Tras migrar a Canadá en busca de un trabajo que lograra ayudarlo a crecer profesionalmente, el colombiano Handres Rodfre, conocido en redes como Cuentos de handres, finalmente, regresó a para ocupar el cargo de sus sueños, en una historia inspiradora que decidió compartir con sus seguidores a través de la plataforma Tiktok.
“Después de 8 años renuncio a la empresa más grande de construcción de Canadá. Me llaman y me preguntan si sabía hacer topografía de construcción. Les dije que sí, pero también respondí que no tenía tiempo para reunirme con ellos, entonces, me contestaron que podían reunirse conmigo a la hora que yo quisiera y el único tiempo disponible que tenía era un viernes a las 4:00 de la mañana”, explicó, en un contexto vago, pero significativo sobre su situación en Canadá.
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Y continuó: “El día de la reunión sacaron un plano y me preguntaron si yo sabía dónde quedaba. Les dije que era la ciudad de Bogotá, Colombia, y el área señalada, la Caracas con calle 26. Me preguntaron por qué conocía la ubicación y les dije que yo era de Bogotá, aunque pensaban que era de México. Me dijeron que muy probablemente se iban a ganar ese proyecto y que tenía a otras cinco personas por entrevistar. Entonces, preguntaron qué hacía yo y les dije que topografía de construcción y soy carpintero certificado, a lo que ellos respondieron ofreciéndome un salario por la mitad de lo que estoy recibiendo y respondí que no podía aceptar”.
Sin embargo, la oferta no parecía tan atractiva como el proyecto en sí, o la idea de regresar a su país a poner en práctica lo que había aprendido.
“Me dijeron que, al ser carpintero certificado, podían ofrecerme el valor por hora de un jefe de carpinteros y que, si a las 4:00 de la tarde no me habían llamado, ese trabajo no era para mí. Pero terminaron comunicándose sobre las 7:00 de la noche y me dijeron que había pasado la entrevista y querían esperarme”.
Sobreponiendo su proyecto de vid a las ganancias que iba a recibir en Colombia, Rodfre dejó atrás su vida en Canadá y se embarcó en un proyecto que, aunque único, no podía darle garantías o una estabilidad como la que dejaba en Canadá.
“Al otro día le entregué mi nota de retiro a la empresa en la que había trabajado durante ocho años. Me sacaron inmediatamente, recogí mis herramientas y me fui. Entonces, llamé a la empresa en la que estoy ahora, diciéndoles que no aceptaron mis dos semanas de aviso y ellos me dijeron que podía empezar a trabajar de inmediato”.
Se vinculó “en la unión de carpinteros, bajo la silueta de jefe de carpinteros, como ingeniero de campo y no tenía derecho a computador, autoCAD, teléfono, absolutamente nada, porque estaba bajo la estampa de la unión. Dañé dos de mis mejores computadores y cuando el proyecto terminó y mi labor también, me dijeron que, aunque no había más topografía de campo para hacer, podía coger mis herramientas, cuatro carpinteros y hacer corrección de deficiencias, pero les dije que no iba aceptar volver a ser carpintero”.
Pero su historia, lejos de terminar con el proyecto, empezaba a formarse en la compañía que le permitió regresar a Colombia: “Al mes de estar trabajando con una compañía de formaletas de concreto, me llamaron para preguntarme por qué me había retirado después de todo el entrenamiento que me habían dado para generar rascacielos y mega estructuras y me citaron a una reunión en el centro en la ciudad de Calgary, donde me ofrecieron un salario y ciertos beneficios”.
En la entrevista, les dijo que “con lo que sabía, podría ahorrarles demasiado dinero y la persona que me estaba entrevistando me contestó que no quería hablar más conmigo, porque no le interesaba el dinero que podía perderse por la falta de experiencia, sino por la reputación de la empresa. Pasados dos días me llamó la misma persona y me hizo la misma pregunta. Entonces, yo respondí que estaba interesado en sumarme al proyecto porque sé hablar español y estoy interesado en la reputación de la empresa. Entonces el entrevistador me dio la mano y me dijo que confiaba en mí”.
Al regresar a Colombia saltó al vacío, pero sus conocimientos y lo aprendido en el extranjero lo ayudaron a aterrizar en la posición que deseaba al migrar: “Salí a la calle y empecé a llorar. No podía creer que, en ese momento, después de 10 años de trabajar como obrero, carpintero e ingeniero de campo, había alcanzado el trabajo de mis sueños, en el lugar que me vio nacer. Los sueños sin acción son solamente sueños. Tenemos que identificar el camino que queremos recorrer y utilizar todas nuestras herramientas, porque la misma vida y las personas te van a ayudar a alcanzar ese gran sueño que tienes cuando emigras”.