El ministro de Educación, Daniel Rojas Medellín, criticó fuertemente al exalcalde de Bogotá Enrique Peñalosa por su gestión y decisiones relacionadas con el manejo ambiental en la capital del país. A través de su cuenta en la red social X, el alto funcionario señaló que el político causó un “daño irreversible” a la ciudad, al hacer eco de una denuncia presentada por el ingeniero electrónico y activista ambiental Daniel Bernal, que es una voz crítica de las políticas urbanísticas del exalcalde.
La denuncia de Bernal se centró en el impacto que tuvo la administración de Peñalosa sobre los humedales de la ciudad, ecosistemas clave para la sostenibilidad ambiental de Bogotá. Según el ingeniero, con la llegada del político al poder en el periodo 2016-2019, los defensores del medio ambiente se enfrentaron a uno de los mayores desafíos: “armonizar la visión de construcción y pavimentación de los humedales, demostrada en su administración anterior, con la protección ecológica real de estos ecosistemas”.
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El ministro Rojas retomó estos antecedentes en su arremetida contra Peñalosa, al destacar el impacto negativo que las decisiones del exalcalde tuvo sobre la ciudad y su entorno natural.
“Peñalosa es un depredador experto en hacer todo lo que no se debe hacer. El daño que le hizo a Bogotá es invaluable, irreversible”, afirmó Rojas en X, lo que generó una amplia reacción en redes sociales.
Humedales convertidos en “piscinas de cemento”: las controvertidas políticas de Enrique Peñalosa
El activismo en defensa de los humedales en Bogotá, de hecho, se fortaleció durante la primera administración de Peñalosa en 1998, cuando sus políticas de intervención urbana impulsaron la organización de colectivos como la Red de Humedales. Esta agrupación surgió en respuesta a lo que consideraron una política “agresiva” de urbanización en áreas naturales protegidas.
Mauricio Castaño, uno de los líderes de la red, recordó para la Fundación Humedales Bogotá —portal donde se hicieron las denuncia— que el grupo nació como una reacción a los proyectos de Peñalosa que incluían la construcción de ciclorutas, la tala de árboles y la falta de acciones para descontaminar cuerpos de agua como el humedal de Córdoba. Según el líder, dichos proyectos fueron presentados bajo el nombre de “Restauración Ecológica”, aunque, en su opinión, estaban más orientados al urbanismo que a la conservación ambiental.
Uno de los ejemplos más citados por los críticos de Peñalosa es la intervención del humedal Tibabuyes, también conocido como Juan Amarillo. Las obras ejecutadas en este lugar, parte del Plan Maestro Santafé I, incluían la construcción de estructuras civiles que, según los ambientalistas, transformaron el humedal en una “piscina de cemento”, con el objetivo de facilitar la práctica de deportes náuticos, lo cual contradice la función ecológica natural de estos ecosistemas.
Estas intervenciones, aunque destinadas a frenar la contaminación por aguas negras y recuperar el área de las invasiones, no fueron completamente efectivas, pues en varias ocasiones el río Salitre se desbordó, inundando el humedal.
Este enfrentamiento vuelve a poner sobre la mesa el debate sobre el equilibrio entre el desarrollo urbano y la preservación del medio ambiente en Bogotá, una ciudad en constante expansión que enfrenta enormes retos en términos de sostenibilidad. Los defensores de los humedales pidieron, de nuevo, que cualquier intervención futura, como la avenida ALO, sea cuidadosamente evaluada y consensuada con la comunidad, los expertos ambientales y la academia.
El exalcalde Enrique Peñalosa, que en su momento defendió sus obras como necesarias para el desarrollo de Bogotá, aún no responder a las críticas, pero sus gestiones siguen siendo objeto de controversia, especialmente entre los sectores que priorizan la protección ambiental.