. Estos fármacos, diseñados como alternativas a los medicamentos biológicos de marca, demostraron ser tan seguros y efectivos como sus equivalentes originales, al tiempo que representan una oportunidad para reducir costos y mejorar el acceso a tratamientos críticos.
En Colombia, el avance hacia la adopción de biosimilares comenzó oficialmente en 2014 con la regulación de estos medicamentos por parte del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima). En 2019, un hito importante marcó la entrada al mercado del primer biosimilar aprobado contra el cáncer: el Trastuzumab, comercializado bajo el nombre de Ogivri por el laboratorio Mylan-GMBH. Este medicamento, utilizado principalmente para el tratamiento del cáncer de mama, abrió el camino para la expansión de estas terapias en el país.
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Para 2023, Colombia contaba con 35 biosimilares aprobados, posicionándose por encima de México, con 32, pero aún por detrás de Brasil, que lidera la región con 51. Aunque esta cifra queda rezagada frente a los números de Europa y Estados Unidos, donde se han autorizado 74 y 42 biosimilares, respectivamente, refleja un progreso significativo en el contexto regional.
El crecimiento de los biosimilares en Colombia y el mundo es alentador, especialmente en el tratamiento de enfermedades no transmisibles (ENT) como el cáncer, que cada año afecta a más personas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2020 el cáncer fue responsable de 10 millones de muertes a nivel global. En Colombia, el Instituto Nacional de Cancerología reportó 113.000 nuevos casos y 55.000 fallecimientos durante ese año.
El elevado costo de las ENT, estimado en 1,16 billones de dólares en 2022, pone de manifiesto la necesidad de estrategias que alivien la carga financiera de los sistemas de salud. En este contexto, los biosimilares ofrecen una solución económica: en los principales mercados globales, la adopción de estas terapias generó ahorros superiores a los 7.000 millones de dólares en 2023. Estos ahorros benefician no solo a gobiernos y aseguradoras, también a los pacientes y sus familias.
A pesar del impacto positivo de los biosimilares, su implementación enfrenta desafíos. Uno de los principales es la armonización regulatoria en América Latina. La creación de la Agencia Reguladora de Medicamentos y Dispositivos Médicos de América Latina y el Caribe (Amlac), como parte de la Declaración de Acapulco en 2023, busca establecer estándares compartidos que permitan un acceso más amplio a medicamentos de calidad en la región.
Además, se espera que iniciativas impulsen la colaboración entre países, facilitando el intercambio de información y recursos para fortalecer la producción y distribución de biosimilares. Esto es crucial para garantizar que estos tratamientos lleguen a las poblaciones más vulnerables y a los países de renta media-baja, donde se prevé que el envejecimiento de la población y el crecimiento de las ENT ejercerán una presión creciente sobre los sistemas de salud.
La tendencia hacia un envejecimiento acelerado de la población mundial plantea un escenario complejo para los sistemas de salud. Actualmente, una de cada diez personas en el mundo tiene más de 65 años; para 2050, esta cifra será de casi una de cada seis. Esto implica un aumento en la prevalencia de enfermedades como el cáncer, las condiciones cardiovasculares y la diabetes, y señala la importancia de los biosimilares como herramientas clave para manejar esta carga.
En Colombia, el desarrollo y la adopción de estos medicamentos no solo representan una oportunidad para mejorar la atención médica, también para reducir las desigualdades en el acceso a tratamientos avanzados. Con una regulación robusta y una mayor integración regional, el país podría consolidarse como un líder en la implementación de terapias biosimilares en América Latina.
Mientras tanto, la entrada de medicamentos como el Trastuzumab y otros biosimilares al mercado colombiano simboliza un avance en la lucha contra el cáncer y otras ENT, ofreciendo esperanza a miles de pacientes y aliviando la presión sobre los recursos del sistema de salud.