Bogotá se vistió de cuero y cadenas el 28 de febrero de 2008 para recibir a una de las leyendas del heavy metal: Iron Maiden. La agrupación británica llegó a la capital colombiana como parte de su gira ‘Somewhere Back in Time World Tour’, un viaje musical que prometía revivir los años dorados de la banda.
Desde temprano, una marea de seguidores, vestidos con camisetas negras estampadas con el rostro de Eddie, la icónica mascota del grupo, se congregó en las afueras del estadio Simón Bolívar. La atmósfera era eléctrica; la expectativa por el concierto se podía cortar en el aire, con la música de Iron Maiden sonando desde los parlantes portátiles y los coros de los fans que ya calentaban sus voces para el espectáculo.
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“oee, oe, oe, oe. Irooon Maideeeeeen. Oee, oe, oe oe. ¡Iron Maiden!”, era el cántico que se escuchaba minutos antes de que la banda británica, Iron Maiden, iniciara su concierto aquel jueves, hace 15 años. Momentos después, la algarabía y el bullicio de los espectadores dieron pie a que la banda iniciara su concierto con el intro de Ace High: Churchil Speech.
“Vamos a seguir hasta el final. Lucharemos en Francia. Vamos a luchar contra los mares y océanos. Lucharemos con confianza creciente y fuerza creciente en el aire. Defenderemos nuestra isla, sea cual sea el costo. Lucharemos en las playas, lucharemos en los terrenos de aterrizaje. Lucharemos en los campos y en las calles. Lucharemos en las colinas. Nunca nos rendimos”, es precisamente el discurso que el entonces Primer Ministro británico, Willson Churchill dijo cuando la Alemania Nazi se estaba apoderando de Francia, el 4 de junio de 1940.
Dentro del recinto, cuando las luces se apagaron y el primer acorde de guitarra rasgó el silencio, el estadio explotó en un alarido colectivo. Iron Maiden había tomado el escenario, y con él, posesionó miles de corazones latiendo al ritmo de Aces High, canción que refleja los momentos de tención de los aviadores aliados en la Segunda Guerra Mundial.
La banda entregó un repertorio repleto de clásicos, desde 2 Minutes to Midnight hasta The Number of the Beast, canciones que dieron paso a un sonido menos melódico y más violento, mientras el impresionante escenario, con un Eddie gigante y efectos pirotécnicos, enloquecía a los fans.
“Fue muy hermoso cuando todo el Simón Bolívar coreo Hallowed Be Thy Name, mi canción favorita, y Fear of the Dark. Fue un momento mágico. Me estremecí, se me guardaron los ojos, no podían parar de cantar y de gritarla, fue un momento histórico, recuerda nostálgicamente Mauricio Durán Fernández, presidente del fan club de Iron Maiden Blood Brothers.
Sin embargo, la euforia dentro del estadio contrastaba con la tensión que se cocía fuera. Un grupo de personas que no pudo acceder al espectáculo, ya sea por falta de entradas o recursos, se aglomeró en los exteriores, lo que derivó en un clima de frustración e impotencia.
La noche, que había caído sobre la ciudad, se fue cargando de gritos y el choque con la policía no tardó en llegar. Los enfrentamientos comenzaron, las barricadas se levantaron y el caos se desató en las calles aledañas al estadio.
“La anticipación al concierto fue lo más memorable, la lucha por conseguir una boleta Platino, los turnos de acampada para quedar al frente, la lluvia cuando ya estábamos dentro y temer que se pusiera peor y tuvieran que cancelar”, Germán Quintero, fanático de la banda.
La policía intervino con medidas para dispersar a la multitud y restablecer el orden, lo cual generó imágenes de violencia que empañaron lo que debería haber sido una celebración de la música y pasión por el metal.
Fanáticos a las afueras del Simón Bolívar, aseguraban que las boletas se habían sobrevenido y precisamente, los policías que se encontraban resguardando el concierto empezaron a extralimitar sus acciones. La tensión se empezaba a fermentar, hasta que varios seguidores de la agrupación decidieron colarse como pudieron al concierto.
“Me di cuenta de los desmanes en Heaven Can Wait, la treceava canción que Maiden tocó. Cuando la gente subía a tarima para corear, yo había sido seleccionado para esta oportunidad, pero por la lluvia, el sticker que me identificaba se me cayó y no pude subir, después de haber pasado tres filtros no fue posible subir a la tarima. Me sacaron y justo cuando eso pasó me pude encontrar con el señor Rod Smallwood (representante de Iron Maiden) con quien cruce de palabras. En ese momento fue quien me dijo que no me podía prestar atención, puesto que sé presentaron desmanes en la parte de afuera del parque Simón Bolívar”, sostuvo José Cardona, fanático de la banda.
Algunos lograron escabullirse entre la multitud y presenciar parte del concierto, otros fueron capturados por las autoridades. Este hecho representó una frustración para los amantes del metal, sobre todo para quienes venían de las periferias nacionales y hasta de quienes viajaron desde otros países.
Tiempo después, en el 2009, se tendría una segunda oportunidad para ver a Iron Maiden, solo que en ese momento no se sabía que a hoy, siendo 2024, ese hecho, ya hace parte del pasado.
“Cuando yo llegué a contarle a mi mamá lo emocionado que estaba, me recibió con una vaciada porque vio todos los desmanes que ocurrieron por televisión. Estaba preocupada”, sostuvo Mauricio Durán Fernández. Al salir fue chocarse con una nube de lacrimógenos y agarrar en sentido contrario. Tuve amigos que Tuvieron que colarse, porque con boleta en mano no dejaban entrar”, sostuvo Quintero.
A pesar de los disturbios, el concierto se desarrolló con normalidad, y aquellos dentro del estadio permanecieron ajenos a la situación externa, sumergidos en el mundo de Iron Maiden. La noche se cerró con el estruendoso coro de Run to the Hills, sellando una jornada de contrastes donde la música fue tanto un espacio de unión como un escenario de división, aun así consolido la relación de Colombia, con la agrupación británica.