A través de su perfil en la plataforma TikTok, la creadora de contenido y beauty blogger colombiana Valentina Buof compartió con sus seguidores aquellos que no volvió a disfrutar desde que migró a los Estados Unidos:
“Obviamente es desde mi experiencia, pero sé que les ha pasado a muchos y no solamente colombianos, básicamente a todos los latinos”, explicó, antes de enumerar uno a uno los cambios que se vio obligada a hacer en su vida, empezando por la alimentación.
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“Yo, colombiana, era amante del pollito Frisby, en Colombia lo comía como un hijuemadre, yo era feliz (...) pero, de verdad que le cogí como... al pollo aquí. Así uno compre el pollo asado, apanado, o crudo para hacerlo, como sea que uno haga el pollo, no sabe rico. Sabe como si estuviera comiéndome un pollo crudo. En ninguna de sus presentaciones me gusta el pollo de aquí y yo sé que esto lo pueden confirmar muchas personas, que pesar, pero es muy insípido”.
Sin embargo, sacar al pollo de su dieta no fue el único cambio que realizó por cuenta de la diferencia en el sabor de los alimentos. Otros productos avícolas, como el huevo, también salieron de entre los alimentos que consume con regularidad:
“No me entra, no me lo disfruto. (en Colombia) Me comía un huevo con pan y me lo disfrutaba, delicioso, pero aquí todo es diferente, la comidita, el desayunito... no es por nada, gente, pero es la verdad. Yo sé que hay mucha gente que no desayuna, pero en nuestros países desayunábamos. Yo me comía un huevito y no me caía mal, pero, desde que vivo acá, no soy capaz de comerme un huevo. Entre mis alimentos del día a día ya no está el huevo, porque no soy capaz de comerme uno, no me gusta el huevo de aquí y yo sé que no soy la única, porque el huevo de aquí no es el mismo que el de nuestros países”.
Y continuó: “En Colombia si a usted se le cae un huevo en la estufa, se le riega o explota... como le queda esa casa pasada a huevo, literal, así limpiara y limpiara. La casa quedaba pasada a huevo y aquí no. Se le puede regar en la estufa, se le pueden caer dos huevos a l piso y la casa no queda pasada a huevo. Usted limpia y ya, entonces, tampoco me volví a disfrutar un huevo, ya casi no me gusta porque no me sabe a nada”.
De ahí que, entre sus cambios de hábitos, uno de los más importantes sea que dejó de desayunar, con todo y que en Colombia jamás salía de su casa sin haber hecho la primera comida del día.
“Yo me atrevo a decir que todos los latinos o, por lo menos todos los colombianos, crecimos acostumbrados a que algo teníamos que desayunar porque nuestros papas o abuelos nunca nos dejaban irnos a la calle sin desayunar. Se supone que el desayuno es la comida más importante del día, entonces, siempre algo teníamos que desayunar, pero desde que vivo acá en los Estados Unidos no volví a desayunar”.
Pero también su cuidado personal, específicamente del cabello, fue dejado a un lado. Al menos en salones de belleza o con especialistas en estética. Aunque, a diferencia del huevo, no es un tema relacionado con la calidad, sino con el costo de seguir la misma rutina que llevaba en Colombia.
“No me volví a mandar a hacer el cabello, nunca más. Ni una hidratación, un alisado, ni nada de ese tipo de cosas. Número uno: porque es muy costoso y dos: el pánico que me da, porque no conozco a nadie, bueno aquí en el estado en el que estoy. Imagínese usted que se manda a arreglar el cabello y aparte de que le sale costoso, se lo tiran”.
Y es que, a pesar de haberse hecho a la idea de cambiar de salón, permitírselo era todo un lujo: “Cuando recién llegué, averigüé para hacerme una hidratación de cabello porque acá se me resecó mucho por el agua y la más barata, la sola hidratación, valía 150 dólares, pero usted llega y siempre le van a lavar la cabeza, le van a secar el cabello y cada cosa que le van haciendo suma, entonces no son solo los 150″.