La columna del escritor Mario Mendoza en la revista Cambio, publicada el 13 de octubre, dejó un eco de sorpresa y reflexión en el ámbito político colombiano. Conocido por su aguda capacidad de observación y análisis, el autor de grandes obras literarias presentó un viraje en su percepción de Gustavo Petro, un presidente que, al inicio de su mandato, despertó altas expectativas entre muchos sectores, incluido el propio escritor.
En su texto, Mendoza estableció un paralelismo entre las promesas iniciales de Petro y la realidad que vivió el país en sus primeros años de gestión, lo que lo llevó a calificar su liderazgo como una “sepultura” de las esperanzas que él mismo había sembrado.
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En 2022, Mario Mendoza había expresado su apoyo a Gustavo Petro durante la campaña electoral, admirando su plan educativo y su capacidad para articular una visión de cambio que resonaba con las aspiraciones de una Colombia más justa e inclusiva; sin embargo, en su columna reciente, el escritor reflexionó sobre cómo la figura del presidente fue opacada por un comportamiento que no coincide con las expectativas que había generado.
“No es fácil hacer un perfil de Gustavo Petro, quizás porque él mismo se encarga de desdibujarse y contradecirse”, apuntó Mendoza, al sugerir que la inconsistencia del presidente es una de las razones detrás de su creciente desencanto.
Mendoza empezó su análisis recordando la trayectoria de Petro desde sus años como adolescente en Zipaquirá (Cundinamarca), donde encontró inspiración en Gabriel García Márquez. Esta búsqueda de un legado literario y cultural se entrelaza con su historia política y personal, marcada por el movimiento extinto del M-19 y su posterior reintegración a la vida civil como un político serio y erudito.
En su primer discurso como presidente, la cita al Nobel de Literatura García Márquez fue un momento de esperanza, que generó expectativas en Mendoza y en muchos otros. “Creí con todas mis fuerzas que por fin íbamos a ser capaces de salir del analfabetismo funcional al cual nos había condenado una derecha mafiosa e ignorante”, confesó el autor.
Sin embargo, esa esperanza fue rápidamente sustituida por un sentimiento de desilusión, pues el autor denunció cómo, a medida que avanzó su mandato, Petro comenzó a mostrar un comportamiento cada vez más autoritario y errático. “El problema es que poco a poco empezó a mostrar su lado más oscuro y siniestro: el del narcisista paranoico que no soporta que le lleven la contraria”, enfatizó el escritor.
La referencia a “la lógica de un gurú religioso” describe cómo Petro, en su papel de líder, parece haber perdido la capacidad de gestión y conciliación. “El outsider antisistema quedó atrás y él, elegido para ocupar el cargo más importante del país, es el centro, el corazón del poder”, se lee en la columna de Mendoza.
Mendoza también destacó la seriedad de las acusaciones de corrupción que empezaron a surgir en torno al Gobierno, involucrando a miembros de su familia y a personas cercanas en actos que podrían debilitar aún más su legitimidad. En particular, mencionó el caso más reciente relacionado con la decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE) de imputarle cargos a Gustavo Petro por la supuesta violación de los límites de financiación durante su campaña presidencial de 2022.
“No se trata de si se saltaron o no los topes permitidos por la ley, sino del origen de esos fondos recaudados en la sombra”, indicó el autor de grandes obras como Satanás, Buba blues, La melancolía de los feos, entre otros.
El escritor también criticó la incapacidad de Petro para mantener sus compromisos con la nación y su enfoque polarizador en la política, al señalar que su discurso maniqueo “(ricos vs. pobres)” no logra ofrecer soluciones viables para los problemas del país: “Duele mucho la distancia que hay entre el noble discurso inicial de Petro y los hechos de estos dos primeros años de su Gobierno”.
Mendoza concluyó su columna con un sentido de desesperanza y un llamado a la reflexión: “La triste verdad es que el estricto cumplimiento del proceso de paz y una reforma de fondo a la educación, que hubieran podido ser los dos pilares centrales de su Gobierno, se habrían financiado sin problemas si sus propios compinches no se hubieran robado nuestra plata”.