Así fue como murió el último condenado a la pena capital en Bucaramanga: su cabeza fue expuesta en la plaza

La ejecución de Bretón en 1834 dejó una profunda impresión en Bucaramanga, simbolizando el fin de la pena de muerte en Bucaramanga y todo el país. La historia resonó por generaciones en esta ciudad

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La pena de muerte fue legal en Colombia durante el siglo XIX y se estima que, al menos, unas 123 personas fueron sometidas a ejecución 
- crédito Miguel Ángel Molina/EFE
La pena de muerte fue legal en Colombia durante el siglo XIX y se estima que, al menos, unas 123 personas fueron sometidas a ejecución - crédito Miguel Ángel Molina/EFE

Aunque en todo el territorio nacional la pena de muerte está prohibida sin importar la gravedad de los delitos cometidos por el sindicado, en Colombia hubo un tiempo en el que esta práctica era común y, según datos históricos, generó pánico entre los habitantes.

De hecho, existe una historia que marcó el fin de la pena de muerte en el país y se remonta en la ciudad de Bucaramanga en el siglo XIX. Según información recopilada por el medio regional Vanguardia, la ejecución de Higinio Bretón se remonta a noviembre de 1834, cuando su cabeza, expuesta en una vara en la plaza central, simbolizó el último uso de la pena capital en la región.

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Sin embargo, su deceso fue el resultado de una serie de delitos cometidos por el hombre que terminó atemorizando a todos los moradores de la época.

El origen de esta tragedia se remonta a la madrugada del 31 de octubre de 1834, cuando el párroco Eloy Valenzuela Mantilla fue asesinado en su propia casa. Según relatos históricos, los hermanos Higinio y José Ignacio Bretón irrumpieron en la vivienda del sacerdote con la intención de robar, creyendo en rumores sobre la existencia de riquezas ocultas. Al ser descubiertos por Valenzuela, los hermanos lo atacaron, resultando en su muerte horas después.

En Colombia, la pena de muerte fue deslegitimada en 1910 - crédito Imagen Ilustrativa Infobae
En Colombia, la pena de muerte fue deslegitimada en 1910 - crédito Imagen Ilustrativa Infobae

Aquellos hombres, cegados por la mala pasión, con el espíritu ofuscado y el corazón endurecido, lanzados ya por la pendiente que los había de conducir al abismo, temiendo ser descubiertos, sin detenerse ante la presencia de aquel anciano, cruzaron sus armas a la indefensa víctima y huyeron...”, comentó José Joaquín García en un testimonio recopilado por el medio regional.

La ejecución de Higinio Bretón fue el resultado de un proceso judicial que lo condenó a muerte, mientras que su hermano José Ignacio recibió una pena de prisión. La falta de un verdugo en Bucaramanga llevó a que Higinio fuera fusilado, un método alternativo al garrote, común en la época para aplicar la pena capital.

La pena de muerte en Colombia fue abolida en 1910, pero hasta entonces, según el historiador y abogado Héctor Hernández Velasco, cerca de 123 personas fueron ejecutadas. Este castigo, considerado por algunos como un medio de disuasión, es visto por organizaciones como Amnistía Internacional como una violación a los derechos humanos, aplicándose muchas veces de manera discriminatoria.

Según el historiador de la Universidad Industrial de Santander, muchos de los condenados confesaron sus delitos, a pesar de conocer la condena máxima que recibirían, por presuntas presiones de las autoridades de la época.

La historia del último ejecutado en Bucaramanga revela la utilización de la pena capital como herramienta de poder - crédito Imagen Ilustrativa Infobae
La historia del último ejecutado en Bucaramanga revela la utilización de la pena capital como herramienta de poder - crédito Imagen Ilustrativa Infobae

“Encontré que en muchos de los recursos para apelar la sentencia de muerte se denuncia que las confesiones resultaban de torturas aplicadas por la autoridad. Sin embargo, no hay prueba de este hecho”, comentó Hernández a Vanguardia.

El asesinato del padre Valenzuela y la posterior ejecución de Higinio Bretón no solo reflejan la violencia de la época, sino también el uso de la pena de muerte como herramienta política. Simón Bolívar, por ejemplo, la empleó contra sus enemigos en 1828.

El legado del padre Valenzuela, un hombre respetado y querido, se mantuvo en la memoria de la comunidad. Su muerte provocó una ola de consternación y respeto, con muchos feligreses conservando fragmentos de su vestimenta como reliquias.

“El respeto, el amor y la veneración que los feligreses tributaban a su buen cura hizo que muchos tomaran fragmentos de su vestido para conservarlos como reliquia”, señaló el cronista José Joaquín García.

De hecho, según el libro parroquial de Bucaramanga, el sacerdote Valenzuela en sus últimos momentos de vida no quiso denunciar a sus agresores. Por el contrario, pidió perdón por sus pecados y lanzó una plegaria con su último aliento.

Este venerable cura falleció a las tres de la mañana. Sobrevivió unas horas desangrado y recibió los santos sacramentos. Prefirió no delatar a los criminales. Pidió a Dios el perdón de sus agresores y expiró sin quejidos ni convulsión diciendo: Ave María gratia plena”, se lee en el libro religioso obtenido por Vanguardia.

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