La hacienda Costa de Oro, de 1.500 hectáreas, ubicada en el área rural de Montería, ha sido objeto de una intensa disputa y violencia desde los años 90, cuando fue tomada a la fuerza por paramilitares, como los hermanos Castaño y Salvatore Mancuso.
Este vasto terreno, que fue consolidado a través de la expropiación violenta de parcelas pertenecientes a más de un centenar de campesinos, se convirtió en un símbolo del poder paramilitar en la región de Córdoba.
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Tres décadas después, luego de que la justicia colombiana se encargara de Salvatore Mancuso, entidades del Estado como la Agencia Nacional de Tierras se han puesto sobre sus hombros la tareas de reparación y restitución a las familias campesinas cuyas tierras fueron sustraídas de sus manos.
Ahora, de acuerdo con un análisis investigativo publicado por Las2Orillas, se conoció que hasta la fecha, los campesinos y finqueros originales han recuperado 870 hectáreas de la hacienda, que estuvo valorada en casi veinte mil millones de pesos.
La cifra salió a la luz, a la vez que Mancuso denunció que la mayoría de los bienes —al menos 400— que entregó para reparar a las víctimas no aparecen y se ha comprometido a buscarlos junto con la Unidad de Víctimas y la Agencia de Tierras.
Esta gran porción de tierra usada para la ganadería fue entregada a sus antiguos propietarios en 2008, con el proceso de restitución de tierras en Colombia de ese año, en el gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez.
Fue a partir de ese momento que, con un evento simbólico, comenzó la transición de entrega de los terrenos supervisada por instituciones estatales y gubernamentales que buscaba la reparación integral de las víctimas con el potencial disfrute de la productividad de las tierras.
Hacienda Costa de Oro, la tierra productiva que más quiso Salvatore Mancuso
Carlos y Vicente Castaño, líderes de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, fueron los primeros que se obsesionaron con estas tierras fértiles y, a través de amenazas y violencia, lograron que los campesinos abandonaran sus propiedades.
Los paramilitares, identificados con brazaletes de las Autodefensas, quemaron ranchos y asesinaron a quienes se resistían, y facilitaron la toma de posesión de las tierras. Las notarías y la Oficina de Instrumentos Públicos de Montería fueron utilizadas para escriturar las fincas a nombre de testaferros y consolidraon el control de los Castaño sobre la región.
Entonces Salvatore Mancuso, un prominente ganadero y líder paramilitar, se hizo con la hacienda Costa de Oro tras la muerte de Carlos Castaño en 2004. Mancuso, quien había fundado la Convivir Horizonte Limitada bajo la Ley 356 de 1994, transformó la hacienda en su propiedad favorita, sembrándola con pasto de alta calidad para alimentar a 1.500 cabezas de ganado cebú y plantando árboles nativos, como recordó el medio.
En estos predios hizo lo que quiso y pudo. Un informe de la fundación Pares hizo esta descripción: “Mancuso, cuando cumplió cuarenta años, hizo una fiesta a donde invitó hasta periodistas. Con sus casi dos metros de estatura y su camuflado parecía un emperador. Orgulloso se iba hasta el balcón de su hacienda favorita, llamada Costa de Oro y señalaba el horizonte ‘Todas estas son tierras mías’ decía”.
Incluso, durante su desmovilización bajo la Ley de Justicia y Paz en 2004, Mancuso no incluyó la hacienda Costa de Oro en la lista de bienes a entregar como parte del acuerdo.
Sin embargo, en 2008, el gobierno de Álvaro Uribe, a través de la Unidad de Restitución de Tierras, devolvió quince hectáreas a cada una de las 58 familias que demostraron haber sido dueñas originales de las tierras.
Jesús Ignacio Roldán, alias Monoleche, fue uno de los principales ejecutores de la violencia en la vereda Tres Piedras, que fue transformada en la hacienda Costa de Oro. Monoleche, quien comenzó como escolta de Fidel Castaño, continuó su lealtad con Vicente y Carlos Castaño tras la muerte de Fidel. Su crueldad culminó con el asesinato de Carlos Castaño por orden de su propio hermano Vicente, 10 años después de que adquirieran la hacienda, comunicó Pares.
El proceso de restitución de tierras ha sido complejo y lento, pero ha permitido a muchas familias campesinas recuperar parte de lo que les fue arrebatado. La hacienda Costa de Oro sigue siendo un símbolo de la violencia y el despojo que marcaron una época oscura en la historia de Córdoba.