El miércoles 13 de noviembre se cumplen 39 años de la tragedia que conmocionó al mundo: la erupción del volcán Nevado del Ruiz, que arrasó con el pueblo de Armero, en el departamento del Tolima, que dejó no menos de treinta mil fallecidos.
Uno de los rostros más visibles y recordados de esta catástrofe es el de la menor de 13 años de edad Omayra Sánchez, la menor cuyas piernas quedaron sepultadas bajo el fango y los escombros de su vivienda por más de sesenta horas, tiempo en los que logró mantener la calma, mientras los organismo de rescate realizaban labores para intentar liberarla en vano. Omayra perdió su lucha por la vida.
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Años después, el lugar donde fue sepultada se ha convertido en un punto de encuentro para creyentes, que le atribuyen varios milagros por orarle, y llevarle flores para mantenerla en la memoria de muchos colombianos y personas a nivel mundial que se enteraron de lo ocurrido al ser registrado por varios reporteros que se encontraban en el país .
Durante muchos años se han logrado recopilar testimonios de personas que aseguran que si le sirven a la tumba a Omayra, la mayoría de los milagros terminan ocurriendo en un lapso de tres días.
Uno de los testimonios más relevantes relacionados con la menor es el de un niño que estaba en silla de ruedas, se acercó a la lápida a pedirle el milagro de volver a caminar, y dos años después pudo volver a recobrar su independencia para desplazarse.
Eugenia es una mujer que fue diagnosticada con cáncer que afirma que tras las peticiones realizadas a Sánchez decidió aplazar una cirugía que era necesaria para su estado de salud podría tener afectaciones si deseaba concebir. Dice que tras rezar con devoción y regresar a los controles médicos, se confirmó que no tenía ningún rastro de tumor.
Tal ha sido la fe que se ha depositado en el alma de la niña que hasta personas extranjeras se han desplazado hasta el lugar para hacer sus peticiones. Francisca es una mujer de nacionalidad chilena que luego de perder la fe para que le fuera realizada una intervención quirúrgica decidió entregar su devoción a Omayra, tres días más tarde la institución médica se comunicó con ella para aprobarle el procedimiento.
“Yo sabía que era la niñita Omayra la que había intercedido para que Dios me ayudara. Por eso corrí a una capilla a agradecer. Espero algún día visitarla en Colombia”, fue el testimonio que la extranjera le entregó a Semana, que recordó que en 1985 tenía casi la misma edad que la menor que hasta el día de hoy es recordada.
La Fundación Armando Armero, bajo la dirección de Francisco González, ha trabajado incansablemente para localizar a estos niños que fueron separados de sus familias durante la tragedia, muchos fueron llevados a otros países sin conocer sus raíces. Este esfuerzo es parte de una lucha más amplia por reconstruir no solo las viviendas, sino también la memoria histórica del pueblo.
La pérdida de seres queridos y hogares fue solo el comienzo de una larga batalla por la supervivencia. La reconstrucción del pueblo ha sido un proceso lento y, en muchos casos, ineficaz. Las promesas de reubicar a los sobrevivientes en nuevas zonas no se cumplieron a cabalidad, y muchos desplazados terminaron viviendo en condiciones precarias en otras ciudades.
El trabajo de la Fundación es crucial en la preservación del legado del pueblo. La organización se ha dedicado a mantener vivo el nombre de Armero, casi borrado de los mapas tras la tragedia. Este esfuerzo no solo busca reunir a las familias, sino también asegurar que la historia de Armero no se pierda en el tiempo.