Julián Moreno, un artista circense colombiano, ha recorrido un camino extraordinario desde hacer malabares en algunos semáforos de las calles del país hasta los escenarios más prestigiosos del mundo, como el Circo del Sol (Cirque du Soleil).
Su historia es un testimonio de perseverancia y talento, según un reportaje de BBC News Mundo. Moreno, que se especializó en disciplinas como el malabarismo y la acrobacia, ha trabajado en lugares tan diversos como el Circo Nacional Knie en Suiza y las producciones de Franco Dragone en Dubái.
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Nacido en San Juan de Pasto, Moreno enfrentó una infancia difícil. A los 12 años, dejó la escuela y su hogar debido a problemas familiares, encontrándose en las calles de varias ciudades colombianas. Durante esos años, sobrevivió gracias a la música, la artesanía y el malabarismo en los semáforos, actividades que le permitieron ganar lo suficiente para comer y dormir bajo techo ocasionalmente.
“El hecho de estar solo a esa edad, el peligro que hay en la calle, todo lo que lo rodea, las drogas, los ladrones”. y recordó que al estar en la calle los policías lo hacían moverse del lugar en el que elegía descansar. “Me despertaban dándome patadas y bolillo por estar invadiendo algún lugar”, expresó el artista circense.
Incluso había días en los que no podía comer nada, puesto que no conseguía los recursos necesarios para comprar aunque fuera un pan y decidía madrugar a buscar algo de alimento, pero no de la manera en la que debiera hacerlo. Además, recordó las dificultades que tuvo que enfrentar durante esos días que pasó en la calle.
“El hecho de estar solo a esa edad, el peligro que hay en la calle, todo lo que lo rodea, las drogas, los ladrones”, contó Moreno.
“Había una panadería en la cual el señor sacaba sus pandebonos [panes de queso] como a las seis de la mañana. Yo esperaba, pasaba y agarraba dos y salía corriendo”, relata. “Era mi desayuno”, relató Moreno.
Así mismo, indicó que los enfrentamientos con las autoridades muchas veces lo hacían moverse de los lugares en los que buscaba descansar. “Me despertaban dándome patadas y bolillo por estar invadiendo algún lugar”, expresó el artista circense.
Julián recordó que su padre, aunque no pertenecía a una familia de circo, le enseñó a malabarear, lo que despertó su interés por el arte circense. A pesar de las adversidades, Moreno encontró apoyo en amigos y compañeros de la calle, quienes lo ayudaron a desarrollar sus habilidades en la artesanía y el malabarismo. Con el tiempo, perfeccionó su acto, que incluía tragafuegos y malabares con antorchas, y se trasladó a Bogotá para participar en programas de arte callejero.
Pero él sabía que su vida estaba destinada para hacer algo más que limpiar vidrios o vender productos en las esquinas, “Soy ese niño que nunca dejó de soñar, nunca. Siempre creí que podía hacer arte, que tenía la chispa de la magia para poder hacer arte y vivir de esto”, fueron las palabras de Julián Moreno a la BBC News Mundo.
La oportunidad de cambiar su vida llegó cuando conoció a dos maestros que lo ayudaron a mejorar sus habilidades técnicas y lo incluyeron en actividades remuneradas.
Esto se dio en Ecuador cuando conoció a Roberto Navas que pertenecía a una reconocida familia de artistas circenses, allí Moreno decidió hablar con el para demostrarle todo su talento, pero fue una exigencia de Navas la que hizo que él pudiera ser entrenado por este reconocido artista.
Sin embargo, Julián quiso demostrarle lo que sabía pese a que tenía una muñeca lesionada. Inicialmente Moreno le dijo que lo haría en el pasto pero Navas le dijo: “Me muestras aquí en el pavimento, si no a mi no me interesa esa mierda”.
En ese momento Julián Moreno se llenó de valor e hizo el dolor a un lado y con su esperanza puesta en ese corto acto, realizó los movimientos perfectos y Roberto Navas decidió entrenarlo por varios meses, hasta que le dijo que buscara sus sueños
“Desde ese día, todos los días, ese señor me dio palo literal, me gané mis bastonazos y me entrenó todos los días duro, duro, duro, como a sus hijos”, dijo.
Su talento lo llevó a ser aceptado en una escuela de circo en Suiza, donde se formó durante tres años. Allí, Moreno se destacó por su dedicación y creatividad, lo que le permitió desarrollar un nuevo concepto de circo contemporáneo basado en la “Danza apache”.
Durante una presentación en el Winter Garten de Berlín, Moreno fue descubierto por un cazatalentos del Cirque du Soleil, lo que le abrió las puertas a la élite del entretenimiento circense. Participó en la creación del espectáculo “Amaluna”, donde realizó más de 1.200 presentaciones en casi cinco años.
A sus 42 años, Moreno reflexiona sobre su carrera y planea fundar una escuela de circo en su ciudad natal, la Escuela Nariñense de Artes Circenses (Enac). Su objetivo es ofrecer oportunidades a jóvenes que, como él, no tuvieron una guía en sus inicios. Además, busca formar a niños afectados por el conflicto armado en Colombia, brindándoles una nueva perspectiva de vida.
Moreno reconoce que el circo profesional exige un entrenamiento físico y mental riguroso, pero también enseña valores como la responsabilidad y la paciencia. A pesar de las dificultades, su historia es un ejemplo de cómo el arte y la perseverancia pueden transformar vidas.