“Persistir vale la pena, más en la fotografía de naturaleza”: la reflexión de una aventurera a la que oso le habría regalado un espectáculo inolvidable en Chingaza

Un cambio repentino en el clima le habría permitido vislumbrar al animal a unos 200 metros

Los machos de esta especie miden hasta dos metros y pueden pesar cerca de 180 kilogramos - crédito @mapalozano.wildlife / Instagram

Los avistamientos de osos andinos o de anteojos son cada vez más comunes, por cuenta de la ampliación de la frontera agrícola y la deforestación. Sin embargo, los encuentros con humanos, lejos de ser una experiencia mágica, se han convertido en un peligro para los cerca de 8.000 úrsidos que habitan las montañas colombianas.

Casos como el de la fotógrafa María Paula Lozano son poco comunes, pero aún hay quienes buscan acercarse a estos animales solo para sacar una foto, sin perturbar su indispensable función como especie sombrilla, moldea los páramos y bosques de niebla mientras beneficia a otros animales.

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De ahí el interés que llevo a Lozano a internarse en el sistema Chingaza a inicios de septiembre, para buscar al majestuoso animal que, de alcanzar la adultez, puede medir cerca de 2 metros y pesar hasta 180 kilos.

En su salida del Parque logró verlo a unos 200 metros sobre la montaña - crédito @mapalozano.wildlife / Instagram

El día comenzó bien nublado y lluvioso, lo que indicaba poca probabilidad de ver al oso, pero íbamos con toda la actitud para buscarlo! A medida que andábamos la neblina era cada vez más densa y no podíamos ver más allá de 5 metros y no voy a negar que con ese clima, la esperanza de encontrar al oso cae un poco”, precisó, pero junto a su grupo siguieron “andando rumbo a la laguna de chingaza y el clima nos hacía amagues de mejorar”.

El clima parecía estar saboteándolos en su búsqueda del oso andino, pero le dieron algo de tiempo y mejoró hasta que sus probabilidades de encontrarlo se multiplicaron.

Cuando llegamos, nos adentramos en el sendero, esperando tener suerte. Entre la lluvia y el barro, llegamos al mirador y vimos a lo lejos cómo el clima comenzaba a mejorar ¡La neblina se estaba yendo y el sol empezaba a brillar!”.

Los osos andinos viven desde los 1.000 metros sobre el nivel del mar y hasta la zona de páramos - crédito @mapalozano.wildlife / Instagram

El recorrido de Lozano y su equipo había llegado a su final y seguían sin encontrarse con el oso, pero, en un último vistazo a la montaña, lo encontraron caminando entre los frailejones y descansando sobre una piedra que le sirvió de cama durante unos 20 minutos.

De regreso, el clima mejoró muchísimo. La visibilidad era increíble. Y justo antes de salir del parque, ¡allí estaba! En una montaña, a unos 150 - 200 metros, vimos al oso ¡No se imaginan la emoción! ¡Verlo otra vez justo antes de irnos!” La osa nos regaló un espectáculo inolvidable, paseando entre los frailejones durante unos 20 minutos, hasta que se sentó en una piedra a descansar”.

Su reflexión no es otra que el oficio de fotografiar la vida salvaje requiere de paciencia. Un sacrificio que después de su encuentro con el oso estaría dispuesta a hacer siempre y cuando la naturaleza parezca estar dispuesta a sorprenderla: “Estos momentos muestran que la persistencia vale la pena y más en la fotografía de naturaleza, donde no siempre se encuentran los animales que uno quiere, pero cuando lo logras, ¡la emoción es incomparable! Como decimos nosotros, llenando la pokedex con pokemones legendarios”.

En Colombia existen cerca de 8.000 ejemplares del oso andino - crédito Ernesto Arias / EFE

¿Cómo evitar interacciones negativas con el oso de anteojos?

El curador de la colección de mamíferos del Instituto Humboldt, Nicolás Reyes Amaya explicó que “lo que podríamos hacer como humanos para evitar tener interacciones negativas no solo con los osos sino con otros animales con amplios requerimientos de espacio, de hábitat y de dieta que hay en nuestros bosques y páramos es tratar de manejar de mejor manera nuestros sistemas productivos agropecuarios ya sean de ganadería de carne, de leche o cultivos. Siempre la clave está en cómo manejamos nuestros sistemas productivos”.

Y para ello, “es clave que nos estemos preguntando cómo estamos manejando nuestro ganado, si estamos visitando con regularidad nuestros animales, si estamos pendientes de estos animales, si están cercados o libres, si estamos dejando fácil las cosas para que algún depredador pueda quitarnos algunos de nuestros animales cazándolos. Son buenas preguntas, y en la agricultura, cómo estamos manejando los suelos, cómo manejamos los cultivos, qué tanto vamos a visitar las chagras, cómo hacemos los procesos de recolección de cosecha. Estas preguntas nos pueden ayudar no solo a evitar interacciones negativas con los osos y otros animales sino a mejorar nuestros sistemas productivos para que sean más amigables con la naturaleza y que nos den incluso más ganancias”.