La tendencia de algunas personas a interrumpir constantemente en una conversación puede deberse a una combinación de factores psicológicos, sociales y emocionales.
Desde la psicología se identifican diferentes razones por las cuales alguien podría interrumpir de forma habitual, incluyendo la ansiedad, la necesidad de validación, el déficit de habilidades de escucha y ciertas características de personalidad, entre otros.
La impulsividad es una característica que está presente en muchas personas y que se manifiesta de diversas maneras. Las personas impulsivas suelen tener dificultades para posponer sus deseos o necesidades y a menudo actúan sin considerar las consecuencias.
Durante una conversación este rasgo puede llevar a interrumpir frecuentemente. Desde una perspectiva neuropsicológica, esta falta de autocontrol puede estar asociada con un desarrollo insuficiente de la corteza prefrontal, el área del cerebro encargada de la autorregulación y el control de los impulsos.
Esta tendencia a interrumpir puede ser más frecuente en personas con Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (Tdah), que tienden a tener niveles de impulsividad elevados.
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Otra causa común de la interrupción constante es la ansiedad social. Las personas que padecen ansiedad en interacciones sociales pueden sentirse incómodas con los silencios o con la sensación de que su participación es insuficiente.
Esta ansiedad puede generar un impulso a intervenir en el momento en que surge una idea o cuando perciben que hay un vacío en la conversación. En muchos casos, esta intervención se traduce en una interrupción.
Además, quienes buscan validación o aprobación pueden interrumpir para manifestar sus opiniones o demostrar conocimiento, en un intento inconsciente de ganar reconocimiento.
Según algunos estudios, esta necesidad de validación se relaciona con una baja autoestima, y la interrupción sirve como un mecanismo para compensar la inseguridad y lograr atención.
La escucha activa es una habilidad que implica prestar atención de manera consciente al interlocutor, entendiendo no solo las palabras, sino también el contexto y las emociones que estas transmiten.
Sin embargo, muchas personas no desarrollan plenamente esta habilidad. Desde la psicología, se considera que algunas personas, en lugar de escuchar para comprender, escuchan solo para responder. Esto significa que mientras su interlocutor habla, ellos están preparando su respuesta, y una vez que consideran que tienen algo importante que decir, tienden a interrumpir.
La falta de habilidades de escucha activa no solo es un problema comunicativo, sino que también afecta la calidad de las relaciones interpersonales, ya que el interlocutor puede sentir que no se le presta la debida atención.
Para algunas personas, la interrupción es una manifestación de una personalidad dominante o de una necesidad de control. Desde el enfoque de la psicología de la personalidad, se considera que las personas con características dominantes tienden a tomar la iniciativa en las interacciones sociales y a imponer sus puntos de vista. La interrupción, en este caso, puede ser una forma de establecer y mantener el control en la conversación, asegurándose de que sus opiniones prevalezcan. Estas personas suelen tener un estilo de comunicación asertivo o incluso agresivo, lo que se refleja en una disposición a intervenir sin esperar a que el otro haya terminado de hablar. En algunos casos, la interrupción constante puede estar asociada con el narcisismo, una característica de personalidad en la que el individuo muestra un interés excesivo en sí mismo y sus opiniones, con poca consideración por las perspectivas de los demás.
La interrupción constante también puede evidenciar una falta de empatía, ya que quien interrumpe regularmente puede no ser plenamente consciente del efecto que esto tiene en su interlocutor. En estos casos, la persona no considera cómo se siente la otra persona al ser interrumpida ni el impacto que esto tiene en la conversación. Desde la psicología social, se explica que algunas personas no logran adoptar la perspectiva de los demás, es decir, no son capaces de “ponerse en los zapatos del otro”. Esto puede llevar a comportamientos que no tienen en cuenta las necesidades de la otra persona, como la interrupción.
Algunas personas interrumpen porque tienen un ritmo cognitivo rápido; es decir, sus pensamientos avanzan a gran velocidad y sienten la necesidad de expresarlos inmediatamente. En estos casos, la interrupción no necesariamente refleja falta de respeto o dominio, sino una necesidad de exteriorizar pensamientos que se suceden rápidamente en su mente. Las personas con este estilo cognitivo pueden tener dificultades para esperar a que termine la otra persona, ya que sus ideas emergen con rapidez y temen olvidarlas.
El contexto cultural también influye en la tendencia a interrumpir en las conversaciones. En ciertas culturas, la conversación dinámica, con múltiples intervenciones y comentarios, es una forma aceptada y común de comunicación. En cambio, en otras culturas, esperar pacientemente a que el interlocutor termine es un signo de respeto y cortesía.