El presidente Gustavo Petro expresó su inquietud sobre el racionamiento de agua en Bogotá durante su visita al Fuerte Militar Larandia en Florencia, Caquetá, el 22 de octubre, pues el tema generó alarma entre los ciudadanos, que ven cómo la crisis hídrica se convierte en una amenaza inminente para la capital colombiana desde principios de 2024.
El racionamiento de agua en Bogotá, medida implementada por el alcalde Carlos Fernando Galán, pasó de ser una posibilidad a una realidad palpable. Esta situación es el resultado de una combinación de factores, que van desde la escasez de lluvias hasta un crecimiento demográfico desmesurado, además de una infraestructura de distribución que lucha por adaptarse a las exigencias de una metrópoli en constante expansión.
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Desde junio de 2023, la región enfrenta un prolongado período de sequía, atribuible al fenómeno climático de El Niño. Esta falta de precipitaciones impactó gravemente las zonas que abastecen de agua a la capital y sus alrededores, en particular, los embalses de Chuza y San Rafael, que forman parte del Sistema Chingaza, atraviesan una crisis crítica, que aportan alrededor del 70% del agua potable que consume la ciudad.
Según el monitoreo realizado por el Acueducto de Bogotá, el nivel de llenado de estos embalses se encuentra actualmente en un 43,94%, muy por debajo del 70% que la Administración distrital había proyectado para este período.
Ante estas crisis, el primer mandatario destacó la gravedad de la situación al afirmar que “la ciudad de Bogotá es la capital de Colombia y ahí viven 9 millones de personas”, lo que pone de manifiesto la magnitud del desafío.
Petro enfatizó la gravedad de la situación al señalar que, si las condiciones climáticas no mejoran, la ciudad podría enfrentar serios problemas de abastecimiento: “Estamos muy preocupados, porque una vez acabe la época de lluvias, que es más o menos en diciembre, si es que apuntamos a un clima cada vez más variable, pues el mes de enero, febrero y marzo, sobre todo marzo, el embalse de donde sale el agua potable de Bogotá va a llegar quizás a cero”.
Durante su discurso, el presidente enfatizó la necesidad urgente de restaurar la conexión entre la selva amazónica y la Cordillera Oriental, que actualmente se encuentra a unos 300 kilómetros de distancia. Esta desconexión ecológica, argumenta Petro, es uno de los factores que contribuyen a la disminución de las fuentes de agua que abastecen a Bogotá.
El mandatario advirtió que, de no tomar medidas efectivas, el racionamiento de agua podría forzar a las autoridades a implementar estrategias drásticas para garantizar el acceso al recurso vital: “Tendremos que llevar a muchos de ustedes (militares) allá a ver cómo hacemos para sacar a la población para racionar el agua”.
La crisis del agua en Bogotá pone de relieve la interconexión entre el cambio climático, el crecimiento urbano y la infraestructura de servicios públicos. El presidente Petro también sugirió que, si la situación se agrava, podría ser necesario implementar medidas drásticas, como el traslado de la población o la búsqueda de fuentes alternativas de agua: “Esa realidad del clima que está cambiando puede acabar con la especie humana porque estos son apenas los primeros indicios”.
A mediados de octubre, el presidente Petro se reunió con el alcalde de la ciudad, y en dicha ocasión, decidieron no declarar una emergencia hídrica. El alcalde señaló que se realizaría una evaluación de la situación del agua durante los próximos tres meses de este año y los primeros tres meses de 2025. A pesar de que el mandatario local mencionó que se prevén lluvias en los meses venideros, el presidente adelantó que la situación con este recurso natural es muy crítica.