La Comisión Nacional de Disciplina Judicial tomó medidas drásticas contra el Juez Sexto Penal de Buenaventura, a quien destituyó e inhabilitándolo por diez años para ejercer cargos públicos.
Esta decisión se debe a que, entre 2019 y 2020, el juez manipuló el reparto de un proceso penal para que se le asignara a su despacho, con el fin de conceder una sustitución de medida de detención penitenciaria por domiciliaria, lo que contraviene la jurisprudencia y las normas vigentes.
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El caso se centra en la intervención del juez en un proceso que no le correspondía, lo que le permitió otorgar beneficios a un acusado, desafiando las regulaciones establecidas para delitos de esta naturaleza.
“La Comisión Nacional de disciplina judicial ha preferido una decisión sancionatoria en contra del Juez Sexto Penal de control de garantías de Buenaventura al destituirlo e inhabilitar por 10 años para el ejercicio de cargos públicos toda vez que entre los años 2019 y 2020 intervino y manipuló el reparto de un proceso penal para que se le asignara su despacho y con ello conceder una sustitución de una medida de detención penitenciaria por domiciliaria contraviniendo toda la jurisprudencia y las normas que refieren a esos delitos asimismo debemos ratificar que la justicia está al servicio de los ciudadanos y vamos a ser contundentes con todas aquellas decisiones que supongan conceder beneficios a peligrosos delincuentes que han afectado a la sociedad”, dice el comunicado.
La sanción impuesta por la Comisión busca enviar un mensaje claro sobre la importancia de la transparencia y la imparcialidad en el ejercicio de la justicia.
La manipulación de procesos judiciales para favorecer a individuos, especialmente aquellos considerados peligrosos para la sociedad, es una práctica que no será tolerada.
Este caso resalta la vigilancia que las autoridades judiciales deben mantener para asegurar que todos los procedimientos se lleven a cabo de acuerdo con la ley, sin interferencias indebidas que puedan comprometer la confianza pública en el sistema judicial.
Gordo Lindo se hizo pasar por paramilitar en un intento por eludir la justicia
Francisco Javier Zuluaga, conocido como Gordo Lindo, es un nombre que resuena en el mundo del narcotráfico en Colombia. Nacido en Cali, Valle del Cauca, en 1970, Zuluaga se vio envuelto en el negocio de la cría de caballos, lo que lo conectó con Fabio Ochoa Restrepo, padre de los líderes del Cartel de Cali.
Esta relación marcó el rumbo de su vida, llevándolo a convertirse en un destacado narcotraficante. Zuluaga intentó evitar su extradición a Estados Unidos al hacerse pasar por paramilitar durante el proceso de desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
En agosto de 2005, Zuluaga se presentó en el centro vacacional Urungano, en Itsmina, como parte del Bloque Pacífico, Frente Héroes del Chocó, un grupo de más de 600 hombres que se desmovilizó. Aunque inicialmente fue incluido en los listados de Justicia y Paz y entregó bienes como parte de su compromiso de reparación, las autoridades descubrieron que su participación en el proceso era una fachada para evitar la extradición.
En realidad, Zuluaga no era un paramilitar, sino un narcotraficante que había aprovechado el desorden judicial para obtener su libertad.
A pesar de estos antecedentes, Zuluaga buscó acogerse a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), aunque fue rechazado por este tribunal especial. Sin embargo, logró salir de prisión por pena cumplida, a pesar de tener procesos vigentes en su contra y una medida de aseguramiento. Este hecho ha generado controversia y críticas hacia el sistema judicial colombiano, que permitió su liberación a pesar de las acusaciones en su contra.
La historia de Gordo Lindo es un reflejo de las complejidades del sistema judicial en Colombia y de cómo algunos individuos logran evadir la justicia a través de lagunas legales. Su caso pone de manifiesto la necesidad de reformas en el sistema para evitar que situaciones similares se repitan en el futuro.