Veinticuatro horas viviendo de apuestas y juegos de azar: tiktoker bogotano se puso en los zapatos de un ludópata para entender su economía

Su presupuesto para todo el día fue de cincuenta mil pesos

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Su presupuesto para juegos y apuestas fue de 50.000 pesos en 24 horas - crédito El Cristian Gonzalez / Facebook y Vecteezy
Su presupuesto para juegos y apuestas fue de 50.000 pesos en 24 horas - crédito El Cristian Gonzalez / Facebook y Vecteezy

En 2018, un 19% de la población, es decir, 9,17 millones de los 48.258.000 colombianos, eran ludópatas o presentaban problemas de adicción al juego, según un estudio realizado por la Universidad Nacional. En los casos más severos de este trastorno de orden psicológico, los jugadores pueden gastar su salario entero, sus ahorros e incluso robar en sus casas para tener con qué apostar.

Las ganancias suelen ser millonarias, pero rara vez la suerte favorece a los ludópatas. De acuerdo con el portal especializado Quit Gamble, jugar a la perfección les da una probabilidad del 47% de ganar en cada ronda. Sin embargo, si se suman “todas las rondas durante una hora, la probabilidad baja al 23%”, y si se juega una hora a la semana durante un año, “la probabilidad de convertirse en ganador es mínima, de apenas un 1,9%”.

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Entendiendo esta realidad, el creador de contenido bogotano conocido en redes como El Cristian González, decidió vivir durante un día únicamente de las ganancias del juego, para ponerse en los zapatos de quienes padecen este trastorno y hacerse una idea de cómo manejan su economía.

Todos hemos conocido a alguien que, supuestamente, vive de las apuestas. En un mundo consumido por las redes sociales, donde todos muestran sus lujos, dinero y viajes, es normal sentir la necesidad de ganar dinero fácil y rápido. Definitivamente, las apuestas son una opción, pero ¿es realmente fácil? ¿Se puede vivir de las apuestas?”, se preguntó, antes de pasar 24 horas intentando llenar sus bolsillos con los juegos de azar.

El presupuesto inicial fue de 50.000 pesos (12,06 dólares o 10,99 euros al cambio de octubre de 2024), de los cuales gastó los primeros 5.000 en un billete de lotería y los siguientes 5.000 en una recarga en casas de apuestas virtuales sobre los resultados deportivos.

Con lo obtenido, pretendía pagar su alimentación y hospedaje; así que decidió guiarse por la cuota que pagaba cada equipo y terminó apostando por el Atlantis, de Finlandia, a pesar de que no conocía absolutamente nada de la liga. Sin embargo, todo indicaba que tendría una ganancia fija, aunque pequeña.

Mientras su predicción en el fútbol se materializaba, González visitó un casino para jugar a la ruleta, que paga 36 veces lo apostado a cada número. Al igual que con los demás juegos de azar, inició con 5.000 pesos, pero siguió apostando hasta quedar con 30.000, los cuales, por suerte, fueron multiplicándose hasta que recuperó sus 50.000 iniciales.

Luego probó suerte con un “raspa y gana” de 4.000 pesos, con el que, irónicamente, ganó otros 4.000. Decidió probar de nuevo en dos ocasiones más y terminó quedándose con 42.000, a los que restó 8.000 para su almuerzo. Por lo tanto, intentó recuperarse en el bingo:

“Es el lugar más loco al que he entrado, no tengo absolutamente ninguna idea de cómo funciona. Hay un montón de mesas, y muchas personas de la tercera edad. No sé cuánto cuesta el cartón ni dónde encontrarlo, pero podemos ganar 700.000″.

En total, compró cinco cartones, cada uno por 5.000 pesos, pero, al no haber ganado nada, quedó con 29.000 pesos, a los que sumó 7.750 de una nueva apuesta a través de plataformas virtuales sobre el partido entre Rosario y Barracas Central de Argentina.

Su último intento fue en una máquina tragamonedas, en la que ganó otros 19.000 pesos, sumando un total de 40.750, lo cual le alcanzó para una habitación modesta, con cama, perchero y mesa de noche. Sin embargo, su presupuesto restante fue de solo 5.750 pesos y su conclusión fue: “Perdimos absolutamente todo. Es decir, hubo inversiones como la comida y la habitación para pasar la noche, pero ganancias no hubo ninguna”, lamentó, al ver lo rápido que se fue el dinero.

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