En la guerra entre Pablo Escobar y el Estado se registraron alrededor de 4.000 muertes, la mayoría, personas inocentes que quedaron en medio de un conflicto con el que el narcotraficante buscaba que se eliminará la posibilidad de ser extraditado a Estados Unidos.
Una de las masacres que generó más indignación fue la que se registró el 30 de junio de 1990 en el bar Oporto, un establecimiento de gran popularidad en Envigado, al que solían concurrir estudiantes de la zona y que esa noche vivieron una pesadilla.
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Se estima que sobre las 11:00 p. m. ingresaron más de 20 hombres encapuchados, que cerraron las entradas, separaron a hombres y mujeres, dejando a la mayoría de ellas en un espacio mientras acribillaban a los jóvenes, de los cuales, algunos se salvaron porque tras la ráfaga se hicieron los muertos.
Se estima que 26 personas murieron esa noche; sin embargo, las cifras han cambiado con el paso de los años, siendo la hija del dueño del bar, la única lesionada de sexo femenino, puesto que decidió no alejarse de su pareja, a pesar de las intimidaciones de los encapuchados y como respuesta recibió un disparo en el brazo.
En ese momento, las autoridades afirmaron que la masacre había sido ordenada por Pablo Escobar, aseguraron que el capo había entrenado a jóvenes pobres, a los que convenció de ingresar al establecimiento para llevar a cabo una “venganza social”.
La verdad de Hugo Aguilar
Pares destacó un fragmento de la declaración de Hugo Aguilar ante la JEP, en la que indicó que la masacre de Oporto había sido realizada por sus hombres del Bloque de Búsqueda, un grupo militar que fue creado con el único objetivo de dar de baja a Escobar.
De acuerdo con el exgobernador de Santander, la operación fue parte de la alianza de la fuerza pública con Los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar), puesto que pensaban que en ese lugar se escondían varios de los lugartenientes del capo.
Pares recordó uno de los testimonios que entregó Camilo Jaramillo, uno de los sobrevivientes, que en más de una ocasión afirmó que “por el tono de la voz, por las botas militares que calzaban, por los dichos que decían, la forma como se movían respondiendo con disciplina a las órdenes de una voz cantante con acento marcial, a simple vista se podía apreciar que tenían entrenamiento táctico”, no tenía dudas de que se trató de un policía, pero no fue escuchado debido a que el informe indicaba que habían sido los hombres de Pablo Escobar.
De la misma forma, Santiago Salazar, hermano de una de las víctimas, lleva más de 30 años intentado que las familias de las víctimas reciban justicia, puesto que considera que hay pruebas suficientes para que el caso sea reabierto y se determine la responsabilidad de las autoridades.
“Tenían estudiadas todas las entradas y salidas. El hecho que más sospecha me generó era que alrededor de Oporto había cinco anillos de seguridad de Policía y Ejército”, indicó Salazar a W Radio.
Dentro de esos detalles, está que la mayoría de los sobrevivientes fueron atendidos fuera de tiempo, a pesar de que “subió inmediatamente la Policía con el Ejército y las ambulancias”, lo que hace que ellos sospechen que esto fue un plan y que las autoridades estuvieran “esperando a que estos se fueran”.
El terreno en el que estaba el bar Oporto “quedo maldito”, o al menos eso se afirmó durante años, puesto que nadie se atrevió a comprar este lugar hasta que en 2009 fue demolido y allí se construyó una unidad residencial de estrato seis.