Pasta, café y una experiencia paranormal: estos son los planes de los que puede disfrutar en el castillo belga de Bogotá

Su construcción tardó 8 años y el dueño original vivió en él hasta el día de su muerte

Guardar
La persona que lo mandó
La persona que lo mandó a construir y su hijo vivieron en él hasta el último día de sus vidas - crédito @elpurgatorio74 / Instagram

Ni de un rey ni de un vampiro, el castillo de estilo medieval en los cerros orientales bogotanos fue construido por petición de un odontólogo que en 1908 viajó como agregado cultural a la embajada de Colombia en Bruselas.

En la actualidad funciona como un café, un restaurante especializado en pastas y charcutería y un salón de eventos que ha dado paso a una de las historias que mayor fascinación causa sobre el castillo bogotano: las constantes apariciones de Hilario.

Ahora puede seguirnos en Facebook y en nuestro WhatsApp Channel.

Pero, en sus inicios, fue una vivienda poco común para el amante del arte, Juan Osorio Morales, al que conocían como el Mono Morales. Tras su viaje al noroeste de Europa, quedó perdidamente enamorado de la arquitectura belga y, al llegar a Bogotá, en 1915, mandó a construir un castillo con múltiples habitaciones, baños y salones sociales que estuvo listo en 1923.

Su construcción tardó 8 añpos
Su construcción tardó 8 añpos en concretarse - crédito @eatsgm / Instagram

Vivió en él durante 33 años, hasta el día de su muerte. Y su hijo, Hernando Osorio, hizo lo mismo, hasta heredar a los siete nietos de la familia del Mono que, hoy, están a cargo de la propiedad.

Se trata de Hilario, un fantasma que, de acuerdo con la versión entregada a El Tiempo por quienes dicen haber presenciado sus apariciones, “viste sacoleva, es silencioso” y prefiere las noches.

Sin embargo, para los más escépticos también es un espacio lleno de misterio, pues, el Mono Morales habría mandado a hacer pasadizos secretos que, con suerte, podrían recorrer sus visitantes.

Otro castillo fue construido, aunque en el sur de Bogotá, en la segunda década del siglo XX

En la localidad de San Cristóbal, al sur de Bogotá, se encuentra un tesoro arquitectónico que ha sobrevivido al paso del tiempo: la Quinta Villa Ana Julia, ubicada en la intersección de la calle 11 sur con carrera 5a, en el barrio Santa Ana. Según relató Juan Fabricante de Historias, este edificio, que evoca la arquitectura medieval con sus gárgolas y esfinges, fue levantado entre los años 1920 y 1925. La construcción estuvo a cargo de Ana Julia Peñuela y su esposo, Eduardo Alfonso Caicedo, quienes también impulsaron un próspero emprendimiento de ladrillos y tubos en la zona.

Su construcción, fue realizada en memoria del expropietario de los terrenos - crédito @fabricantedehistorias / TikTok

Daniel Luna Caicedo, nieto de los propietarios originales, ofreció detalles sobre la historia de la casa quinta. Explicó que sus abuelos poseían un chical en San Cristóbal, el cual fue creciendo hasta que pudieron adquirir un terreno más grande y con mejor calidad de arcilla, donde eventualmente se construyó la imponente edificación. Este terreno, ubicado entre la calle 11 sur y la 13 sur, fue comprado bajo la condición impuesta por el anterior propietario, Ernesto Gonzales, quien, con su inclinación por el arte, les pidió que erigieran un monumento en la esquina, como puerta de entrada a la avenida Murillo Toro, que conducía a Villavicencio.

Para cumplir con esta promesa, la familia viajó a Europa en busca de inspiración y asesoramiento de arquitectos españoles e italianos. Al regresar, trajeron maquinaria moderna y se embarcaron en la construcción del castillo, inspirándose en la arquitectura europea de la Edad Media. Este proyecto no solo cumplió con la promesa hecha a Gonzales, sino que también se convirtió en el hogar y espacio de trabajo de la familia.

Su construcción, fue realizada en
Su construcción, fue realizada en memoria del expropietario de los terrenos - crédito @fabricantedehistorias / TikTok

Con el tiempo, la Quinta Villa Ana Julia fue declarada patrimonio arquitectónico, aunque hoy enfrenta desafíos, tanto por el deterioro causado por el tiempo como por las disputas familiares sobre su destino. Juan Fabricante de Historias señaló que uno de los herederos, Daniel Luna, lucha por convertir el lugar en un corredor cultural, mientras otros miembros de la familia ven en el terreno una oportunidad económica y prefieren venderlo para construir apartamentos.

Para Luna, la casa es motivo de orgullo, especialmente para sus padres, aunque lamenta que no todos en su familia compartan ese sentimiento. “Algunos preferirían demolerla y vender el terreno”, expresó con tristeza, revelando la tensión que rodea el futuro de esta icónica edificación.

Guardar