Que la obra se revaloriza luego de la muerte de un artista es una idea que aún hoy debaten los que viven de su comercialización.
Por un lado, están quienes sostienen que, aunque hay excepciones, no es algo que ocurra con frecuencia y se debe a circunstancias del mercado, como Ramon S. Viñas.
Pero también hay investigaciones como la de ArtGains, en la que se encontró que “los precios aumentaron al menos un 57% después de la muerte del artista” o que “la compra de obras de arte de artistas en el último período de su vida puede generar grandes ganancias”.
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En medio de este debate, se conoció que, a un año de su muerte, el maestro Fernando Botero superó en seiscientos mil dólares la que hasta entonces era su obra más costosa: Hombre a caballo, vendida por 4,3 millones de dólares en una subasta de Christie’s.
Pues bien, su hijo mayor, Fernando Botero Zea, dio a conocer que el 21 de noviembre Caballo monumental logró superarla: “En la familia estamos muy complacidos con el récord alcanzado por el maestro Botero en Sotheby’s, con la subasta de un Caballo monumental en un precio final de 4.9 millones de dólares”.
Y añadió: “Esta magnífica obra encarna el estilo inconfundible de mi padre, celebrando el volumen, la elegancia y su singular visión artística. Un verdadero testimonio del valor eterno de su arte y legado”.
Un hito que recuerda la conexión del maestro con los caballos y como solía incorporarlos en su obra escultórica: “Uno de los momentos más emocionantes, para mí y para la familia entera, fue cuando se hizo la exposición de esculturas monumentales en Berlín y el caballo de Botero fue puesto debajo de los cuatro caballos de la Puerta de Brandenburgo, causando un enorme impacto a nivel del público de Berlín”, recordó Botero Zea, con nostalgia.
¿En qué trabajaba el maestro Botero cuando murió?
El artista Fernando Botero, célebre por su inconfundible estilo y su profundo amor por Colombia, dedicó los últimos años de su vida a la creación de acuarelas, una técnica a la que regresó impulsado por las limitaciones físicas que le impuso el párkinson. Según relató su hijo Juan Carlos Botero en entrevista con Infobae Colombia, estas obras representan “una especie de canto a la vida”. Pese a su enfermedad, que entumeció sus articulaciones y le impidió trabajar de pie en grandes formatos, Botero continuó pintando hasta el final, adaptándose a su condición con acuarelas de colores vibrantes y formatos pequeños.
“Mi padre creó unas acuarelas preciosas, muy bellas, siempre regresando a su tema principal: el mundo de Colombia. Naturalezas muertas, personajes, escenas de la sociedad colombiana... Eso fue lo que hizo hasta el último momento de su vida”, compartió Juan Carlos, sobre las obras que, lejos de evocar tristeza o nostalgia, son el reflejo de una visión artística centrada en el placer estético y la celebración de la vida, valores fundamentales para Botero.
Algunas de estas acuarelas ya forman parte de colecciones privadas, pero la familia del maestro ha decidido conservar una pequeña selección en su estudio con el propósito de compartirlas en exposiciones futuras, como la ocurrida a mediados de septiembre (2024) en el Palazzo Bonaparte. Para Juan Carlos, las obras finales de su padre poseen un valor adicional: “Representan un cierre artístico que conecta con sus inicios, cuando a los 15 años pintaba escenas históricas con acuarelas, lo que él describía como ‘regresar a casa’”.
El legado del maestro será promovido por sus hijos Fernando, Lina y Juan Carlos, quienes han asumido el compromiso de preservar y difundir su obra. “Tenemos la claridad y el compromiso de defender su legado y queremos que su arte llegue a la mayor cantidad de personas en el mundo”, destacaron. Además, planean homenajes que incluyan tanto las últimas acuarelas de Botero como otros elementos de su colección privada.
Inspirados por la trascendencia de su estilo, comparado con el impacto de figuras como Dalí, Warhol o Frida Kahlo, sus hijos se comprometieron a preservar su memoria: “Queremos rendir homenaje a su talento de una manera conmovedora, que es lo que él hubiera querido”; ya que, incluso en sus últimos días, Botero reafirmó su visión de que el arte debe servir como un refugio de belleza y gozo para el espectador.