En los últimos meses el Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (Invima) ha estado involucrado en un escándalo de acoso sexual. Denunciaron maltratos y acoso por parte de funcionarios, en específico, directivos de la entidad.
De hecho varios nombres resuenan en los escándalos de la entidad por utilizar “prácticas hostiles contra los empleados” que presuntamente han llegado hasta en un intento de suicidio.
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Este fenómeno se volvió más evidente tras el suicidio del funcionario Juan David Correales Guevara que decidió quitarse la vida en marzo de 2024. Dicho deceso centró toda la atención en el despliegue las relaciones laborales dentro de la entidad pues Correales Guevara estaba vinculado al Invima por más de seis años y se quitó la vida en uno de los laboratorios de la institución.
A pesar de la gravedad de este evento al parecer el Invima no prestó mayor atención a los frecuentes episodios de agresión y hostilidad por parte de directivos de la institución como algunos de los trabajadores alegaron a partir de la muerte de Correales.
Otra de las víctimas es la funcionaria María Paulina González, una microbióloga industrial con más de trece años de servicio en el Invima, que denunció haber sido acosada laboralmente por Alba Rocío Jiménez Tovar quien es la directora de Alimentos y Bebidas. Según su relato, el trato por parte de Jiménez la llevó incluso a internarse en una clínica psiquiátrica.
González le afirmó a la revista Semana que su vida profesional cambió drásticamente desde que comenzó a trabajar bajo la dirección de Jiménez.
De acuerdo con el mismo medio, en esa misma dirección bajo los lineamientos de la jefe del área trascienden nuevas denuncias esta vez por acoso sexual por parte de un coordinador a sus subalternas.
En el Ministerio Público tienen en el radar el caso que fue denunciado el mes de septiembre ante el Comité de Convivencia de la entidad. Una funcionaria expone en un relato que las actuaciones de Edgar Arturo Guerrero Ángel, coordinador del Grupo del Sistema de Análisis de Riesgos Químicos en Alimentos y Bebidas, han afectado su “bienestar laboral”.
En un perturbador escrito radicado a nombre propio comienza contando cómo Guerrero previo a su designación como coordinador le hizo comentarios cuando recién llegó al grupo. Ella asegura que respondió de forma “displicente” lo cual hizo que establecieran una “relación distante”.
“El lenguaje corporal durante la emisión de sus mensajes es incómodo e intenta ser insinuante. Siempre habla en tono muy bajo y me pide hablar en voz baja cuando le respondo ante algunas solicitudes laborales o comentarios”, le narró a la revista.
Además manifiesta que fue explícito preguntándole por su vida personal. Ella le contó que vivía en una residencia universitaria femenina donde compartía habitación con otras mujeres. “Después de eso empezó a preguntarme si entre compañeras pasaban cosas”, relata la mujer.
Luego adjunta una cita en la que Guerrero habría pedido un “videito porno de sus amigas donde vivía”. El hombre también le dijo: “Si es viejito, no importa, yo tengo Betamax”, expuso la funcionaria.
Durante el regreso a la presencialidad tras la pandemia en ocasiones tuvo que estar sola con el funcionario en la oficina: “Edgar Guerrero me invitó a tomar café, sin conocerlo, y siendo compañero de trabajo”.
También afirma que fueron a una panadería pero días después el trabajador del área le dijo que le iba a “cobrar” por la invitación porque no iba a “perder la inversión”. Igualmente, en varias ocasiones comentó sobre la vestimenta de la funcionaria de forma sugestiva: “¿Y usted para qué es que se viste de rojo?”.
En otros momentos la invitó a desayunar mientras los demás funcionarios no se encontraban en la oficina, pero en otras ocasiones habría sido más directo frente a sus intenciones con su compañera de trabajo.
Según relata la mujer, el funcionario en una revisión de actas de evidencias de compromisos laborales siguió pidiéndole fotos íntimas en la oficina. ”A mí no me pegue esas fotos con las invitaciones a capacitaciones. Si me pega otras fotos mejor, usted ya sabe”, le habría dicho Guerrero a la trabajadora del Invima.
Y también habría aprovechado la distracción de los demás funcionarios para acercar sus genitales a la cara de la denunciante.
“Se acerca sutilmente a mi escritorio, sin que me percate, se ubica al respaldo de mi silla bloqueando el movimiento de esta, y me habla en voz baja de repente. Al girarme para atender sus palabras, mi cara queda muy cerca de él a la altura de su cintura”, narra en el documento.
En ese momento ella dice que gira con fuerza la silla para alejarse, pero él se ajustaría el pantalón mientras le habla.
“Separando la tela de él, subiéndose y halando el pantalón, moviendo permanentemente sus manos cerca de su cintura y en sus bolsillos. Los ademanes que realiza Edgar Guerrero mientras se comunica conmigo son incómodos para mí”, confiesa la mujer en el escrito.
Luego de que ella no aceptó los avances de Guerrero y este llegó a la coordinación del área en la que ambos trabajaban las insinuaciones se habrían convertido en maltrato laboral.
La mujer también cuenta que se ve imposibilitada en sus labores por trabas impuestas por Guerrero. Asegura que a pesar de que notificó que no puede viajar por ser madre este quiso asignarle misiones fuera de Bogotá.
“De estas dos situaciones tanto de maltrato por comentarios intimidantes como de discriminación por ser madre con hogar uniparental, menciono que “los comentarios fueron realizados en ausencia de mis compañeros de grupo de trabajo, en bajo volumen y repentinamente, por lo que no hay evidencias físicas de estos. Para evitar que otras compañeras se sientan intimidadas por los ademanes y su lenguaje corporal y visual, dejo registro, para que, en caso de otros testimonios, haya un antecedente”, sostuvo en su escrito.