En el mundo del narcotráfico, la figura del cabecilla alias Jhon Naranjo emergió no solo como líder de las disidencias de las Farc, sino como un personaje rodeado de rituales que revelan creencias arraigadas en la cultura popular. Según testimonios de miembros del frente 39, el cabecilla mantenía una relación particular con un muñeco en forma de duende, lo cual suscitó un interés notable en la comunidad y entre la fuerza pública.
Se conoce la noticia luego de una efectiva operación en La Esmeralda, en Mapiripán (Meta), cuando el Ejército Nacional capturó en combate a alias Jhon Naranjo, que está acusado de recibir más de 33.000 millones de pesos anuales por extorsiones y secuestros a empresarios, agricultores, ganaderos y comerciantes en Villavicencio, Puerto Gaitán, Mapiripán y otros municipios del departamento; además, está vinculado al direccionamiento de asesinatos selectivos y a redes de apoyo de la Estructura 10 del grupo armado organizado residual en Arauca.
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Durante la operación llevada a cabo en Mapiripán, el cabecilla intentó escapar, pero resultó herido en el proceso. Para asegurar su derecho a la vida, fue trasladado a un centro asistencial en San José del Guaviare, como lo evidenciaron las autoridades. En la intervención, le incautaron una pistola, varios panfletos que utilizaba para intimidar a la población y encontraron el amuleto del criminal.
“Es una operación conjunta y coordinada donde participamos como fuerza pública y que cada vez que nosotros nos unimos enfocamos esos esfuerzos precisamente para cumplir los objetivos trazados en el caso nuestro”, dijo el comandante Cuarta División del Ejército Nacional.
Este muñeco, con características distintivas como su vestimenta negra, barba blanca, un sombrero adornado con el signo de pesos y una pesada cadena de oro, se convirtió en un símbolo de la protección que “Jhon Naranjo” aparentemente buscaba en sus actividades delictivas.
Los muñecos, comúnmente asociados con prácticas de hechicería, son utilizados por narcotraficantes y líderes guerrilleros como herramientas de protección y poder. Estas figuras, a menudo confeccionadas con materiales simbólicos y personalizadas, representan creencias en la magia y la superstición, que son partes integrales de ciertas culturas. Los delincuentes creen que estos “fantoches”, como también son conocidos, pueden actuar como amuletos, brindando protección contra la captura, la muerte o la traición.
Los rituales en torno a este objeto eran observados con curiosidad por sus hombres, que afirmaban que el disidente pasaba horas hablando y fumando habanos en compañía del duende. Un poblador de la zona comentó: “Se sentaba por horas a hablarle al muñeco, siempre lo tocaba y decía que le permitía oler cuando se acercaba alguna operación en contra”, de acuerdo con la revista Cambio.
Estos actos rituales no solo buscan asegurar la suerte en sus actividades delictivas, sino que reflejan la intersección entre la criminalidad y las creencias espirituales en el contexto del narcotráfico. La figura del muñeco se convierte, por tanto, en un símbolo de la búsqueda de control y seguridad en un entorno marcado por la violencia y la incertidumbre.
Pero a pesar de sus esfuerzos por mantenerse alejado de la captura, las autoridades finalmente lograron localizarlo y capturarlo, lo que puso fin a un período de supuesta invulnerabilidad, que él mismo atribuía a su relación con el duende.
La ruptura del hechizo que supuestamente le brindaba protección plantea preguntas sobre la relación entre la superstición y la criminalidad en Colombia. La historia de alias Jhon Naranjo podría ser vista como un ejemplo de cómo las creencias culturales se entrelazan con la realidad del narcotráfico, donde la figura del duende no solo representa un ritual de protección, sino la desesperación y el temor que caracterizan a quienes operan al margen de la ley.