Un episodio aterrador en el Urabá antioqueño ha dejado a las autoridades colombianas y a la comunidad en alerta, pues dos suboficiales de la Dirección de Investigación Criminal de la Policía Nacional fueron secuestrados y torturados por el Clan del Golfo en una zona boscosa del municipio.
La información, revelada por la revista Semana, destaca cómo este grupo criminal ha intensificado sus acciones violentas, aun cuando se encuentra en acercamientos de paz con el gobierno de Gustavo Petro.
Según detalló el medio, los agentes, un hombre y una mujer, colaboraban con la unidad de inteligencia respaldada por el gobierno de Estados Unidos en la lucha contra el narcotráfico en Colombia, y los hechos se dieron cuando estaban desplazándose por Necoclí de civil, realizando un registro fotográfico en áreas estratégicas.
Sin embargo, la presencia de los uniformados en esta zona, uno de los bastiones de actividades delictivas del Clan del Golfo, despertó sospechas en los integrantes de este grupo armado y a partir de eso decidieron tomar acciones violentas en su contra.
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Fuentes cercanas al proceso de investigación relataron que al menos diez hombres, que se identificaron como integrantes del frente Zuley Guerra del Ejército Gaitanista de Colombia –nueva identidad que ha adoptado el Clan del Golfo tras la muerte de alias Otoniel y los actuales acercamientos con el gobierno– se acercaron a los oficiales y los sometieron en su vehículo.
En ese momento los registraron y los criminales encontraron chalecos antibalas y pistolas de dotación, lo que les confirmó que estaban las dos personas eran agentes de la fuerza pública. Sin perder tiempo, los amarraron, les cubrieron la cabeza y se los llevaron en una moto hacia una zona selvática en dónde los violentaron.
Durante más de doce horas, los secuestradores interrogaron y torturaron a los agentes, tratando de obtener información sensible de la institución policial y de sus operaciones en la región.
Según Semana, los suboficiales fueron liberados finalmente y un mototaxista fue el que los ayudó a salir de la zona y regresar a un lugar seguro. Sin embargo, el daño ya estaba hecho, las afectaciones físicas y psicológicas ya se habían realizado, pero además el Clan del Golfo se apoderó de su armamento de dotación, dinero, documentos y otros efectos personales.
Este secuestro, además de ser un acto de violencia directo contra los agentes, también ha sido interpretado como un mensaje de advertencia del Clan del Golfo hacia el gobierno y las fuerzas de seguridad colombianas.
Tras la liberación de los agentes, el grupo emitió un comunicado instando al presidente Gustavo Petro a retomar el proceso de paz, y, en un giro llamativo, extendió la invitación al gobierno de Estados Unidos para discutir temas neurálgicos como el tráfico de migrantes, la producción de coca y el narcotráfico.
A pesar de la magnitud de lo ocurrido, la Policía Nacional aún no ha emitido un pronunciamiento oficial. Las autoridades están en alerta, dado que el Urabá antioqueño es considerado “el diamante de la corona” para el Clan del Golfo, por su ubicación estratégica en el tráfico de drogas y otros crímenes transnacionales.
La falta de un pronunciamiento oficial sobre el incidente ha suscitado críticas y preguntas sobre la efectividad de los acuerdos preliminares de paz con organizaciones como esta, que aparentemente siguen actuando con violencia extrema y sin ningún respeto por los diálogos en curso.
Aunque el gobierno busca frenar el narcotráfico y sus efectos devastadores, la resistencia violenta de estos grupos indica que cualquier avance será complejo y requerirá una estrategia integral que integre políticas de seguridad, diálogo y cooperación internacional.
Mientras tanto, los habitantes de Necoclí y otras zonas afectadas esperan que las autoridades actúen para frenar la violencia y establecer controles que ofrezcan una esperanza de paz en sus comunidades.